Por Manuel Pedrero
Regeneración Mx, 07 de diciembre del 2021.- Esta ultima semana, sin duda, estará en mi memoria como una de las mejores de mi vida, pues fui una de las 250,000 células que formaron parte del macroorganismo congregado el pasado 1 de diciembre en el Informe de Gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Cuando AMLO tomó posesión como presidente de México empezamos a oírlo cada vez mas seguido sobre el concepto del ‘pueblo bueno’. Pero, ¿qué es el pueblo bueno? Cada sector de la población política, lo interpretó según a su conveniencia. La oposición calificaba este concepto de polarizador: el pueblo bueno es sólo el que está con AMLO y los malos somos nosotros por no pensar como él.
La concentración popular de la 4T lo adoptó como un manto de honor, orgulloso de portarlo por apoyar al gobierno de AMLO, pero después de lo que vi y después de lo que dijo el presidente creo que esto va más allá. Es algo muy profundo, porque siendo un hombre que ha recorrido los 32 estados de la República y los más de 2000 municipios, cada comunidad, hasta la más recóndita, sabe tal cual que no existe algo como un pueblo bueno o malo.
Es decir, si miramos nuestra idiosincrasia veremos que cuando nos referimos a la población más pobre lo hacemos llamándola, coloquialmente, gente humilde, incluso en connotaciones clasistas y racistas, varios conducen a este sector poblacional como gente de tez humilde. Ahora que, en el otro punto de la pirámide social, los ricos históricamente han tenido una visión negativa sobre ellos, siendo estrafalarios y arrogantes, que no ven por nadie mas que no sean ellos. Siendo AMLO una de las pocas personas en la historia de este país, que ha recorrido cada calle de México, uno de los que saben que el concepto de pueblo bueno NO es una clasificación social sino una oportunidad.
López Obrador se ha sentado en la misma mesa con personajes como Carlos Slim, Emilio Azcárraga y el propio Claudio X. González, y al mismo tiempo también se ha sentado en la tierra para platicar con los campesinos, con los obreros, con la gente de a pie. Sabe también, con toda la seguridad del mundo, que los conceptos del bien y del mal no son binarios, pues se ha topado con gente pobre pero muy rica en humanismo y también con gente pobre y muy vacía en humanismo; lo mismo con los ricos.
México, especialmente al ser un país donde la gran mayoría de los multimillonarios de hoy nacieron gracias al beneficio del Estado, se ha topado con ricos hijos de papi que no quieren pagar impuestos, pero también con gente adinerada con visión social y filantrópica que ha respaldado el progreso del país.
Hay una historia que funciona a la perfección para explicar sin dudas este punto. El de ‘Los Miserables’, de Víctor Hugo, situada en el año 1815 en Francia. El ladrón Jean Valjean sale de la cárcel tras cumplir 19 años de sentencia: cinco por robar pan y el resto por sus intentos de fuga. Nadie le da alimento ni posada, excepto el buen obispo Myriel, a quien Valjean roba un juego de platería. Las autoridades lo detienen, pero el sacerdote, en lugar de presentar una denuncia, le obsequia un par de candelabros más y lo exhorta a cambiar. Libre de nuevo, Valjean roba una moneda a un niño, pero el recuerdo del sacerdote le hace ver su propia crueldad y decide reformarse. Dado que sus antecedentes penales le cierran las puertas, adopta una identidad falsa bajo el apellido Magdalena. Pasados los años, se hace un próspero y querido empresario de la ciudad Montreuil-sur-Ille, donde llega a ser alcalde.
AMLO sabe que, como individuos –OJO, NO COMO SOCIEDAD– somos cabrones y negar el origen indisoluble del mexicano es inútil: la fusión del pirata europeo con el nativo libre. Cuando AMLO dice pueblo bueno yo veo una oportunidad para cada mexicano que en su cabeza, desde hace mucho tiempo, tuvo la Génesis del pensamiento: “todo los políticos son iguales”, “el que tranza no avanza”, “quítate tu porque voy yo”, “la moral es un árbol que da moras”, “un político pobre es un pobre político” y un largo etcétera. Las buenas acciones son contagiosas y, al igual que el ladrón de Francia, tenemos la oportunidad de cambiar como individuos para mejorar nuestra sociedad. Con esto no se está diciendo que tú a fuerza has hecho algo malo, de hecho, sentirse ofendido con este planteamiento demuestra la fragilidad del ego personal en lugar de sentir la fortaleza por el colectivo, ¿ah verdad?
La oportunidad es para quien la quiera tomar. México vive tiempos interesantes, no hay un pueblo bueno o un pueblo malo, hay una oportunidad de creer que México pueda ser un mejor país, pero si decidimos no tomarla entonces hemos renunciado permanentemente al derecho de querer una mejor vida. Yo la quiero no por mí, sino por los hijos y nietos que aún no tengo, pero que cuando vengan no tengan que pasar por lo que pasaron mis padres y abuelos, es más, con suerte jamás tendrán que escuchar un concepto como el del pueblo bueno.
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