Exotismos, S.A.

Por Gerardo Cruz Esparza Monsiváis

Exótico: adj. Extranjero o procedente de un país o lugar lejanos o percibidos como muy distintos del propio. 

Adj. Extraño, chocante, extravagante.

F. Méx. Bailarina de Cabaré.

RegeneraciónMx.- Un lunar en la cara puede ser hermoso. Nadie mejor que ella lo sabía. Más de una estrella mexicana de la época de oro del cine tenía uno vistoso en su rostro. Actrices mexicanas que ella vio más de una vez a su llegada a México desde el norte del continente, previa migración. Por otro lado, las rumberas le parecían algo extravagante a la pequeña Dionisia Vestidor, a quien su segundo apellido, Guerra, el apellido materno en realidad la marcó con todo lo que eso signifique. Tuvo que agregarlo al naturalizarse bajo las leyes mexicanas. 

Sin embargo, especialmente ese lunar no podía retirárselo de la cara, alguna vez un cirujano plástico le ofreció bótox en lugar de retirarlo, ya que en su caso era parte de una arteria cuyo sangrado sería difícil de controlar. Retirarlo implicaría una mancha que de todos modos parecería lunar, en el mejor de los casos. Nunca pudo acostumbrarse a llevar ese lunar en un lugar tan visible. 

Aprendió el idioma, algunas costumbres de este nuevo país al que migró con su familia, fue a la escuela y aprendió muchas cosas, pero nunca aprendió a amar su lunar.

También aprendió en la universidad que una mentira, a fuerza de repetirla se convierte en una verdad en el imaginario de quien la escuche. Ella da por hecho que escuchar de diferentes maneras la misma versión, hace que la gente de por sentado que es verdad y ella tenía un punto de vista alrededor de las mentiras: no es moral mentir, pero puede ser legal.

La repetición es lo suyo, sin duda. Sus textos, todos aquellos cuyos párrafos comienzan con la misma frase, muestran su muy burgués origen y su aburguesada educación católica, basada en la repetición. ¿O cómo es que estos ignorantes van a asumir lo que dice si no es a costa de repetirles, machacándoles toda una retahíla de falacias, aseveraciones, descalificaciones, medias verdades, aserciones tendenciosas o mentiras, fruto de su ahora reducido trabajo que ahora le deja escaso margen de utilidad?

Si la comparan con rezanderas, poco le preocupa. Ellas son mujeres que, en los velorios, repiten incansablemente letanías y oraciones, y que pertenecen al vulgo, y eso es lo que hace ese vulgo. Además, en algunos velorios hay plañideras, mujeres pagadas para llorar al difunto, a lo perdido. Su origen se ha perdido en el tiempo, pero ya en el antiguo Egipto se encuentran representadas, siendo pagadas por sus lamentos. 

Repetir y quejarse se convirtió en su deporte favorito. Lo justo para este país que se le antoja exótico, pero también ignorante. Entonces, usa la repetición como su manera elegante de decir Pend*dej* a alguien, a partir de insistir y repetir. Sin embargo, también, sin darse cuenta, es una súplica, un ruego o miseria que pide ser escuchada. 

Pero no nos engañemos, tampoco es algo que sea voluntario. Simplemente no lo puede evitar, ni se escucha decirlo: en su cabeza la repetición es fruto de su tremenda inseguridad y formas sintomáticas que nos hablan de una manera violenta de aprender los hábitos más elementales de higiene, según Freud. Quizá no es tal como sucedió, sino tal como lo interpretó. 

Desde niña mostró la necesidad de ser alumna destacada una vez que comprendió que la belleza exterior no es totalmente lo suyo, se esforzó por ser la elegida, pero siempre con todo y estatus, nunca del vulgo o de lo popular. 

Lo popular es exótico para ella. Lo es porque lo ve lejano, chocante, extravagante, nada que ver con su acartonada imagen; quizá por eso no se animó a ser candidata a la presidencia de la república: Qué cosa chocante es esa de saludar y rodearse de tanta gente del populacho.

Hace unas semanas, de noche, gracias a una invitación de Gennie, salieron a bailar. Le prometió un inigualable espectáculo de travestís. Para llegar al lugar, tuvieron que estacionarse a unos cientos de metros de la entrada. La fila para entrar se veía algo larga, así que comenzaron a caminar: costumbres de esta ciudad. 

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Inmediatamente se fijó en una mujer que iba delante de ellos. ¿Un vestido tan anticuado para ir a un lugar como este? Y el pelo, marchito, seguramente era una peluca Y esas medias, blancas, qué color más horrible para usar. Se interesó por ver su rostro. Imposible no sentirse tentada a una crítica a esa mujer. 

Se llevó la sorpresa de su vida. 

La cadera angosta le anticipó que quizá no era una mujer la que caminaba delante de ellos. Cuando finalmente llegaron a la fila de entrada, la mujer volteó hacia atrás, en un gesto de búsqueda. La boca de Dionisia se secó, sus ojos se hicieron más grandes y, a pesar del aplomo, no pudo resistirse: Era un hombre caracterizado como ella, un travestí quien, a su vez, se alegró notoriamente al descubrirla. 

  • ¿Es la Doctora Vestidor o me lo estoy imaginando? Le dijo con calidez aquel travestí ya entrado en años.

Ella no pudo más que sonreír algo turbada. No es su costumbre que la imiten, tampoco su gusto y ni qué decir de ir a un lugar de esos. No le viene bien. Sin embargo, con mas aplomo que la DEA, sonrió y contestó.

  • La misma.  ¿Nos conocemos?
  • No, Doctora, yo simplemente me inspiré en usted hoy. La he visto en televisión y creo que es mi ejemplo por seguir. 

Como en espejo, se miraron de arriba abajo, sorprendidas y prácticamente idénticas, aunque la Doctora era algo más bajita en estatura. 

No lo podía creer: Ella, la Doctora Dionisia Vestidor tenía un travestí que la imitaba y casi había calcado su lunar, acentuó la nariz, ¡Vaya! ¡Sus dientes eran parecidos en tamaño y color! ¡Hasta llevaba uno de sus vestidos metafóricos de nudo al frente!  Dionisia dio un paso para acomodarle el fleco, y ahora el peinado acentuaba el parecido. Nunca pensó en tener una gemela, mucho menos un imitador. 

Sus sensaciones eran incomodidad, incredulidad, simpatía, molestia y el deseo de irse al momento aparecieron en tropel. Su gemela, como si adivinara, le tomó la mano con suavidad y le dijo: 

  • Entremos juntas. Me va a dar mucha alegría, por favor, Doctora. 
  • Mira Gennie, ¡Qué sorpresa! Entre turbada, molesta y sorprendida. – Vamos a entrarz, agregó al tiempo que avanzaban ya los tres en la fila. 

Gennie intuía qué tan molesta podría estar, pero la siguió. Sin embargo, ver a las gemelas era todo un descubrimiento: Tan parecidas, ¡Caramba! Hasta el mismo color de medias, solo que la Doctora Vestidor, por sus várices y color de piel, las usa para camuflajear ese padecimiento mientras su doble, para acentuar el parecido. Incluso pensó en el detalle de usar un par de zapatos parecidos en lo horrible a los que suele usar la Doctora. Obviamente las espaldas eran distintas, pero a primera impresión, el parecido era innegable. 

Gennie buscó una barra para apoyarse y ver el desenlace de tan interesante situación. Y ahora que lo notaba, ambas estaban ya a media pista, bailando al ritmo de reggaetón: el talón de Aquiles de la Doctora. Entre saludos y abrazos a conocidos y amigos, la doble pidió un shot para ella y otro para tan ilustre invitada. 

Gennie quedó a la expectativa. No tenía idea de que su acartonada mentora podría “agarrar la onda” tan pronto en un antro tan diverso. 

Después del primer trago, la diversión estaba garantizada y respiró tranquilo. Veía cómo la doctora se aflojaba poco a poco. 

No sabemos si no recibió la suficiente estimulación temprana o quizá en sus muy católicos colegios iniciales no quiso participar en algún cuadro de danza folklórica por parecerle exótico. 

Ahí era donde el buen Gennie entendía el shock que había constituido que su amiga llegara tan pequeña a un país con elevados niveles de surrealismo; daba la impresión de que no acababa de acostumbrarse. 

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Pero ¡¡Mirarla ahora!! ¡¡Tan contenta, sacando sus mejores pasos con ambos pies izquierdos!! Tan ambientada que hasta parecía feliz y ¡Qué bueno! 

Últimamente la sentía algo tensa y malhumorada. Ahora no podía darse los lujitos de antes, desde que llegaron esos exóticos a gobernar. Por eso no le había quedado más remedio que poner su encono al mejor postor y casi lo conseguía, pero pronto se expusieron sus mañas, tropelías, abusos de la influencia de sus palabras y muchos dejaron de seguirla o de basar sus criterios en su discurso que, aunque lógico, comenzó a sonar resentido, por llamarlo de alguna manera, sobre todo desde aquella carta al hombre más rico de México. 

Ya desde entonces se veía su molestia con otros descendientes de migrantes, no veía su razón de ser, pero se alertaba cuando veía algún peligro en pérdida de atención, que le robaran cámara o que dejaran de considerarla la aplicada de la clase, la moralmente solvente, la única y verdadera Doctora Dionisia Vestidor Guerra. 

La noche avanzó junto con los tragos y nuestra heroína optó por sacarse los zapatos a media pista cuando escuchó “Las mujeres no lloran, las mujeres facturan” toda su energía feminista se volcó en cerrar sus ojos y hacer un exótico y descoordinado baile que ilustraba algo de esa extraña relación que Dionisia tenía con su cuerpo, por favor, no la malentiendan, ella conoce su cuerpo, solo desconoce la manera de operarlo, sabe cómo embellecerlo, pero desconoce la manera de moverlo con armonía. 

No olvidemos que nuestra heroína no se mide a la hora de tronar los dedos, ni de mover el cuerpo a un ritmo que a Terpsícore le darían ganas de expulsarla del paraíso. 

Su doble, por la cantidad de pantimedias que llevaba, no consideraba apropiado imitarla quitándose los zapatos, por más vergüenza que estos le dieran, admiraba a su gemela, pero tampoco tenía la intención de encarnarla de por vida. En la conversación le dijo que en realidad era para participar en el concurso de drag Queen de medianoche. Después de algunos tragos derechos buscó a su heroína con la mirada. 

Y apareció ante su mirada la verdadera, la única, la inimitable Doctora. Que ahora daba cátedra de reggaetón y de política. ¿Cómo? Pues es que solo ella sabe hacerlo en un pueblo de ignorantes a los que secretamente desprecia y descalifica por sus elecciones de gobernantes, ahora bailaba con otros asistentes al antro y a la vez, entre jadeos explicaba cómo el presidente en turno los (La) había traicionado para elegir en su lugar a su acérrimo enemigo, otro hijo de migrantes que desde el siglo pasado es dueño de la telefónica más grande del país. 

Y después de eso, la Doctora Vestidor no se iba a dejar opacar por otros hijos de migrantes, mucho menos por el pueblo al que le debe tanto y desprecia secretamente. 

Cuando Gennie y la Doble Drag Queen de la Doctora Dionisia Vestidor corroboraron que ya se había ambientado y relajado, se reunieron en la barra a una señal. Gennie extendió un fajo de billetes, que la doble tomó con rapidez, ocultándolos en su escote. 

  • Ha sido un placer hacer negocios contigo, guapo, le dijo con una sonrisa igual a la de su doble. 
  • No sabes, ya no la aguantaban en ningún lado y la edad le empieza a hacer estragos. Gracias por ser tan precisa en su caracterización. ¿Te puedo buscar después?

Mientras, a medio salón, en un grupo en el que al centro se encontraba Dionisia Vestidor Guerra, se escuchaba, animosamente un coro:

¡Foondo, fondofondofondo, fondo, fondo, fooondo, fondofondo!