Por Miguel Martín Felipe
RegeneraciónMx.- Que viva el México de las sonrisas de niños y niñas, con los ojos radiantes de quien aún cree en los Reyes Magos; ojos que nos infunden esperanza para seguir mirando hacia un mañana mejor. No merecen otra cosa sino crecer rodeados de amor y seguridad, que nunca les falte de comer, que siempre tengan tiempo para jugar hasta cansarse, que tengan siempre una escuela cerca de casa que los reciba gratuitamente y los forme hasta que sean adultos humanistas con un trabajo remunerado y encuentren la felicidad. Nadie es más sofisticado o inteligente por manifestar que odia a niños o adultos mayores.
Que muera el México del odio, el racismo, el clasismo, el machismo, la homofobia, la apatía y también la hipocresía, que sigue presente incluso en las huestes de los nuevos conversos a la izquierda. No es del todo su culpa, pues vienen de muchos años de adoctrinamiento por el triunvirato que formaban iglesia, gobierno y medios de comunicación; y no a todo mundo le es fácil deslindarse de prejuicios fosilizados. Pero una cosa sí es cierta.
Resulta antinatural vivir en el México del siglo XXI, el de la cuarta transformación, sin profesar amor y respeto no solo por todas las personas sin distingo alguno, sino también por todo lo vivo, todo lo que crece, todo lo que mantiene el equilibrio que se venía rompiendo desde hacía cinco siglos con la conquista. Todos tenemos un valor único. Ni tus gustos, aficiones, conocimientos o formación te hacen más especial que el resto.
Que viva el México de quienes se forman y forman a los demás. Que quede claro, si el conocimiento es poder, éste siempre debe ser un poder compartido de manera irrestricta. Todos parejos en todo sentido y sin pretexto. Los círculos de estudio, las asambleas, las transmisiones de redes sociales, las casas de cultura, los centros comunitarios, el boca a boca; todo sirve para aprender y enseñar.
Todos potencialmente somos maestros, y en el momento que el conocimiento llega a nosotros, estamos obligados a transmitirlo. Preservar solo en nosotros mismos el conocimiento sin transmitirlo a los demás solo para sentirnos superiores, es una postura reaccionaria. Prefiero pensar que el conocimiento es amor; demuéstralo.
Que muera el México elitista del «pásele, licenciado». Deben ir quedando atrás los tiempos de las élites ilustradas que son adoradas por una chusma intencionalmente desinformada. Basta del culto a las profesiones, porque si impera la igualdad, lo correcto es que todos podamos estudiar lo que queramos y hasta donde queramos.
Al rendir pleitesía al que sí pudo estudiar, seguimos normalizando la desigualdad. Y la pertenencia a una u otra institución no nos hace mejores personas, eso se demuestra con los actos y no con una credencial, ni portando emblemas, ni poniendo estos mismos como foto de perfil en redes sociales, ni con un papel enmarcado colgando en un muro. Regala libros, recomiéndalos, ayuda a los jóvenes a estudiar o a ingresar a una escuela pública. Propicia que todos lleguen tanto o más lejos que tú.
Que viva el México fraterno en que cien manos se tienden ante ti para levantarte cuando caes, en que todos nos acercamos a empujar el auto que se quedó parado por una falla en medio de la calle, en que recogemos la mercancía del tamalero a quien se le volteó su carrito, en que levantamos la fruta caída de un puesto del tianguis en vez de embolsárnosla o patearla, en que ayudamos al hermano migrante que no vino aquí por gusto, como no lo hicieron nuestros paisanos en EE.UU.
Ese México en que las tragedias son más llevaderas cuando se desata la ayuda humanitaria en oleadas, por la vía económica, en especie o en voluntariado. El México en que la fiesta del pueblo la preparamos entre todos y al final todos recogemos nuestra basura. Y no por procurar nuestra legítima felicidad dejemos de mirar hacia afuera. Que viva Palestina libre.
Que muera el México de la desinformación. Los núcleos urbanos ya no deben distinguirse por albergar a personas enconchadas en una vida cómoda en la que se tiene la percepción infundada de que uno parece más inteligente cuando critica al gobierno solo porque eso pensabas de quienes lo hacíamos en décadas pasadas, cuando vivíamos en el régimen neoliberal.
Aunque cueste trabajo aceptarlo para algunos, al gobierno actual sí le importa el pueblo. Lo que toca es salir de esa burbuja de entretenimiento barato en que vivimos por inercia para informarnos por la vía de los múltiples esfuerzos independientes que existen actualmente y que hicieron que millones se politizaran a ritmo acelerado.
No por nada, AMLO dice hasta la fecha: «benditas redes sociales». Que se queden en el basurero de la historia los voceros de la oligarquía con todo y su aspecto pulcro para la pantalla televisiva o su voz impostada que en la radio solo disfraza el odio y la ignorancia.
Que viva el México orgulloso de su pasado y su presente. Ya es motivo de orgullo portar a Quetzalcóatl en fiestas patrias y a Mictlantecuhtli en día de muertos. Somos una nación multiétnica donde se hablan 68 lenguas originarias, que son lenguas, idiomas; no dialectos.
Aprendamos al menos una para acceder a todo un mundo de cosmogonía poética y conexión con la naturaleza. Escuchemos pirecuas, huapango, canto cardenche, chilenas, banda sinaloense, mariachi, son jarocho, polka, trova yucateca, norteñas y hasta el hip hop callejero de nuestros jóvenes, a quienes debemos seguir formando para que aprecien todo lo demás.
Explora a fondo tu pasado y el de tu comunidad. Siéntete muy orgulloso de todos los recuerdos que atesoras y vive intensamente junto a quienes amas para crear nuevos recuerdos que puedas atesorar, y así, cuando envejezcas, se conviertan en experiencias y sabiduría que podrás transmitir a quienes vienen detrás.
Que muera el México malinchista que considera “naco” todo lo que representa la mexicanidad en términos populares. Nombrar las cosas en inglés u otras lenguas europeas no es ningún timbre de orgullo o prestigio. Si un producto es “americano” o alemán no tiene por qué ser mejor que uno mexicano; recuerda que simplemente son nuestros socios comerciales y la idea es competir en igualdad de condiciones. Hablar inglés no te hace más inteligente ni “preparado”.
El idioma que hablamos y nuestra particular versión del mismo atienden exclusivamente a nuestra necesidad de comunicarnos. La lengua española nos tocó de rebote, y pues ni modo, ya es parte de nuestra identidad. Sin embargo, ir por la vida rindiéndole pleitesía a la “real academia” no te hace mejor persona que todos aquellos que no tuvieron las mismas oportunidades para instruirse y aun así viven digna y felizmente sin perseguir quimeras aspiracionales para agradar o impresionar a terceros.
Que vivan tú, tu nombre, tu sonrisa, tu recuerdo y tu legado; y que vivan por siempre. Que tu alma nunca sucumba ante la oscuridad y que siempre que extiendas la mano, incluso en el momento más oscuro, ésta se toque con otra tan amorosa y fraterna como la tuya. Que viva la lucha que te trajo hasta aquí y la de los gigantes desde cuyos hombros miramos hacia el futuro.
Mexicano por designio divino y privilegio cósmico, álzate orgulloso bajo este sol otoñal, con tu corazón latiendo y tus ojos brillando, para abrazar la nueva era que hemos forjado juntos. No sabes cuánto te amo, hermano revolucionario, hijo de Cuauhtémoc, que murió de pie como lo haremos nosotros.
Y por supuesto, las veces que sean necesarias, hasta que se nos quiebre la voz de emoción:
¡VIVA MÉXICO, CABRONES!
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