Brasil: Juicio a Jair Bolsonaro por intento de golpe de Estado. Le podrían caer hasta 43 años de cárcel junto a sus generales cómplices
Regeneración, 3 de septiembre 2025-El juicio histórico contra Jair Bolsonaro por su papel en el intento de golpe de 2023 remueve los cimientos institucionales de Brasil
Además, está reconfigurando el delicado equilibrio político del Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva.

Mientras el expresidente ultraderechista enfrenta un proceso judicial sin precedentes, la coalición que sostiene al actual mandatario se fragmenta.
Esto debilita su capacidad de maniobra en el Congreso y proyecta incertidumbre sobre el futuro inmediato del país.
Retiro de ministros
La decisión de los partidos conservadores de retirar a sus ministros del gabinete refleja el impacto que el juicio tiene sobre la política brasileña.
Ambos partidos buscan impulsar una amnistía para los implicados en la intentona golpista, aunque sin rehabilitar al propio expresidente, que se mantiene inhabilitado.
El gesto es interpretado como un desafío a Lula y un signo del peso que aún conserva el bolsonarismo en la agenda política nacional.
La salida de André Fufuca (Deportes) y Celso Sabino (Turismo) debilita la estrategia de Lula de ampliar su base con apoyos de centro y derecha.
La coalición pierde cohesión, mientras el Ejecutivo necesita reforzar su capacidad legislativa para sacar adelante proyectos que reviertan la caída de popularidad del oficialismo.
Dimensión judicial
En paralelo, la dimensión judicial del caso Bolsonaro introduce una tensión inédita en la historia democrática de Brasil.
Por primera vez, un expresidente y antiguos ministros de alto rango responden ante el Tribunal Supremo por un intento de subvertir el orden constitucional.
El juez Alexandre de Moraes, convertido en la figura central del proceso, ha defendido sentar un precedente que blinde la democracia frente a aventuras autoritarias.
La transparencia del juicio, transmitido en directo y seguido por miles de ciudadanos, refleja la relevancia histórica del momento.
Un país dividido

Sin embargo, el impacto político va más allá del ámbito judicial. El bolsonarismo, privado de su líder en las urnas, busca recomponerse alrededor de figuras emergentes.
Entre ellos se encuentra el gobernador de São Paulo, Tarcísio de Freitas que aparece ya como un potencial candidato presidencial.
Esta recomposición de la derecha podría reconfigurar el escenario electoral de 2025, manteniendo la polarización que ha marcado la política brasileña en la última década.
Lula, por su parte, enfrenta un dilema complejo:
Mantener la alianza con sectores conservadores que exigen concesiones frente a la justicia.

O reafirmar la autoridad institucional en defensa de la democracia, aun a riesgo de perder gobernabilidad en el Congreso.
La reducción de su base legislativa, que quedaría en 259 escaños, amenaza con dificultar la aprobación de reformas clave y condicionar la agenda del Ejecutivo.
El trasfondo de esta crisis revela un país dividido en dos mitades irreconciliables.
Garantía de justicia
Para una parte significativa de la sociedad, el juicio a Bolsonaro es una garantía de justicia y un paso necesario para fortalecer la democracia.
Para otra, se trata de una persecución política que alimenta la narrativa de victimización del expresidente. En este clima, el riesgo de que la sentencia —sea cual sea— termine profundizando la polarización es alto.

El desenlace del juicio no solo determinará el futuro político de Bolsonaro, sino que también pondrá a prueba la resiliencia de la democracia brasileña.
Lula, que ha insistido en que el expresidente debe tener derecho a defenderse, busca proyectar una imagen de respeto institucional.
Pero sabe que su Gobierno se juega mucho más: la estabilidad de una coalición heterogénea y la capacidad de sostener un proyecto político.
Frente a una oposición que, aún fragmentada, conserva un peso social y electoral nada desdeñable.
Brasil atraviesa así uno de los momentos más delicados de su historia reciente, donde justicia y política se entrelazan en un tablero de alto riesgo.
El juicio a Bolsonaro no solo es una causa penal: es un espejo que refleja las fragilidades de una democracia joven.

Así como las tensiones de un sistema político que aún busca el equilibrio entre pluralismo, gobernabilidad y rendición de cuentas.













