Por Ramiro Padilla
RegeneraciónMx.- Hay pocas cosas más irritantes que intentar debatir con alguien de derecha. No tienen argumentos. Tienen opiniones. Pensemos. La idea primaria de un debate es contrastar argumentos. No se trata de denostar, sino con base en los principios dialécticos establecer un diálogo para que el público que ve el debate saque sus conclusiones.
Sí, no se trata de gritos y sombrerazos. Me ha tocado ver cómo operan desde el cinismo, construyendo medias verdades, sofismas.
Una de las principales carencias de nuestro país ha sido precisamente la falta de pensamiento crítico. Personas con títulos universitarios con analfabetismo funcional. Esa es la herencia del sistema neoliberal, orientado a la producción de técnicos, no pensadores. Por ello el ataque a las humanidades cuyo mayor ejemplo fue la UNAM, bastión del pensamiento de izquierda en el país.
Me resulta imposible ver los debates por lo mismo. No importa cuán preparado esté el debatiente de izquierda, el público reaccionará precisamente porque está educado en los reality shows, a reaccionar de manera positiva al que grite más, como si se tratase de un espectáculo televisivo, no un debate.
En filosofía se habla de la creación de un sentido común, esto es: cuando la sociedad se pone de acuerdo en algo. Por ejemplo, en Estados Unidos todos están de acuerdo en que el socialismo es malo per se. No hay necesidad de discusión porque es un tema axiomático. Ya no necesita comprobación.
La pauperización de la educación en México dejó generaciones inutilizadas para el pensamiento crítico. Un montaje se toma como una verdad rotunda. La teoría del mínimo común denominador (aquella que dice que todos los políticos son iguales) ha sido de mediano éxito para la derecha. Hay un sector de la población que lo cree a pie juntillas, lo cual imposibilita el debate civilizado.
En las redes sociales, a diario veo un desfile de mentes colonizadas. Porque una labor de larga data es precisamente aquella donde se interiorizan ciertos valores (o antivalores) que terminan por ser verdades incontestables.
Se repiten palabras sin sustento, como Venezuela o socialismo, tiranía o comunismo, que deberían mover a la risa si no fuese porque muchos las creen.
Un simple análisis objetivo echaría por tierra cualquiera de estas mentiras. Por ello, es imposible discutir o debatir con alguien que ya ha aceptado estos conceptos. Pecaría de inocente si pensara que el nivel del debate se va a elevar en el corto plazo. Para ello requeriríamos reeducar a un buen sector de la población y esa es precisamente la labor que nos hemos echado a cuestas.
Nosotros estamos atados a la verdad, mientras la derecha tiene no solo todos los medios de comunicación a su favor, sino mucho capital acumulado de las décadas de saqueos.
Estamos inmersos en una guerra cultural contra una minoría rapaz, incapaz de ceder sus privilegios por la buena. Y allí no hay debate.
Nos corresponde la tarea de de-colonizar las mentes para que entiendan algo; no hay país viable donde no exista una visión comunitaria.
El individualismo como vía para entendernos fracasó de manera estrepitosa. Luchemos por cambiar la realidad contra una derecha que no sabe debatir, solo da manotazos en la mesa para que su público les aplauda.
Pero nosotros ganamos. Y determinamos la agenda. Que no se les olvide a ellos. Y a nosotros tampoco.
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* Narrador y ensayista ensenadense, es autor de México para extranjeros, Poder sociedad e imagen y El pequeño chairo ilustrado.