La mirada de las plantas, de la realidad virtual al turismo de los placeres espirituales

La mirada de las plantas, una novela del escritor boliviano Edmundo Paz Soldán profundiza en cómo los saberes ancestrales se han convertido en una atracción turística para las personas que van a la selva en busca de chamanes para que los adentren en experiencias espirituales, sin saber que dichos saberes pueden ser la puerta algo denso y peligroso

La mirada de las plantas, una novela del escritor boliviano Edmundo Paz Soldán profundiza en cómo los saberes ancestrales se han convertido en una atracción

 

Por Martha Rojas

RegeneraciónMX.La mirada de las plantas (Editorial Almadía) es la más reciente novela del autor boliviano Edmundo Paz Soldán, quien recuerda que tuvieron que pasar alrededor de diez años antes de poder ficcionar lo que había vivido en el chapare, una región fronteriza que delimita Bolivia y Brasil, en dónde confluyen el español y el portugués, una zona salvaje, mística y proclive al comercio de las experiencias espirituales. 

Es justamente en La mirada de las plantas, en dónde Edmundo puede bañar de ficción la expectación ante los saberes ancestrales y desconocidos, en dónde puede reflexionar los estragos de la modernidad y la explotación del caucho, y casi cualquier materia prima, que emana del Amazonas. 

En La mirada de las plantas Edmundo plantea la historia de Ry, un científico que está por crear un juego de realidad virtual, pero no se trata de cualquier espectáculo tridimensional. Este quiere llevar hasta el televisar del cómodo espectador la experiencia de lo sobrenatural y el sentido de la espiritualidad. Para ello, recurre a los misterios de la selva ocultos en la plantas. Recurre a los saberes chamánicos para penetrar en las fauces de su mente. Lo consigue, pero el resultado es abrumador y cuando se da cuenta, ya es demasiado tarde. Las telarañas de su dolor lo tienen atado. 

» No es un juego, cuando accedemos a estás plantas en busca de estás visiones no estamos jugando porque podemos encontrar cosas que no nos gustan, cosas pesadas», sentencia tajante Edmundo con la autoridad que le dan los años de visitas a la selva del chapare y consciente de que detrás de los ritos chamánicos, también hay interés comerciales de por medio. 

«La selva no es un lugar que te reciba con los brazos abiertos. Es un lugar hostil, en el que suceden muchas cosas al mismo tiempo. La primera vez que viaje ahí fue por la invitación de un amigo, y una inundación que cerró el aeropuerto por seis días nos impidió salir. Obviamente ví cosas fuertes, me impacto también la manera en que la selva era deforestada por la explotación del caucho. 

«Hablé con algunos chamanes que me contaron lo preocupados que estaban por dar a los turistas las alucinaciones que buscaban. Ellos van en busca de esta experiencia mística y con la idea de que al ingerir determinas plantas, lo que van a tener es una alucinación, pero a veces pasa que no, que solo hay sentimientos fuertes y no necesariamente alucinaciones, pero cuando acaba el ritual los turistas se enojan con el chamán porque no han visto nada, así que ahora los chamanes procuran dejar contentos a los turistas y los extractos de las plantas agregan otras cosas que garantizan que ellos puedan ver visiones, y es aquí donde se vuelve peligroso. Experimentar con este tipo de cosas no es un juego del que podamos salir en el momento que deseamos porque entre los efectos también hay la pérdida de la voluntad en el sentido de que ya no nos guste lo que vemos y podamos parar. Por el contrario las sensaciones y alucinaciones pueden intensificarse hasta un punto del que ya no hay retorno», narra Edmundo desde si casa en Cochabamba, Bolivia, muy cerca del Chapare.