Por: Joel Beinin | Jadaliyya.com (traducción: Sinfo Fernández)
Regeneración, 7 de agosto 2014.-El 30 de junio, Ayelet Shakek, presidente de la facción de extrema derecha de la Knesset, el Partido ha-Bayit ha-Yehudi (Hogar Judío), y miembro clave del gobierno de coalición dirigido por el Primer Ministro Netanyahu, publicóen su página de Facebook un artículo inédito escrito por el fallecido Uri Elitzur. Elitzur, un periodista defensor de los colonos y los asentamientos y ex jefe de gabinete de Netanyahu, escribió:
“Detrás de cada terrorista hay docenas de hombres y mujeres sin los cuales no podría implicarse en actos de terrorismo… Todos ellos son combatientes enemigos y su sangre caerá sobre todas sus cabezas. Actualmente, esto incluye también a las madres de los mártires, que les envían al infierno con flores y besos, por lo que deberán seguir el destino de sus hijos. Nada sería más justo. Hay que acabar con ellas, así como con el entorno físico donde crecen las serpientes. De otro modo, pequeñas nuevas serpientes continuarán creciendo allí.”
El escrito de Shaked apareció el día en que se descubrieron los cuerpos de los tres colonos adolescentes secuestrados, Fraenkel, Gilad Shaar y Eyal Yifrad. Y ha recibido desde entonces más de 5.200 “Me gusta”.
Durante más de dos semanas, Netanyahu y los medios de comunicación llevaron al país a un estado de histeria total, acusando a Hamas de ser responsable del secuestro de los adolescentes aunque sin proporcionar prueba alguna en que apoyar esa afirmación, fomentando las esperanzas de que iban a encontrarles vivos aunque el gobierno sabía que era muy probable que los chicos hubieran sido asesinados a los pocos minutos de su secuestro. Sus muertes proporcionaron un pretexto para nuevas expresiones violentas, más agresivas que nunca, del racismo israelí antiárabe.
La brutalidad de Mordechai Kedar, profesor de literatura árabe en la Universidad de Bar Ilan, fue incluso más original que el propósito meramente genocida de Shaked y Elitzur. “Lo único que puede disuadir a terroristas como los que secuestraron a los muchachos y les asesinaron”, dijo, “es saber que su hermana o su madre van a ser violadas”. Como “experto” inmerso en la esfera de una universidad, la atroz sugerencia de Kedar se basaba en su “conocimiento” de la cultura árabe. “Suena muy mal, pero así es el Oriente Medio”, explicó, apresurándose a añadir: “No estoy hablando de lo que deberíamos o no deberíamos hacer. Estoy hablando de realidades”.
El racismo se ha convertido en un componente legítimo, por tanto integral, de la cultura pública israelí, haciendo que afirmaciones como esa parezcan “normales”. La devaluación pública de la vida árabe posibilita que una sociedad, que se considera a sí misma como “iluminada” y “democrática”, envíe reiteradamente a su ejército a masacrar a la en gran medida indefensa población de la Franja de Gaza; 1,8 millones de personas, en su mayoría descendientes de los refugiados que llegaron durante la guerra árabe-israelí de 1948, y que en mayor o menor grado están viviendo en una cárcel desde 1994.
Por otra parte, cualquier gesto conciliador es despreciado. Sólo dos días después del escrito de Shaked en Facebook, judíos ortodoxos secuestraron a Muhammad Abu Jdeir, de 17 años, de la barriada Shuafat de Jerusalén Este, y le quemaron vivo en el Bosque de Jerusalén. Amir Peretz (Hatnua) fue el único ministro del gobierno que visitó a la afligida familia. A causa de este gesto, recibió docenas de correos en su página de Facebookamenazando de muerte tanto a él como a su familia. Mientras tanto, grupos de vándalos destruían los memoriales levantados en recuerdo a Abu Jdeir en el lugar de su inmolación.
La comunidad internacional ve habitualmente las manifestaciones del violento racismo israelí sólo cuando se producen ataques contra la Franja de Gaza, Cisjordania o el Líbano. Pero la creciente y emponzoñada cultura pública antiárabe y antimusulmana de Israel va preparando el terreno de la opinión pública interna mucho antes de cualquier operación militar, inmunizando así al ejército de la mayoría de las críticas por sus “excesos”. Además, el sentimiento antidemocrático y racista israelí se dirige cada vez más contra los ciudadanos palestinos de Israel, que representan el 20% de la población.
El Ministro de Exteriores, Avigdor Lieberman, del Partido Yisrael Beytenu (Israel es Nuestro Hogar) consiguió su reputación política a partir del eslogan “No hay lealtad, no hay ciudadanía”, que exigía que los israelíes palestinos juraran fidelidad al Estado de Israel como condición para conservar su ciudadanía. Desde 2004, Lieberman ha defendido también que se “transfiera” a los israelíes palestinos que residen en la región del Triángulo a un futuro estado palestino, anexionando a Israel la mayoría de los asentamientos de Cisjordania. En noviembre de 2011, Haaretz publicó una lista parcial de diez proyectos de ley en varias fases de legislación sobre “lealtad de la ciudadanía”, diseñados para “determinar ciertos derechos ciudadanos dependiendo de la ‘lealtad’ al Estado”.
Mientras Lieberman y otros miembros de la Knesset buscan canales legales para socavar legalmente la ciudadanía de los israelíes palestinos, sus derechos civiles corren ya serios peligros. En 2010, dieciocho rabinos locales advirtieron que la ciudad galilea de Safed se enfrentaba a una “absorción árabe” e instruyó a los residentes judíos para que informaran y boicotearan a los judíos que vendieran o alquilaran viviendas a los árabes. Además de fomentar viviendas segregados, el jefe rabino de Safed, Shmuel Eliyahu, trató de prohibir que estudiantes árabes asistieran a la escuela profesional de Safed (alrededor de 1.300 israelíes palestinos están matriculados allí, algunos de los cuales viven en Safed). La declaración rabínica incitó conductas violentas de los judíos religiosos que gritaban “Muerte a los árabes”, lo que hizo que el columnista de Haaretz Gideon Levy calificara Safed como la “ciudad más racista” de Israel. En Karmiel y Nazaret de Arriba, ciudades establecidas como parte de la campaña de Israel para “judaizar la Galilea”, las autoridades electas han llevado a cabo campañas similares.
Los integrantes de la Knesset que son israelíes palestinos sufren habitualmente los abusos verbales de sus “colegas” judíos. Por ejemplo, Hanin Zoabi (Alianza Democrática Nacional), que participó en la Flotilla de la Libertad de 2010 a la Franja de Gaza que fue atacada por comandos israelíes, que mataron a nueve turcos (uno de los cuales tenía también la ciudadanía estadounidense), ha sido especialmente vilipendiada. En la pelea verbal por el asesinato de los tres adolescentes, el Ministro de Exteriores Lieberman la llamó “ errorista”. Para no ser menos, Miri Regev (Likud) dijo que Zoabi debería ser “expulsada a Gaza y despojada de su inmunidad [Knesset]. Otros miembros de la Knesset –de partidos en teoría “liberales”- se sumaron a tal petición. [Actualización: el pasado 29 de julio, Hanin Zoabi fue suspendida de la Knesset].
La violencia contra los árabes en el “Gran Jerusalén” y sus alrededores, anexionados por Israel, es especialmente intensa. Gran parte de esa violencia es obra de los judíos ortodoxos. La Liga de Defensa Judía, prohibida en Israel en 1994 y definida por el FBI como organización terrorista en 2001, y varios grupos similares atacan y acosan regularmente a los árabes. El día del funeral de los tres adolescentes secuestrados, unos doscientos israelíes arrasaron las calles de Jerusalén gritando “Muerte a los árabes”. La tarde anterior, fanáticos seguidores del club de futbol Betar de Jerusalén, conocidos como La Familia, se manifestaron gritando “Muerte a los árabes”. El mismo grito se escucha frecuentemente en los partidos del equipo, que está asociado al Likud y no contrata jugadores árabes. Marchas del odio, palizas y disparos a los árabes y la destrucción de sus propiedades, habituales desde hace tiempo en Cisjordania, se han convertido en sucesos regulares en el mismo Israel durante el último mes.
Los proyectos de ley sobre ciudadanía-lealtad, la designación de Safed como “la ciudad más racista”, los ataques lanzados contra los funcionarios electos palestinos y la violencia de las turbas contra los árabes se produjo todo ello antes de Israel lanzara el 8 de julio la Operación Marco Protector. La operación –denominada en Israel de forma más agresiva como “Abismo Rotundo” en hebreo- constituye el tercer asalto de Israel contra la Franja de Gaza desde 2008. Hasta ayer, 29 de julio, el número de víctimas palestinas en esa operación había superado las 1.200 [más de 1.800 el 6 de agosto], la mayoría de ellas civiles. También han muerto 32 soldados [63 en fecha 6 de agosto] y tres civiles israelíes. Los responsables de la seguridad israelí llaman sardónicamente a estas operaciones “segando la hierba” porque los observadores bien informados saben que no pueden desarraigar a Hamas y que es capaz de reconstruir su capacidad militar. No hay estrategia a largo plazo, excepto, como Gideon Levy, señaló, matar palestinos. El teniente general (en la reserva) Oren Shachor elaboró: “Si matamos a sus familias, eso les aterrará”.
¿Qué es lo que podría disuadir a Israel?
[Este artículo apareció originalmente en unas series especiales publicadas los fines de semana en el blog de la Stanford University Press.]
Joel Beinin es profesor de Historia y profesor de Historia del Oriente Medio en la Universidad Stanford. Entre 2006 y 2008 ocupó los mismos puestos en la Universidad Americana de El Cairo. Es uno de los editores del Middle East Report. Entre sus libros más recientes destacan: Social Movements, Mobilization, and Contestation in the Middle East and North Africa (Stanford University Press, 2011), coeditado con Frédéric Vairel; The Struggle for Worker Rights in Egypt (Solidarity Center, 2010); y Workers and Peasants in the Modern Middle East (Cambridge University Press, 2001).
Fuente: http://www.jadaliyya.com/pages/index/18732/racism-is-the-foundation-of-israels-operation-prot