La pobreza explicada por “un verdadero enciclopedista”

“¿En qué nos afecta que Carlos Slim tenga antenas de transmisión, minas y  productoras de cemento?” Sergio Sarmiento, “verdadero enciclopedista”.

Por Ricardo Sevilla

La pobreza y la desigualdad no tienen nada que ver con la ética o la filosofía, como algunos cándidos pensábamos.

Y tampoco entenderemos estos temas si perdemos tiempo estudiando la conducta humana o la moral (lo correcto y lo incorrecto,​ lo bueno y lo malo, y todas esas cosas aburridas).

¿Y si intentamos observar la pobreza y la desigualdad sumergiéndonos un poco en aquello del buen vivir (o eudaimonía), como sugería Aristóteles? No. Mejor no hacerlo, porque ninguno de estos asuntos enroscados podría hacernos entender qué es exactamente la pobreza o la desigualdad.

Y es que, de acuerdo con un “verdadero enciclopedista”, que ha surgido de donde nadie lo esperábamos (el neoliberalísimo periódico Reforma), resulta que la pobreza y la desigualdad son temas menos complejos de lo que imaginábamos.

De hecho, después de leer a este “verdadero enciclopedista”, casi podríamos afirmar que todas aquellas históricas generaciones de economistas, antropólogas, sociólogos, etnólogas, politólogos y psicólogas que han consagrado sus vidas a explorar los aspectos estructurales de la pobreza y la desigualdad, sólo se han dedicado a perder el tiempo. ¿Y saben por qué? Porque ahora, gracias al “verdadero enciclopedista” del periódico Reforma, sabemos que la pobreza es simplemente “un problema de dignidad humana”.

¿Y saben qué quiere decir eso? No poca cosa. De hecho, este “verdadero enciclopedista” no ha obsequiado la gran revelación para erradicar el problema que, hasta el día de hoy, tenía al mundo de cabeza. Y es que si los pobres cobran cuenta de su “dignidad humana”, la pobreza se acabará en breve. ¡Claro! Porque la dignidad, como bien se sabe, es una cualidad consustancial del ser humano y no depende de ningún tipo de condicionamiento externo.

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Así las cosas, si usted o yo o cualquier persona pobre, decidimos enarbolar nuestra “dignidad humana”, no sólo podremos dejar de ser pobres sino, incluso, hacernos ricos o, si nos va mejor, hasta millonarios. ¡Vaya cosa! Y uno sin saber que basta hacer acopio de “dignidad humana” para superar la desigualdad económica entre clases, el desempleo, la corrupción, los problemas educativos, los bajos ingresos y, sin duda, hasta el outsourcing. De haberlo sabido antes la fórmula, seguro, a esta hora ya hubiéramos erradicado a los más de 700 millones de pobres que hay en el mundo. Y todo ello sólo con “dignidad humana”.

La fórmula para superar la pobreza ⎼no la olvidemos: una imbatible “dignidad humana”⎼ ya la tenemos anotada. Pero ¿y cómo podremos superar la desigualdad que todo lo inunda?

Pues resulta que el “verdadero enciclopedista” también tiene receta para superar la desigualdad ¡Qué afortunados somos! ¿Y qué recomienda para erradicar la opresión, la exclusión, el racismo y el clasismo que propician la desigualdad? ¿Qué acciones debemos emprender para combatir y suprimir la desigualdad? Y aquí, una vez más, el “verdadero enciclopedista” nos sorprende con su audaz propuesta: basta con dejar de ser envidiosos para que la desigualdad se termine. ¿Cómo? Pues así de simple, porque “la desigualdad es un simple problema de envidia”, nos revela Sergio Sarmiento (sí, sí, es él nuestro “verdadero enciclopedista”).

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Pero ¿y entonces dónde quedan aquellos análisis sobre la desigualdad que tanto se afanó en argumentar Niklas Luhmann, por ejemplo? ¿Nos aportarán algunas luces sobre el tema? ¡Para nada! Y es que esas explicaciones, que en ninguna parte contemplan la envidia como motor de la desigualdad, parece que sólo sirven estorbar y enrarecer el tema. ¿Diferenciación entre las clases sociales? ¿Inclusión/exclusión? ¡De qué hablaba aquel señor alemán! “¡La desigualdad es un simple problema de envidia!”, nos dice velozmente Sergio Sarmiento, superando incluso las muchas dificultades que tiene para que la lengua no se le cuatropee.

Y entonces, un poco decepcionados de nosotros mismos, nos preguntamos si todo ese amasijo de teorías y métodos que, desde hace siglos, se ha ido conformando para analizar, discutir y problematizar la desigualdad ha sido un fiasco.

Y parece que sí, porque al concluir su exposición, Sergio Sarmiento, desde el fondo de sus anteojos carmesíes, le lanza al público una mirada jupiterina, mientras dice, con la arrogancia de un “verdadero enciclopedista”, que no le interesa un comino hablar sobre la desigualdad porque “es tonto concentrarse en ese tipo de problemas”.