Militares dirigieron las operaciones contra normalistas en Iguala, revelan

La represión desatada en Iguala contra los normalistas de Ayotzinapa fue conducida por militares. Mediante las cámaras del C4 en Iguala, soldados monitorearon los movimientos de los jóvenes en la ciudad. 

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El sargento segundo de Infantería, Felipe González Cano, reportaba las acciones al coronel José Rodríguez Pérez, principal mando del 27 Batallón de Infantería, quien estuvo al tanto de los hechos en Iguala. Esto revela el libro “La guerra que nos ocultan”, de los periodistas Francisco Cruz, Félix Santana y Miguel Ángel Alvarado.

Por Maribel Gutiérrez |   El Sur de Acapulco

Regeneración, 10 de agosto de 2016. Los crímenes del 26 y 27 de septiembre contra los estudiantes de Ayotzinapa, que dejó tres jóvenes muertos y 43 desaparecidos, son una acción de contrainsurgencia, afirman los autores del libro el libro “La guerra que nos ocultan”, de los periodistas Francisco Cruz, Félix Santana y Miguel Ángel Alvarado.

Con la represión desatada en Iguala, “que fue conducida por el Ejército”, el Estado buscó dar un golpe de muerte a la Normal Rural Isidro Burgos de Ayotzinapa.

En el capítulo XII “Estado de sitio, la cadena de mando”, los autores exponen que militares dirigieron las operaciones contra los normalistas.

“En Iguala, los militares sustituyeron a los civiles del C4 e informaron en tiempo real a la Sedena, que está informada de lo que pasa en México mejor que el propio Presidente. Al salir a patrullar, una tropa siempre tiene una Orden de Fatiga, que detalla todo lo que hará y llevará en la misión, por intrascendente que sea.

“El Ejército siempre negará cualquier participación en los sucesos de Iguala. Sin embargo, fueron soldados quienes monitorearon desde el C4 la llegada de los jóvenes a la ciudad y uno de ellos, el sargento segundo de Infantería, Felipe González Cano, se encargó de reportar al coronel José Rodríguez Pérez —un toluqueño de 67 años de edad que apenas aguantó un año y medio en esa plaza—, responsable directo del 27 Batallón de Infantería, las actividades que desencadenaron un operativo que la milicia conoce como ‘Yunque y Martillo’ y que envolvió a los estudiantes de Ayotzinapa”.

Un grupo de encapuchados vestidos de negro “envolvieron a los estudiantes hasta desaparecerlos; fue un operativo bien coordinado a través de una maniobra realizada desde las sombras mientras se apagaba la mayoría de las cámaras que operaba el C4 de la histórica ciudad de Iguala”, explican los autores.

De acuerdo con la reconstrucción que hacen los periodistas, “hubo una conspiración para desaparecer a los estudiantes. Y no sólo intervinieron pandilleros y policías. Los verdugos hicieron maniobras diferentes y extrañas a las que ‘normalmente’ hacen los sicarios al servicio del crimen organizado o los policías”.

Contrainsurgencia y mineras

La Normal de Ayotzinapa se ha movilizado en defensa de la educación pública y de la propia Normal permanentemente bajo amenaza de desaparecerla, y ha sido un referente de apoyo para otros movimientos sociales de Guerrero, en defensa de los derechos humanos y de la justicia, de las tierras, los recursos naturales, como los minerales explotados por grandes empresas mineras extranjeras.

En el libro los autores dan especial atención a los grandes intereses económicos de las mineras, que definen como “un negocio más lucrativo que el narcotráfico”. Exponen que el gobierno busca garantizar el camino sin obstáculos para esos grandes negocios, y se encarga de quitarlos mediante la represión a los movimientos sociales que se les oponen y defienden las tierras y el agua.

En su investigación, Francisco Cruz, Félix Santana y Miguel Ángel Alvarado hablan de los intereses económicos de las mineras en la historia del país, de las concesiones otorgadas desde el siglo pasado por los gobiernos del PRI y después también por los del PAN.

Con base en informes de la Secretaría de Economía, exponen que Guerrero contiene en su tierra oro, y forma parte de una franja del país que también produce cobre, plata, molibdeno y plomo. Señalan que en Guerrero también hay titanio y uranio.

“El gobierno sabía desde 1958 que las localidades costeras, vírgenes además, de El Cayacal, donde está la misteriosa Mina 95, reportada escuetamente por el Anuario Geográfico y Estadístico de Guerrero 2014, y El Calvario, en Petatlán, también Guerrero, tienen grandes yacimientos de titanio. Y es que una angosta pero riquísima extensión de titanio atraviesa Jalisco, Colima, Michoacán, Oaxaca y por supuesto Guerrero.

“Esa franja, donde ya operan algunas empresas, como la canadiense Blackfire Exploration, entregará la mayor riqueza por sus aplicaciones prácticas. Así, se aprovecha la búsqueda de oro para ubicar al mismo tiempo al titanio, ‘el mineral del futuro’, como lo llaman y cuyo costo es de unos 25 dólares por kilogramo en los mercados internacionales”. El titanio es el metal estratégico para la industria de la telefonía celular, y también para la armamentista, aeronáutica, naval, ingeniería nuclear y para el equipamiento de alta tecnología.