Por Susana Torres Ortíz
A lo largo de los años, cada 2 de octubre se realiza una marcha con motivo de la matanza de Tlatelolco a esta manifestación se han sumado diversas causas sociales y ha servido para rememorar la violencia e impunidad del Estado, pero también la construcción de una historia de sacrificios y heroísmos. En ella, al igual que hace 53 años, se suman estudiantes de diversas instituciones del país, no sólo UNAM y Poli de la Ciudad de México; trabajadores del sector público y privado, padres de familia, hermanos e hijos, así como quienes permanecen en lucha y resistencia ante la impunidad. Es una marcha intergeneracional donde la memoria colectiva dice: “¡ni perdón ni olvido!”.
El movimiento estudiantil de 1968 se recuerda por la masacre ocurrida el 2 de octubre pero también por la confrontación ideológica, política y social entre el Estado y los estudiantes, elementos que hoy que forman parte de la memoria histórica, la cual definimos como aquellos recuerdos comunes que forman parte de la identidad social, del sentido de pertenencia y de continuidad histórica, éste es el legado del 68.
La palabra legado proviene del latín legatus y significa o hace referencia a la idea de delegar, de pasar una idea o capacidad a otra persona. En este caso, lo consideramos como una herencia no pensada de una generación a las siguientes generaciones, un obsequio a los jóvenes que se integran a un movimiento estudiantil, el conjunto de ideas respecto a la organización dentro de un sistema educativo formal.
Quienes participan en movimientos estudiantiles como #YoSoy132, #Todossomospolitecnicos o el reciente de la UNAM del 2021 conjugan, entre la memoria colectiva y la historia, frases, acciones, formas de organización, representaciones corpóreas, visuales y sonoras que se construyeron en 1968 y que son adaptadas para ser vigentes. ¿Cómo?
La marcha: Aun con pandemia, con cubrebocas, con consignas la marcha se realiza de forma pública dese el año 1988. Un momento de acción colectiva que conjuga años de demandas de los estudiantes.
La asamblea: Como órgano de participación democrática, funcional, abierta, explícita, donde las tensiones y conflictos están presentes y permiten la escucha activa y la toma de decisiones convencidos que representan a la comunidad, incluso de forma virtual como se experimentó durante la pandemia, las asambleas se realizaron para buscar acuerdos entre autoridades y estudiantes, con representantes por escuela y trabajo por brigadas.
El Pliego Petitorio: No porque fuera el primer pliego petitorio, sino porque lo que representa es un ejemplo de cómo condensar por escrito de forma sintética y para todo público lo que se esta buscando en ese movimiento.
Los lemas y consignas, heredadas y derivadas del 68 “¡2 de octubre, no se olvida, es de lucha, combativa!”, “¡Dos de octubre no es de fiesta, es de lucha y de protesta!”, “¡México Únete!”, “¡Libertad a los presos políticos!”, “¡Somos nietos del 68, hijos del 99, hermanos de 43!”, “¡Mamá nos vemos en la procu!”, “¡Educación, no represión!” , “¡No Claudiquemos!”, “¡Diálogo público!”, “¡El Movimiento Estudiantil continua!”, expresiones de fuerza, enfado permanente, antepuerta de fiesta.
La educación informal: es decir, los aprendizajes al participar en un movimiento estudiantil que se organiza de forma exactamente inversa a lo aprendido en la educación formal. Es decir, cambia una estructura vertical y autoritaria en horizontal y participativa. No explica la teoría de la acción social, es acción social a partir de la explicación de la realidad.
El uso de los espacios: Dentro de una escuela los cuerpos son inmovilizados por lo general a una banca, quedan paralizados por un uniforme, un corredor, un aula, un auditorio, desde el 68 se liberan y cada generación a su modo, hace suyos los espacios para expresarse en múltiples formas, no sólo las escuelas, también las calles las convierten en sus escenarios.
La juventud y la condición de estudiante es un denominador común, la participación en diversas formas y responsabilidades toma el legado del 68 para reconocer, recordar, aprender, reconstruir y refuncionalizar lo que a fuerza de represión y violencia permitió generar cambios tangibles, lentos en su mayoría pero que a la distancia resultan sumamente importantes.
El 68 aprendió de los movimientos estudiantiles que le antecedieron como fue el de 1956 en el politécnico, el del 67 en la Universidad Autónoma de Nuevo León, el movimiento de las normales en el norte y sur del país; así como los movimientos posteriores recibieron enseñanzas no dichas, ni escritas ni explicitas de organización y lucha.
Del #YoSoy132 en el 2012 nos quedó un antes y un después del uso de redes sociales, del #TodosSomosPolitécnicos en el 2014, la apertura para un Congreso Politécnico, del movimiento de contra la inseguridad en la Universidad de Guanajuato en 2019 despojo de estereotipos y prejuicios al bajío, los paros en escuelas preparatorias a lo largo del siglo XXI miran a los adolescentes como sujetos pensantes y así, múltiples movimientos estudiantiles que de una u otra forma se enlazan con la memoria colectiva de lo que fue el 68 protagonizado, pero no los únicos, por jóvenes estudiantes.