Por Ramiro Padilla
RegeneraciónMx.- Imagine usted que llega un candidato prianista a su casa. Es el 2023. Su única oferta es una televisión en blanco y negro de 13 pulgadas. Un modelo viejo y desgastado al que no le sirven siquiera los botones. Funcionan solo dos canales, televisa y Tv azteca y solo puede ver los noticieros de esas televisoras.
Le recomiendan que deje de usar streaming, laptop, teléfonos inteligentes y regrese a ese modelo que es binario. Luego usted se entera que para poder repartir esos aparatos, armaron una gigantesca tranza y descubre que cada aparato vale según ellos 50 mil pesos.
Le dicen que todo lo que ve por fuera de esa televisión en blanco y negro es mentira, que ellos son los únicos poseedores de la verdad. Pero usted recuerda que esas televisiones dejaron de usarse hace más de 30 años, quizá 40, y que esos noticieros no tienen nada nuevo que decirle.
Y usted se pregunta por qué cambiaría una pantalla gigante conectada al internet cuyo contenido puede escoger para regresar a un aparato obsoleto.
Esa es una analogía que escribí en las redes sociales. Hoy me sigo preguntando por qué este mismo discurso caduco sigue siendo atractivo para una parte de la población a la que no considero siquiera parte interesada. Pero vayamos por partes.
Considero parte interesada a los primeros perjudicados por un cambio de régimen político en el país. Estos quizás representen entre el 1 y 5% de los habitantes. Aquellos que se alimentaban de manera parasitaria del estado. Escuché decir de manera acertada que la clase empresarial mexicana tiene de empresaria muy poco. El término rentista me dijeron que era más adecuado.
Porque vivían de las rentas que le ofrecía el estado mediante un combo súper atractivo, un combo que ya ni los países más avanzados tenían; pago casi inexistente de impuestos, contratos a modo con el gobierno y salarios de hambre. Era obvio que la peor noticia que podían recibir era que llegase un gobierno que aplicara la tabula rasa.
Esto es, que los trataría como sujetos de derecho en toda la extensión de la palabra. Habrían de pagar ahora sí la parte de los impuestos que les tocaban, se revisarían los contratos leoninos (¿Les suena Iberdrola y tantos más?) y el salario mínimo, mantenido artificialmente y de manera criminal como uno de los más bajos del planeta que, por justicia y respeto a los trabajadores tan castigados, debería subir a los niveles que la quinceava economía del mundo demanda.
Quisiera decir que este asunto me sorprende pero debo reconocer que la labor desinformativa del aparato mediático-político-empresarial hizo la tarea al menos en un sector de la población. El problema para la derecha mexicana es el ocaso de su opinología neoliberal.
Entes caducos y rencorosos claman un regreso al status quo que por razones históricas y sociales, ya es imposible. Violeta Vázquez Rojas, excelente columnista y lingüista lo resumiría de manera magistral en un tweet contestándole a Denise Dresser:
“Los intelectuales consentidos de regímenes anteriores le llaman “polarización” a un fenómeno que no comprenden porque nunca imaginaron que pasaría: que su opinión ya no le importa a casi nadie. No es polarización, doctora, es su recién adquirida irrelevancia.”
La derecha es ese aparato obsoleto en blanco y negro al cual ya pocos voltean a ver si no es por razones de índole sentimental. Porque les recuerda un pasado que no va a volver donde el reloj marcaba la hora que ellos pedían.
Excelente semana.
Sigue a Ramiro Padilla en Twitter como @ramiroatondo