#Opinión: El “ciudadano” indignado | Miguel Martín Felipe

Desde que Andrés Manuel López Obrador tomó el poder, en 2018, un sector de la población descubrió la palabra “ciudadano”, y casualmente comenzó a ejercer su “libertad de expresión” a través de Twitter.

Desde que AMLO tomó el poder, un sector de la población descubrió la palabra “ciudadano” y comenzó a ejercer su “libertad de expresión” a través de Twitter.

Por Miguel Martín Felipe

RegeneraciónMx, 07 de mayo de 2022.- El episodio que se suscitó el pasado 4 de mayo de 2022, en que Vicente Serrano fue agredido por Héctor Suárez Gomís, resulta sumamente ilustrativo de los tiempos que vivimos.

Hasta la cima de la escala social mexicana hubo siempre una caterva de personas que nunca tuvieron necesidad de opinar acerca de cuestiones políticas. Se conformaron con el mensaje mediático suministrado convenientemente por el establishment. Dicho mensaje consistía en que las cosas no estaban bien, pero el presidente en turno era una representación digna y tenía la vista puesta en el futuro, porque invertía en infraestructura.

Sin embargo, con la llegada de un gobierno que representa todo lo contrario a su estilo de vida, se nota lo susceptibles que son a ser manipulados. Cuando en 2018 Andrés Manuel López Obrador tomó el poder, toda una maquinaria se comenzó a mover para que estos comunicadores hegemónicos; los “verdaderos periodistas”, según la creencia implantada por sus medios, comenzaran a satanizar al gobierno y al presidente. Se empezó a hablar sobre “la destrucción de México”, huida de capitales extranjeros, los niños con cáncer, las cifras de homicidio y el “pésimo manejo de la pandemia”, entre otros.

Ante esto, el mencionado sector montó en cólera, basado en un sentimiento de nacionalismo kitsch también construido por la industria mediática, descubrió la palabra “ciudadano”, y casualmente comenzó a ejercer su “libertad de expresión” a través de Twitter. Este último término lo he entrecomillado porque el grueso de la comunicación de Twitter por parte de este sector se basa en el denuesto hacia el presidente y hacia quienes lo apoyan. Ya que se trata de un sector privilegiado que ha tenido acceso a estudios superiores en instituciones de prestigio (incluso en el extranjero, aunque ello no garantiza una visión libre de prejuicios), se presuponen como superiores intelectuales, aunque se puede inferir que detrás hay un cierto racismo implícito.

Pues bien, uno de tantos personajes con esta descripción, de los cuales hay muchísimos pululando en redes sociales con mensajes de odio, es precisamente Héctor Suárez Gomís, hijo de Héctor Suárez, uno de los pocos actores mexicanos que han tratado de fomentar en la población una consciencia política madura, y de Pepita Gomís, artífice y conductora de un olvidado pero destacable esfuerzo de televisión educativa en México llamado Telekinder, que duró de 1963 a 1968 y para el cual Pepita se basó en el modelo del programa Rooper Room, que se transmitía en Baltimore. En contraposición con el legado de sus padres, Suárez Gomís ha abrazado la comedia estadounidense, el género stand-up comedy, pero adaptado al español. Sus resultados no han sido espectaculares, y no se le ha conocido algún proyecto relevante recientemente. Su auge de notoriedad se remonta a la época televisiva, cuando protagonizó el programa de la barra cómica del canal 2 de Televisa con un papel que bajo la óptica actual sería sumamente ofensivo para la comunidad gay: Diseñador ambos sexos, allá por el 2001.

Héctor Suárez Gomís es noticia por agredir a Vicente Serrano, a quien llama “periodista domesticado”. Irrumpe en la actualidad de los medios nacionales ya sin relevancia, tal vez añorando los tiempos en que la televisión pontificaba sobre aquello a lo que había que rendirle culto; pero también con una retorcida idea de hartazgo social inverso, que lo sienten los ricos por tres años de vivir bajo un gobierno de izquierda, y que resulta risible contra el hartazgo social que las clases desfavorecidas experimentaron por tantas décadas.

Este acontecimiento solo evidencia la falta de experiencia que los grupos hegemónicos tienen para resistir y organizarse en aras de pelear legítimamente contra aquello ante lo que no están de acuerdo. Sirvió también para evidenciar la visceralidad de actores políticos que simplemente no saben guardar las formas, como Sergio Mayer o Lilly Téllez, que lejos de seguir los cánones de la diplomacia, tan cuidados en la política mexicana, aplaudieron al llamado “pelón Gomís” sin tapujos.

Lo dicho, los tiempos están cambiando frenéticamente y ambos bandos tenemos mucho que aprender en esta nueva vida democrática donde, más que nunca, la premisa es definirse o morir.

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