#Opinión: El presidente AMLO no está solo porque hay pueblo

Por Ramón Cuéllar Márquez

RegeneraciónMx.- El presidente se la parte a diario. No se raja, con todos sus errores, a pesar de los ataques cada segundo (que la oposición y el “periodismo” de derecha llaman “críticas”). No les teme, los exhibe, los confronta, los pone en su lugar, como lo hemos visto en los tres años desde el 1° de julio de 2018, en especial las últimas semanas. Con respecto a su gobierno trata, hace, lleva a cabo según el proyecto de nación trazado desde hace dos décadas y enriquecido gracias a la colaboración de miles. Hay muchas carencias, todos piden, exigen debido a décadas de abandono, marginación, violencia y desigualdad.

Quisiéramos que nuestras particulares necesidades se resolvieran ya, según nuestro entender y necesidad inmediata; sabemos que tomará tiempo, así como llevó tiempo que nos metieran en el caos del neoliberalismo que por poco nos acaba como país. Son tantísimos los rubros y los rezagos, primordialmente el de la justicia en todos los sentidos. Debe ser difícil afrontar y enfrentar eso desde que te levantas hasta que te duermes, sin desfallecer, sin dar un paso atrás ni para tomar impulso, siguiendo ideales y convicciones, con pifias y aciertos. Tal vez muchos desde la comodidad no sabemos lo duro y tupido de estar ahí, que hay millones de personas queriendo que a la de ya se solucionen consignas y demandas, según las improntas y modelos de lo que debe ser.

El presidente está convencido (por eso tiene convicciones) de que el país requiere una transformación y lo hace según el espíritu que lo mueve, que es el sentido de justicia y democracia que enarbola y que seguimos millones. Me pregunto si tenemos ese mismo aliento, si aguantaríamos tanta mierda lanzada incluso por los que se dicen obradoristas. Porque una cosa es decirlo y otra es resistir, entender todos los embates que recibe. Que encabeza un movimiento desde la presidencia es verdad, pero los liderazgos deben ser más amplios y con los mismo ideales. Un solo hombre hace la diferencia, aunque si fueran miles de hombres y mujeres tendría una fuerza inusitada e indestructible.

Algo bueno ocurre en todo esto, no sabemos a profundidad por qué nos repite a diario que vivimos un momento estelar de nuestra Historia y de lo necesario que esto se vuelva realidad para seguir avanzando. Es obvio que no podemos ni debemos permitir el regreso de ese régimen que corrompió, robó, saqueó, mintió, creó privilegios monárquicos sexenales y extrasexenales para garantizar que el modelo del ultraje perviviera, sedándonos a través de los medios de comunicación con sus corifeos, mesas de análisis, noticieros pagados y vendidos que envenenan el alma, telenovelas y un mediocre futbol que promete hacernos sentir que otros ganarán por nosotros, pero no nosotros. Imbuidos en esa dinámica social, nunca nos planteamos lo cansado que podía ser que otros ganaran por nosotros porque era más fácil ver en televisión éxitos digeridos o fiascos descomunales, con nosotros fuera de los hechos: solo observadores y, en última instancia, pagadores de los fracasos de gobiernos corruptos y hasta de empresarios abusivos que ante sus pérdidas se servían del erario para solventar sus empresas privadas.

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Ahí va el Presidente, persiste, resiste, no desiste, escudado por sus máximas: no mentir, no robar y no traicionar al pueblo de México. No se detiene, lo ha mostrado y demostrado. En las pasadas elecciones la oposición, inspirados y guiados por su líder y patrón Claudio X, y en una tacita, pretenderían recuperar el dinero público, porque desde sus conciencias de clase y raza, los “menos afortunados” no debían estar al frente de un gobierno. Ante tales embates cotidianos, me pregunto: ¿somos obradoristas o qué cosa? Porque como ciudadanos que apoyan desde la periferia está bien, pero ¿hasta dónde queremos que este país realmente cambie?

En 2018 votamos masivamente; no obstante, ya descubrimos azorados que el voto no curó al país, que el cáncer ahí sigue, queriendo expandirse otra vez a todo el cuerpo, devorar lo que queda de vida. Quizá sea tiempo de que el voto pase de ser una papeleta electoral a un verdadero principio de cambio. Cada elección debiera tener esa carga intrínseca del poder que significa votar, decidir el rumbo, tipo de país y patria que queremos. Votar no es un privilegio, es un deber ciudadano que debe ir imbuido de conciencia social, de pensar en comunidad. Un voto mío es un voto por el otro, la otra, los otros, las otras, los otr@s. El voto de un intelectual vale lo mismo que un ranchero en la sierra, o el de un millonario de Las lomas y un indígena de los pueblos originarios, igual que uno de las comunidades LGTBQ+. Nadie encima de nadie. El dinero no puede ni debe ser la medida de todas las cosas, ni mucho menos un faro de luz para nadie, antes bien la humanidad misma debiera serlo.

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El Presidente no puede solo, hace mucho, se equivoca, pero no puede solo; cuenta con el apoyo de la gente, del pueblo, al que le tiene una fe ciega, sin inmutarse, porque ha percibido su dolor y su miseria. No podemos hacernos los desentendidos de que el país se está cimbrando, se está transformando, muchos no lo hemos comprendido en toda su dimensión. Es claro quiénes quieren el regreso a lo que padecimos, pero deber ser más claro cuántos seguiremos empujando para que el elefante reumático se mueva. Somos millones de manos para que la incertidumbre no nos venza, sino esgrimir la convicción, no claudicar a la primera de cambios y echar todo por la borda.

Ellos están hambrientos por restablecer su imperio de comodidades y prebendas; son humanos que ven su mundo derrumbarse frente a sus ojos, un mundo al que nosotros no teníamos ni tendremos acceso ni en sueños, pues ese no es el único propósito de estar organizados en una república democrática. Y lo entendemos: por eso patalean, hacen corajes, gritan, chantajean, coaccionan, amenazan, mienten, sabotean, agreden, conspiran: tienen un miedo hondo que los tiene fuera de control. Cómo no: están perdiendo lo que ellos creyeron sería eterno.

Balandra: Para lograr la trasformación se requieren no solo millones de manos, sino hombres y mujeres con conciencia social.

* Nació en La Paz, B.C.S., en 1966. Estudió Lengua y Literaturas Hispánicas en la UNAM. Actualmente se desempeña como locutor, productor y guionista en Radio UABCS. Ha publicado los libros: La prohibición del santo, Los cadáveres siguen allí, Observaciones y apuntes para desnudar la materia, Los poemas son para jugar, Volverá el silencio, Los cuerpos, Indagación a los cocodrilos, Los círculos y De varia estirpe.