La presencia de vendedores de suvenires y comida tradicional en la inauguración del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), provocó que algunos extrañaran la época en que el glamour era mantenido a fuerza de exclusión y represión.
Por Miguel Martín Felipe
RegeneraciónMx, 26 de marzo de 2022.- La cancelación del aeropuerto que se comenzaba a construir en Texcoco allá por el 2018 significó la salvación de uno de los últimos remanentes del grandioso lago que dominaba todo el panorama de lo que ahora es la Ciudad de México. Decenas de especies de aves migratorias, anfibios, peces y reptiles seguirán existiendo en relativa paz. Incluso, a raíz de que en 2015 se encontrara un ejemplar de metro y medio de caimán de anteojos vagando por el Anillo Periférico, cerca del lago Nabor Carrillo, se presume que puede haber una población de dicha especie en el mencionado cuerpo de agua, el cual estaba destinado a la desecación.
Por otra parte, y según una investigación del portal Contralínea, las excavaciones permitieron encontrar 28 nuevos sitios arqueológicos y 270 puntos de vestigios prehispánicos. La pérdida del testimonio arqueológico del otrora magnífico señorío de Texcoco habría sido incalculable. Como era costumbre en el neoliberalismo, quienes vivimos en la periferia, como producto de la migración campo ciudad, y que estamos en pleno proceso de adquirir y reivindicar una identidad colectiva, no solo no éramos consultados a la hora de tomar este tipo de decisiones, sino que tradicionalmente se nos ha obviado, por usar un término decoroso.
Pero después de todo este periplo, finalmente se pudo zanjar el fallido proyecto, no sin un doloroso costo de cancelación por 113,327.7 millones de pesos. Como sabemos, se decidió utilizar parte de la infraestructura que ya existía en la base aérea de Santa Lucía, al norte del Estado de México y muy cerca de la colindancia con Hidalgo.
La obra fue proyectada en 2019 bajo promesa de ser inaugurada el 21 de marzo de 2022, a un costo de 75,000 millones de pesos. La inauguración fue toda una verbena popular que congregó a miles de personas en la fecha señalada, todas ellas con deseos de atestiguar la puesta en funcionamiento de la primera obra insignia de la administración López Obrador. El material obtenido por medios, tanto corporativos como independientes, da cuenta de la cantidad de expresiones de júbilo, satisfacción y aprobación que se suscitaron en aquella jornada. Sobra decir que esas ilusorias “mayorías” que los detractores de la llamada Cuarta Transformación presumen en redes sociales, se ven apabulladas y refrendan su estatus de inexistentes cuando el pueblo se vuelca a manifestarse de manera espontánea en favor de aquello en lo que cree.
La imagen de México
En el contexto de la guerra de narrativas, las críticas no se hicieron esperar. Algunos se lanzaron a cuestionar la verdadera funcionalidad del aeropuerto y lo denostaron llamándolo “aeródromo” o “central avionera”. Sin embargo, hubo un fenómeno muy pintoresco que levantó ámpula y al mismo tiempo hizo aflorar el flagelo del clasismo. Sucedió que hubo vendedores de suvenires, así como de comida tradicional al margen de las cadenas que acostumbran acaparar ese rubro en los aeropuertos. En mi trabajo coincido con un médico de franca ideología ultraderechista, que frente a mí pasaba el dedo por la pantalla de su teléfono, haciendo desfilar una colección de publicaciones de Facebook entre las cuales se encontraban memes de franco denuesto a todo lo que el gobierno actual representa, tomando como paradigma la presencia de un trompo de pastor y de una vendedora de tlayudas durante el evento.
«Estamos mal», suspiró el conservador personaje añorando la época en que el glamour era mantenido a fuerza de exclusión y represión. A gente como él le preocupa la imagen que México pueda proyectar en el extranjero y siguen operando en redes sociales para descalificar, lacerar y entorpecer un cambio que, pese a su desacuerdo y evidente rabia, se avizora como irreversible. Y no me refiero a un cambio político, sino al cambio social que implica dejar atrás las infames ideologías de racismo y clasismo que algunos, paradójicamente, defienden incluso pese a su propia condición de marginalidad. Están mal, sí, pero la transformación proseguirá incluso pese a ellos.
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