Por: ALEJANDRO ROZADO
Ha llegado el momento de dialogar con Paz
Alguna vez le pregunté a Octavio Paz por qué reñía tanto con nosotros, los militantes de izquierda, y no con la derecha… Era una mañana fresca, aunque soleada, de invierno. Platicábamos animadamente en su biblioteca; yo tomaba un café y él un vaso con agua. El poeta sonrió con simpatía, apoyó las manos sobre sus rodillas y se inclinó diciéndome: «Porque la izquierda es mi familia y me preocupa lo que le suceda. En cambio, con la derecha no tengo nada que hablar y carece de todo interés. Me conmueve mucho más la historia de un comunista como usted que la de cualquier financiero exitoso».
Desde luego, Paz no fue un intelectual de la izquierda mexicana propiamente dicha, pero nunca le fueron indiferentes sus principales temas. Criticaba con severidad -y cierta desesperación- la idolatría de nuestra tradición hacia el Poder y los Dogmas de la Razón; sin embargo, también escribió párrafos que muchos suscribiríamos, como éste:
El ideal de una sociedad justa es un legado muy valioso del socialismo. Debemos preservarlo. A su lado, la idea de la dignidad de la persona humana, herencia del cristianismo. Por su parte, el liberalismo afirma que la democracia está fundada en la libertad y que la propiedad debe ser respetada porque es uno de los fundamentos de esa libertad. Sí, pero la propiedad no es ni puede ser el valor supremo. La riqueza debe estar sujeta al control de la sociedad como el poder público debe estar sujeto a la crítica de la sociedad. Todo esto me parece esencial. El remedio para los males de nuestra sociedad no es únicamente el mercado. El remedio es la democracia real, extendida a todos los órdenes: el económico, el político, el social.
Un pensamiento muy cercano, por cierto, al de Ya Saben Quién. Considero que bajo la 4T debemos dar una disputa intelectual para rescatar a Octavio Paz del secuestro que han hecho los neoliberales de este pensador, quien merece ser leído y criticado con fundamentos -algo que al poeta le hubiese gustado- y apropiarnos, así, de su valioso legado. Una revolución cultural atraviesa por responder las preguntas que nos hicieron nuestros mejores pensadores. Ha llegado el momento.
Octavio Paz no tuvo un pensamiento neoliberal
Prosigo con cierta sensibilización sobre el tema. Puedo afirmar con conocimiento de causa que Octavio Paz se vio atravesado por el mismo conflicto teórico y estético de la clásica filosofía y sociología alemanas: el desgarramiento acelerado de las sociedades comunitarias provocado por los avances del progreso. Conflicto que en la pluma del Nobel mexicano se convirtió en una poética neorromántica que rechazó la idea del «progreso a toda costa» y al Estado que promovió y protegió dicha línea insensata. Por ejemplo, en una carta al troskista Adolfo Gilly -a la sazón preso político con quien Paz discutía su recién publicado libro La revoución interrumpida-, el poeta escribió lo siguiente:
La persistencia del ejido se explica… por motivos de orden histórico, cultural y antropológico: la propiedad ejidal está estrechamente ligada a la organización social tradicional y al sistema ético que también tradicionalmente rige las relaciones sociales y familiares de los campesinos mexicanos. (…) el ejido representa una racionalidad distinta a la racionalidad económica moderna basada en la rentabilidad y en la productividad. El ejido no es un modelo óptimo desde el punto de vista económico: es un modelo posible de sociedad armoniosa. El ejido es inferior a la agricultura capitalista si de lo que se trata es de producir más quintales de arroz o de alfalfa; no lo es si lo que nos importa es la producción de valores humanos y el establecimiento de relaciones menos duras y más justas y libres entre los hombres.
Un pensador que ponga por delante la armonía social y no la productividad de la libre empresa podrá ser calificado de utopista o campesinista, pero nunca de neoliberal. Y éste es sólo un ejemplo. Con ello quiero decir que Octavio Paz pertenece a todos, no a una élite de intelectuales neoliberales. ¿Por qué lo hemos de ceder a Letras libres?
Paz formuló las preguntas; nosotros las respuestas
El autor de El ogro filantrópico definitivamente no fue precursor de la 4T, pero es su más importante interlocutor. A más de 70 años de El laberinto de la soledad, podemos -al fin- responder a la gran pregunta que se formuló, no sin dolor, Octavio Paz: ¿Cuándo podrá México superar sus traumas históricos que le han impedido ingresar a la modernidad? ¿Cómo podrá, este país fascinante, bronco, oprimido y dolido, acceder al diálogo y a la solución de sus conflictos por medios pacíficos y democráticos para gestionar su bienestar? ¿Cuándo dejará de sentirse tan solo el mexicano? En 1950 era difícil contestar dichas cuestiones; había que esperar lo que el poeta apreciaba del historiador Fernand Braudel: «la cuenta larga de la Historia»… En otras palabras, había que darle tiempo a la sociedad para que madurase.
Hoy, en 2021, los mexicanos podemos honrar las sinceras preocupaciones del poeta con una respuesta concretísima que seguramente él no esperaría -ni desearía. No importa: Paz hizo las preguntas; nosotros daremos las respuestas. En cierto modo, la 4T es resultado de ese extraño diálogo a través del tiempo establecido entre un poeta intelectual y la historia de su pueblo: una respuesta verdaderamente orgánica; una revolución pacífica, plena de libertades ciudadanas, que combate con probidad uno de los males que más angustiaban al Nobel de Literatura: la corrupción patrimonialista.
En la medida en que hagamos conscientes este intercambio con Paz, asimilaremos su legado con pleno ejercicio crítico; se trata de una asignatura pendiente postergada de la sociedad mexicana que ahora la 4T puede superar. Por ejemplo, la crítica histórica a la seductora figura del laberinto del mexicano.
El laberinto de la soledad se esfumó
La idea central de Octavio Paz fue que el mexicano, golpeado en su accidentada trayectoria, se hallaba en solitaria orfandad, fragmentado, extraviado entre las sinuosidades de un laberinto histórico del cual había que encontrar la salida. La metáfora del dédalo se convirtió, durante más de medio siglo, en un clásico fatal de nuestra propia representación. El mexicano estaba solo y triste, enojado consigo mismo y, hermético, desconfiaba de los demás -acaso zigzagueaba su historia a través de convulsiones hiperviolentas. Fue una imagen perfecta: pasmados ante ese inexorable reflejo, nos motivó a especular acerca de un nuevo Teseo que encontrase la salida siguiendo el hilo de Ariadna. Paz invitó a pensar al país desde ese nuevo ángulo; fue también un exhorto a la contemplación pasiva y al lamento por el extravío.
Pues bien, desde 2018 -con la irrupción de la 4T-, ese laberinto por fin se esfumó: nunca encontramos la salida -jamás daríamos con ella. Simplemente cambió la época y, con ella, nuestro paradigma; hemos madurado a golpes y lecciones y ahora prescindimos de la metáfora paciana. Si se quiere, dejamos de divagar acerca de cuál sería el caminito que nos condujese hacia nuestra liberación. Ésta llegó de repente, se conjugaron para ello varios factores históricos. La 4T nos reveló que las aparentemente infranqueables paredes de aquel laberinto eran en realidad de papel… y las desgarramos. Se acabó esa soledad.
Octavio Paz nos ayudó a comprender nuestra inmadurez histórica. Hoy contestamos al poeta: «¡Crecimos!». Hubo que esperar 70 años. Gracias, Octavio, por situar nuestra condición que creímos fatal. Inéditamente, superamos la matriz que nos propusiste. Hoy te decimos que ya no estamos solos ni extraviados. Tampoco tenemos miedo; ya no huimos del maldito Minotauro que nos aterrorizó: ahora vamos por él.
* Alejandro Rozado fue militante del Partido Comunista Mexicano durante la guerra sucia de los 70’s. Sociólogo, crítico de cine y psicoterapeuta. Ha publicado en diversas revistas de política y cultura. Su último libro, “El Moscovita”, es una novela autobiográfica sobre comunistas mexicanos.