Por Manuel Pedrero
Me cuesta entender a las personas que dudan de sí mismas, que pasan horas acostados en la cama preguntándose de qué pueden ser capaces, cuáles son sus aspiraciones, hasta dónde pueden llegar, quiénes son o quiénes serán. Pasan las horas, llega la noche, duermen, despiertan y repiten este proceso durante días, semanas, meses o años, ¿De qué soy capaz?
Aquí les va la primera lección de oportunismo que aprenden los políticos: ellos notaron que millones de personas pasaban por la situación que acabo de describir; en cuanto se percataron que se podía tener un capital político en concentraciones y masas de la sociedad que no sabían a dónde ir o qué hacer, surgieron los primeros políticos oportunistas. Por semántica, oportunista quiere decir que se está atento ante cualquier oportunidad, cualquier situación de aprovechamiento, una donde salga beneficiado a costillas de un tercero. Así se mantuvieron durante décadas cientos de miles de políticos en México y en el mundo.
Cuando hay individuos vulnerables por sus propios miedos e incertidumbres, siempre va a ser más fácil manipularlos diciéndoles que la realidad en la que viven solo puede ser mejor si crees en sus palabras; de este modo, perduró durante un largo tiempo el PRIANATO, una exposición pública donde ideológicamente eran totalmente distintos, pero que en lo privado eran moralmente iguales, corruptos y criminales.
El 1 de Julio de 2018 me tocó ver un fenómeno, que millones de mexicanos estuvieron esperando toda su vida, creo que he sido históricamente bendecido y privilegiado por vivir el momento en el que mi insignificante existencia vaga por el infinito cosmos; los candidatos del PRI y el PAN estaban aguantando ojos llorosos, voz quebrada, pero al final, todo situación se volvió reductiva con la misma conclusión: AMLO ganó la presidencia de la república.
Mi padre, en cuanto vio a Meade con una cara depresiva, aplaudió y grito de alegría, sabía que ya no había forma de hacer fraude, fue ahí que esperamos desde las 8 de la noche hasta las 12 de la madrugada la llegada de AMLO al zócalo, durante su recorrido la gente lloraba, gritaba, estaba emocionada, yo a 800 kilómetros de distancia el momento me hizo sentir como si estuviera ahí, como si formara parte de una de esas miles de personas que estaban festejando su triunfo.
En esta parte de este texto es la que la oposición a 3 años no ha entendido: cuando ellos ganaban las elecciones, ganaban sus partidos, ganaban sus candidatos, la gente nunca se motivó para defender elecciones, a pesar de que fueron ellos quienes los pusieron en el poder. Desde ese día y hasta hoy la gente sabe que no solo ganó AMLO, ganó México; por esa cada vez que sueltan mentiras, noticias falsas e insultos en contra del gobierno de AMLO no se dan cuenta de que la gente siente que se los están diciendo a ellos, la gente defiende lo que es suyo, este gobierno es nuestro, es del pueblo.
Voy incluso más allá: después de todo el tiempo que se esperó, después de toda la sangre que se derramó, era obvio que se iba crear un vínculo no solo sentimental, político o ideológico con el gobierno de la 4T, se creó un vínculo social de vida prácticamente. Ahora la gente que se quedaba dormida, la gente que se preguntaba cuál era su propósito, qué es lo que tenía que hacer en esta vida, cuál era su papel, empezó a descubrirlo en 2018. Ese año se cayeron todas las máscaras, la sociedad se dio cuenta de lo terrible que son los medios de comunicación, se dieron cuenta de lo terrible que eran los políticos; ya sabíamos qué tan malos eran, pero nunca los vimos en su faceta de fracasados, donde en vez de construir una narrativa a partir de las cenizas decidieron crear una a partir de las mentiras y de la corrupción.
Por esa razón, cuando los tres hombres más poderosos de la oposición partidista en México se juntan en Washington como si se tratara del magno evento opositor mexicano del siglo, el sentimiento social es el de repudio y de burla; asimismo, cuando un personaje más corrupto que un panista en domingo acusa de persecución política tratando de apelar a los sentimientos de la gente provoca risas, carcajadas y, en el mejor de los casos, lástima.
Esa es la fuerza de un pueblo, la fuerza de quien pone la agenda, la fuerza de quienes dominan sin la necesidad del dinero, sin la necesidad de los medios; nada de eso, más que la necesidad de las mayorías, somos los ganadores, somos los que sacaran a México del desastre en el que nuestros adversarios lo dejaron, dinamitaron este país en millones de pedazos y compraremos hasta la última barra de pegamento para reconstruirlo.
Ni Anaya, ni el PRIAN, ni la OEA, ni Calderón, ni Krauze ni nadie puede pararnos porque simplemente no conocen de fuerza popular y la nuestra no solo es popular, sino que también es históricamente justa; la historia es nuestra y nuestros nombres serán escritos como las y los millones de mexicanos que le dijeron NO al neoliberalismo prianista. Cuando se den cuenta de que nunca pudieron, será demasiado tarde para ellos. Como el tigre más fuerte, siempre llega la fuerza de un pueblo.
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