Ahora resulta que los expresidentes, como Felipe Calderón Hinojosa, son víctimas del gobierno de Andrés Manuel López Obrador. ¿Cómo podríamos interpretar su narrativa si no desde la hipocresía?
Por Melissa Cornejo
RegeneraciónMx, 16 de febrero de 2022.- Si los personajes de derecha en este México han puesto empeño en algo, ha sido en demostrar su vileza y su poco respeto por la vida y la dignidad de las personas, pues para ellos la gente —a la que tanto quieren volver a gobernar— no es más que un recurso para cumplir sus objetivos.
Todos hemos sido testigos de cómo buscan cooptar los movimientos legítimos y secuestrar los discursos de la gente, pues el feminismo, la brutalidad policial, los desaparecidos, y la palabra activismo sólo les interesan cuando pueden monetizarlos, pero no cuando tienen el balón en su cancha y pueden pronunciarse y trabajar por hacer un cambio. ¿Cómo podríamos interpretar su narrativa sino desde la hipocresía?
El día de ayer el presidente Andrés Manuel López Obrador habló del acoso que ha sufrido su familia a lo largo de su carrera política, y de cómo el hostigamiento lejos de aminorarse, se ha recrudecido con los años, pues ahora afecta directamente a sus hijos: ninguno servidor público, y uno de ellos menor de edad.
Los personajes más deleznables aprovecharon este gesto de vulnerabilidad para hacer comparaciones absurdas y para intentar que este momento de sinceridad se tratara de ellos. El comentario que más llamó mi atención fue el de Felipe Calderón Hinojosa, pues hay que tener poca vergüenza para, después de orquestar una fallida guerra contra el narco —mientras pactaba con los líderes de los carteles— que terminaría por asesinar cientos de miles de mexicanos, dejar huérfanos a tantos niños durante su sexenio, criminalizar a la juventud, hoy venir a decir que es víctima.
Tanto el espurio como sus amigos, cómplices y colaboradores, se llenan la boca diciendo que son perseguidos políticos, así que aquí les va una precisión: hay un largo camino entre ser un perseguido político y un expolítico que está siendo investigado. No son perseguidos porque no es una carrera. No son perseguidos porque nadie va tras ellos: son las pruebas las que los van llevando, sin prisa, a enfrentarse con la justicia.
Si nuestra búsqueda de justicia los convierte en las víctimas del sexenio de Andrés Manuel López Obrador, puedo decir sin temor a equivocarme, que nos sale barato. Ni Acteal, ni Atenco, ni Ayotzinapa, ni ABC. Hoy las víctimas son los que ayer fueron victimarios. Cambió la narrativa, y se burlaban del presidencialismo mágico.
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