Por Miguel Martín Felipe
RegeneraciónMx, 18 de septiembre de 2022.- El pasado 15 de septiembre se vivió una jornada pletórica en el tradicional grito de independencia, que logró congregar a 140 mil asistentes quienes en su gran mayoría no solo acudieron motivados por el ímpetu nacionalista, sino también por la simpatía que le tienen al actual presidente Andrés Manuel López Obrador.
AMLO añadió consignas sumamente relevantes a la tradicional arenga que conmemora la independencia. Gritó: «¡Muera la corrupción! ¡Muera el clasismo! ¡Muera el racismo!». Resulta interesante el fenómeno de ver a gran parte de la población por primera vez enfrentada a la verbalización de dichos flagelos sociales. Como sociedad veníamos de décadas en que el conflicto social fue totalmente ocultado y negado por una industria mediática cuyo fin era mantener a una población ignorante de temas políticos y siempre abastecida con el placebo del entretenimiento.
Profundizando un poco más en la arenga, podemos recordar que la corrupción fue uno de los conceptos con que más se familiarizó el público a nivel mediático, puesto que, en décadas recientes, una práctica común del régimen neoliberal era de vez en cuando cumplir con la cuota del político dilapidado por enriquecimiento ilícito. Esto fue capitalizado por el aparato mediático para conformar un mantra que fue inoculado a las audiencias de manera implícita dentro de todo el bombardeo de infotainment para propiciar su desinterés en este tipo de asuntos: todos los políticos son iguales; todos son corruptos.
Como lo he escrito antes, en México estamos viviendo desde 2018 un fenómeno inusitado que no era precisamente una tendencia mundial, sino que múltiples factores se conjugaron para confeccionar la primavera mexicana a través de redes sociales, el ascenso al poder del primer gobierno de izquierda y el sensible golpe a todo un sistema mediático agrupado alrededor de la clase empresarial, alineado con ella ideológicamente y tradicionalmente auspiciado por el régimen, que solo durante el sexenio de Peña consintió a diversos comunicadores e “intelectuales” afines con mil 81 millones 715 mil 991 pesos.
Inmerso dentro de la vorágine obradorista, me encuentro a personas que se muestran indignadas con respecto a la corrupción y las masacres de los regímenes pasados, enardecidas contra los denominados ‘chayoteros’ o combativas contra cualquiera que se atreva a insultar al presidente. Sin embargo, la incursión en el obradorismo por parte de las masas ha sido una cuestión que en ciertos momentos llega a incomodar a quienes se denominan ‘puros’ o ‘izquierdistas de toda la vida’.
Muchos de los que llevan años en la izquierda consideran que solo se tendrá acceso al paraíso de los progresistas al final de la vida si se fue parte del movimiento de protesta contra el fraude de 2006. A algunos de ellos los he escuchado, en un alarde de exclusión, decir que el obradorismo se llenó de gente que solo sigue al presidente por moda y no sabe lo que es la lucha de izquierda. Algún otro amigo cercano, ‘cheguevarista’ de pura cepa, me dijo: «Cuando nosotros nos estábamos partiendo la madre por la patria en 2006 en Reforma, estos culeros andaban viendo Big Brother y Otro Rollo». Y es aquí donde me pregunto: ¿qué no desde el 68 la arenga de “únete, pueblo” se gritaba para ser cumplida? ¿Por qué ahora que el pueblo se ha unido no les gusta?
Sin duda, el adoptar una ideología, ya no cuando se pensaba distinto, sino cuando realmente no se tenía ideología alguna, implica un profundo proceso de deconstrucción. Evidentemente se privilegió la concientización de muchas personas sobre la importancia de estar politizados y sobre el daño que el régimen anterior propinó a la nación. Pero también hay algo que se debe puntualizar: solo AMLO, en combinación con los comunicadores de redes sociales, ha logrado que la gente se interese en la política y le dé la espalda al aparato mediático que estigmatizó a la izquierda durante décadas.
Es obvio que mucha de la gente recientemente politizada necesita pasar por un proceso de deconstrucción y acceder a contenidos que le ayuden a entender que ser de izquierda va mucho más allá de consumir compulsivamente videos sobre AMLO en redes sociales y gritar arengas. Detrás de este movimiento hay años de marginalidad, gente que sufrió genuina represión y perdió a familiares por plantarle cara al régimen en pro de sus ideales.
De conversos está lleno el movimiento obradorista actual. Y quienes llevamos años en resistencia contra la hidra capitalista y sus flagelos sociales estamos llamados a guiar y encaminar hacia el aprendizaje a todas estas personas que se nos unen en la lucha y, lejos de juzgarlas, debemos valorar que por fin el pueblo se ha unido y que esto no ha hecho más que empezar.
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