En realidad, el ataque estadunidense a Siria dice más de las relaciones Trump-Putin que de Estados Unidos y Medio Oriente. Ese es un problema que Rex Tillerson tiene que resolver. Y Bashar al-Assad, por supuesto. No lo duden: por la noche las llamadas entre Damasco y Moscú serán muy largas.
¿Será que el ejército sirio, quizás un poquito arrogante después de capturar Alepo oriental, decidió tratar de poner fin a la guerra con rapidez? Es necesario hacer esa pregunta. En el pasado, aldeas en las que vivieron oficiales del ejército –y en las que vivieron sus familias– han sido gaseadas. Los sirios culparon a los turcos por dar el gas a Jabhat al-Nusra, la organización afiliada a Al Qaeda en Siria, y al Estado Islámico. Los rusos dijeron que en ataques anteriores con gas en Damasco se utilizaron componentes químicos enviados a Siria desde Libia a través de Turquía.
Desde la Primera Guerra Mundial, cuando el gas hizo su aparición en Ypres –y en Gaza, cuando las fuerzas del general Allenby lo usaron contra los turcos otomanos–, las armas químicas han desatado un horror al que ni siquiera Hitler se atrevió a recurrir en contra de los aliados. Pero ¿qué hizo Saddam Hussein? Usó armas químicas contra los kurdos en Halabja; de hecho, se pudo oír su voz describiéndolo en el tribunal de Bagdad, después que él mismo fue colgado.
Pero, ¿usarían las tropas sirias semejantes armas contra su propio pueblo? Las imágenes parecen decisivas. Aterradoras. Abominables. Pero debemos también recordar los 250 mil civiles de Alepo oriental, que se convirtieron en 150 mil y luego en 90 mil. La guerra en Siria se ha vuelto el conflicto peor informado del mundo. ¿Cuántas muertes ha causado? ¿400 mil? ¿450 mil? O 500 mil, la cifra más reciente.
¿Cómo completamos las cifras de muertes por gas? ¿Le creemos al gobierno sirio? Cuando ocurrió el último ataque con gas en Damasco, la ONU, en un breve párrafo a mitad de su reporte subsecuente, apuntó que los proyectiles químicos habían sido comprometidos
al ser transportados entre diferentes ubicaciones.
Pero entonces llegamos a los rusos. Ellos avalaron el retiro de todas las armas de gas en Siria. Salvaron el discurso de Obama después que éste amenazó –y luego reculó– con un ataque aéreo sobre las armas químicas sirias. Ahora los rusos han visto lo que Trump hará cuando crea (si es que cree) que se realizaron ataques con gas. Y los rusos, según me dicen, sabían todo acerca de la incursión estadunidense… y desde mucho antes de que ocurriera. ¿Habrán dejado algún avión sirio en la base? ¿O alguna de esas armas en la pista? ¿O en búnkers reforzados?
En realidad, el ataque estadunidense a Siria dice más de las relaciones Trump-Putin que de Estados Unidos y Medio Oriente. Ese es un problema que Rex Tillerson tiene que resolver. Y Bashar al-Assad, por supuesto. No lo duden: por la noche las llamadas entre Damasco y Moscú serán muy largas.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya