Por Miguel Martín Felipe
RegeneraciónMx.- Ya he escrito ampliamente en este espacio acerca del proceso por el cual, a través de redes sociales, se potenció la politización de las masas. Tanto escribí acerca de ello, que hasta me dio para publicar un libro.
Sin embargo, las redes sociales no son solamente dominio de las entusiastas huestes del nuevo progresismo que apoya a la llamada 4T. Y de hecho, la presencia en redes de la facción conservadora es aparentemente mayor, pues sigue la misma lógica que en los medios corporativos: quien controla los medios de producción, controla los medios de comunicación.
La premisa de la presencia en redes sociales, que en algunos casos es considerada como una garantía de éxito, ha sido solventada gracias a la inteligencia artificial. De esta manera, podemos decir que quien controla los bots controla la narrativa y es legitimado ante el gran público como portador de la verdad, o al menos esa es la pretensión de quienes invierten millones en una especie de cruzada digital para viralizar sus ataques (no críticas) y mentiras. Todo como parte de una incierta campaña que, según sus intenciones, debiera desembocar en otorgarles un eventual triunfo en las urnas.
No hay datos precisos sobre cuánto cobran las francamente pocas personas reales, plenamente identificadas, que figuran como líderes en Facebook y Twitter como grandes difusores de mensajes en contra del gobierno de AMLO. Se sabe que personajes como Vampipe o Chumel Torres son parte de una network de filiación panista cuya estrategia es diseñada por Jesús Rendón, un autodenominado experto en redes sociales conocido como ‘Tumbaburros’.
Ahora bien, en teoría hablamos de personas que pretenden erigirse en líderes de opinión por interés económico. Sin embargo, la visceralidad y el odio que manifiestan en sus mensajes nos hace pensar, no sin cierta lástima, que simplemente lo hacen por gusto. Llaman al presidente “viejo guango”, “el anciano” o “López” (en alusión al prejuicio sobre su apellido, que, según ellos, carece de prestigio); y se regodean en el placer que les produce cualquier situación en que las circunstancias no favorecen a la 4T.
Y a su vez entienden que dicho movimiento no se circunscribe a solo actores políticos, pues arremeten directamente contra la ciudadanía simpatizante con tal de dar rienda suelta de la forma más descarada a su misantropía: “chairos patéticos”, “ignorantes”, “mascotas”, “solovinos”, “piojosos”, etc. Son expertos en estas lides personajes como Marietto Ponce, Pedro Ferriz Hijar (su padre está más en un lamentable activismo de ultraderecha), Héctor Suárez Gomís, Claudia Ramírez y José Cárdenas, entre muchos otros. Lo único que todos ellos tienen en común es la añoranza por las prebendas de que gozaban en el antiguo régimen.
Por otro lado, la mayoría de estos personajes, al formar parte del minoritario sector privilegiado de los mexicanos, nunca han ocultado su franca tendencia al hedonismo y desinterés por cualquier causa social. Sin embargo, cuando se genera cualquier narrativa en la que se culpe al presidente o a algún funcionario afín por alguna cuestión que perjudique a una franja de la población vulnerable, mágicamente se vuelven activistas de ocasión y pugnan por causas que jamás les habrían interesado, como los usuarios afectados por los desperfectos en el metro o los niños con cáncer. Irónico y poco creíble resulta algunas veces escuchar declaraciones o leer publicaciones de personajes que jamás habían volteado hacia los estratos bajos cuando quieren actuar como genuinos voceros del pueblo mientras esto derive en un golpeteo contra la 4T.
Y por supuesto, como ya lo hemos comentado antes, existen actores políticos que lanzan francas diatribas y provocaciones no solo por gusto, sino porque de la retorcida mente de algún oscuro asesor de marketing político ha emanado la calamitosa idea de que hay que mantenerse vigente en redes a través de publicaciones incendiarias que generen un volumen importante de intercambios, sin importar que estos en su mayoría sean expresiones de repudio ante alguna barbaridad excretada por personajes como Vicente Fox o Gabriel Quadri.
El primero con una ortografía lastimera y ridículas arengas pseudo nacionalistas. El segundo con arcaicos terminajos tendientes al insulto de una otredad a la que a priori considera ignorante y pronunciamientos propios de una pintoresca agenda ultraconservadora que muchas veces raya en el surrealismo, por ejemplo: repatriar la dictatorial osamenta de Porfirio Díaz, a quien considera un adalid del progreso de los que ya no se han vuelto a ver.
¿Será realmente garantía el “hacer ruido en la red” y posicionarse como trending topic una fórmula efectiva para cambiar el rumbo de las elecciones venideras?
¿El alentar los prejuicios y flagelos sociales como el clasismo y el racismo en vez de articular propuestas será una exitosa innovación en lo que a propaganda política se refiere?
O bien, al saberse previamente derrotados, ¿prefieren solo hacer daño, golpear hasta la saciedad sin importar que esto los aleje más del grueso del electorado?
Ustedes, queridos lectores, tienen las respuestas a estas preguntas.
Este año y el que viene son claves para definir el rumbo del país en los próximos seis años, ya que se presentan elecciones cruciales. Sin duda, estamos atestiguando en tiempo real un proceso histórico sin precedentes y un cambio de paradigma en lo que a comunicación de masas se refiere, y que por primera vez involucra de lleno a la ciudadanía. Sigamos aprendiendo con base en ensayo y error, pero siempre con el humanismo como bandera. El odio nunca debe estar de nuestro lado.
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