José Revueltas: un comunista rebelde

El 20 de noviembre de 1914, día que se conmemoraba el cuarto aniversario del inicio de la revolución mexicana, Venustiano Carranza ordenó a los funcionarios de su gobierno que se encontraban en la Ciudad de México que se trasladaran a la ciudad veracruzana de Córdoba, ante la imposibilidad de sostener su gobierno en la capital de la República, debido al eventual enfrentamiento con los convencionistas. En ese mismo día nació en Santiago Papasquiaro, Durango, José Revueltas Sánchez, el hermano menor de Silvestre, Fermín y Rosaura. En 1920, la familia Revueltas Sánchez se trasladó a la Ciudad de México, donde transcurrió la niñez y adolescencia de José en plena rebeldía:

En un mitin que hicimos en el Zócalo, el 7 de noviembre [de 1929], caí preso, y como me faltaban unos días para cumplir quince años, me llevaron a una correccional. Allí estuve abandonado de la mano de Dios porque ninguno de mis compañeros me hacía caso; me uní a una huelga de hambre sin que tampoco se supiera nada. Ya me había desmayado dos veces cuando tuvieron que inyectarme a la fuerza; rompí dos inyecciones y gané puesto entre los más rebeldes de la correccional. La verdad es que ahí me puse a estudiar mucho porque se me permitía recibir libros. Yo he sido un autodidacta, sólo hice el primer año escolar y me salí porque consideré que el aprendizaje era muy lento. La preparatoria la hice en la Biblioteca Nacional, solo. Cuando salí de la correccional, me aceptaron en el Socorro Rojo Internacional y no en la Juventud, y cuando ya, después de pasar un periodo de prueba, debía pasar a la Juventud, no me aceptaron por una razón peregrina, pero típica: porque era yo demasiado «inteligente» para la Juventud Comunista y, por ende, muy peligroso, y me pasaron directamente al partido. Eso fue en el año treinta.

En 1933 fue nombrado secretario juvenil de la Confederación Sindical Unitaria de México, y al año siguiente viajó a Monterrey con la misión de coordinar a los sindicatos; mientras cumplía este trabajo, estalló en Ciudad Anáhuac una huelga de quince mil trabajadores agrícolas que exigían mejoras salariales, por lo que se trasladó de inmediato a ese lugar. La represión orquestada por los terratenientes provocó su detención en mayo de 1934 y su confinamiento en las Islas Marías.

En febrero de 1935, y gracias a la amnistía decretada por el presidente Lázaro Cárdenas, Revueltas salió de la cárcel y regresó a la Ciudad de México, en donde trabajó en las oficinas del Partido Comunista Mexicano. En ese año participó como delegado de esta asociación política en el Congreso de la Internacional Comunista verificado en Moscú. Iba acompañado de Hernán Laborde, quien era el secretario general, y de Miguel A. Velasco, quienes se reunieron en la capital soviética con Ambrosio González. Terminados los trabajos de la Internacional, Revueltas permaneció en aquel país hasta inicios de 1936, en compañía de su amigo Evelio Vadillo.

Junto a Evelio —relata Álvaro Ruiz Abreu—, acudió a museos, visitó los centros de trabajo y la tumba de Lenin. Recorrían el Kremlin e incluso fueron invitados a cenar a la casa del ex embajador de la URSS en México, Pestrovsky, junto con otros mexicanos. La velada pasó entre la conversación, el vodka, la añoranza de México, escucharon música de Ucrania y cantaron canciones mexicanas.

José Revueltas fue un escritor crítico que plasmó sus ideas en las páginas de varias publicaciones, como las revistas Taller, El combate o El popular, y en los periódicos capitalinos El Día, El Nacional y Excélsior. A los 27 años, publicó su primera novela, Los muros del agua; en 1943 apareció El luto humano, y hacia finales de aquella década, Los días terrenales. Durante la segunda mitad de los cincuenta fueron publicadas En algún valle de lágrimas y Los motivos de Caín. En 1964, el lector fue testigo de la dura crítica que Revueltas hizo sobre la dirigencia comunista en su novela Los errores. Por la calidad de su obra literaria fue reconocido con el premio Xavier Villaurrutia en 1967.

Para Revueltas, un comunista decidido, era fundamental la libertad sobre la enajenación:

Yo no hago sino seguir los principios de Marx expuestos particularmente en los escritos filosóficos anteriores a 1844, que fueron olvidados durante treinta o treinta y cinco años, donde está expuesta la teoría de la alienación. Se trató de extirpar estos escritos filosóficos de Marx porque eran contrarios a la situación creada por Stalin. La alienación también existe en el mundo socialista. El socialismo no desenajena al hombre, eso es una mentira. El hombre soviético también ha sufrido la alienación y los estalinistas ocultaron por mucho tiempo estos documentos de Marx para que los comunistas no lucharan contra el régimen de Stalin. En México se editaron después de 1930, pero como fueron traducidos del alemán y editados por los trotskistas, los marxistas no los leían porque los consideraban falsificaciones; es más, decían que allí estaba la introducción, de contrabando, de sus propias ideas. En cambio, ese libro [Manuscritos económico-filosóficos] es el que más ha influido en mi vida ideológica. He considerado el problema de la enajenación y el de la libertad como problemas principales de toda mi problemática marxista.

Revueltas-lecumberri
Foto: internet

El sábado 16 de noviembre de 1968, a tan solo cuatro días de cumplir 54 años, José Revueltas fue aprehendido por elementos de la Dirección Federal de Seguridad. Sobre su detención aclaró: “se me ha dado un trato respetuoso y atento, del que en realidad no puedo quejarme. Se me ha permitido leer los periódicos y gracias a ellos me entero de la muerte de Vicente Lombardo Toledano”. Su delito, o más bien, sus delitos fueron, según las autoridades: invitación a la rebelión, asociación delictuosa, sedición, daño en propiedad ajena, ataques a las vías generales de comunicación, robo, despojo, acopio de armas, homicidio y lesiones.

En una carta que escribió Revueltas relató lo siguiente:

Ayer que pedí “algún” libro para entretenerme (aunque no nos ha faltado trabajo con los interrogatorios ni a mí ni a mis investigadores) me fue amablemente proporcionado un pequeño libro rojo que jamás pude imaginarme fuera a tratarse de las citas de Mao Tse Tung. Me reí con todas mis ganas. Hoy (18 de noviembre) una de las personas a mi cuidado trajo algunos libros no sólo aceptables sino que recibo con verdadera felicidad. Teatro completo, de Chéjov; Cuentos de Italia, de Gorki; La ruta cruel, de Maillart (no lo conozco) y un libro sobre Cervantes y el Quijote de Mauro Olmeda. Si los dioses no me son del todo adversos en esta última e incierta aventura, aprovecharé el tiempo para escribir algún ensayo sobre el teatro de Chéjov, que intenté hace no sé cuánto a propósito de una conferencia que fui invitado a dar por el Teatro Universitario.

Pero precisamente durante el tiempo en el que permaneció recluido en Lecumberri, el tema sobre Chéjov pasó a segundo plano, para que Revueltas cerrara el género novelesco con una pequeña obra que mostraba la cruda realidad del mundo carcelario: El Apando, que para su autor, “era una pequeña novela límite porque lleva al límite todos los cuestionamientos. La cárcel misma no es sino un símbolo, porque es la ciudad cárcel, la sociedad cárcel”. Para José Agustín, en su Antología de la novela mexicana del siglo XX, El Apando es una de las mejores 35 novelas que se escribieron durante la pasada centuria.

En 1975, Conacite Uno produjo la versión cinematográfica de esta obra, bajo la dirección de Felipe Cazals y que contó con las interpretaciones de Salvador Sánchez, José Carlos Ruiz, Manuel Ojeda, Delia Casanova y María Rojo en los papeles principales. Tanto el relato como la película, vistas en nuestros días, aportan un elemento, en mi opinión, muy interesante y de mucha actualidad. En una escena, Polonio, interpretado por Ojeda, le explica a la mamá de El Carajo, (José Carlos Ruiz), la manera en que puede introducir la droga en el penal, pero deja en claro quiénes son y por qué están presos: “Pues usted ya sabe que nosotros como su hijo, le hacemos a la teta, por traficarla nos trajeron acá a mi compa Albino y a mí”. Era apenas un esbozo del narcotráfico en México.

Junto al escritor José Agustín, Revueltas escribió el guion para la película, cinta que no llegó a ver, debido a su estado de salud, aunque Cazals señala que la tenía lista el 12 de abril. Revueltas falleció el 14, y fue estrenada el 5 de agosto de 1976 en varios cines que en la actualidad ya no existen. Empero, perdura El Apando, en la novela y en el cine, que nos muestran una situación aún no superada en nuestros días.

Apando
Portada del libro publicado en 1971

No obstante haber escrito más de 20 guiones y adaptaciones para el cine, entre los que se cuentan El mexicano, La otra, Que Dios me perdone, La ilusión viaja en tranvía, El rebozo de Soledad, La diosa arrodillada o En la palma de tu mano, el cine era para Revueltas lo que a continuación explica:

De modo que he escrito novelas porque es un medio de comunicación muy importante, así como he escrito cine. Pero el cine me idiotizaba por el comercialismo y el sentido utilitarista; me resultaba destrozante para el espíritu, por lo cual me pareció mejor dejarlo y no correr el riesgo de convertirme en una piedra.

En una entrevista que concedió a María Josefina Tejera y que se publicó en el diario El Nacional, de Caracas, en septiembre de 1968, Revueltas contesta a la pregunta sobre la situación del movimiento literario en ese momento, de la novela en Hispanoamérica:

…todavía no hemos llegado al nivel de la gran novela norteamericana o de la gran novela europea. ¿Qué gran novela mexicana hay comparable a Bajo el volcán, de Malcolm Lowry? Yo sería el más ferviente admirador y subordinado de un Malcolm Lowry mexicano. El que no se haya podido dar una novela sobre México indica hasta qué grado no sabemos ver, a través de un clima estrecho y muy falso, la realidad de nuestros países.

En 1971 salió de la cárcel, continuó con la escritura y dictó conferencias sobre cine y literatura. Finalmente, el 14 de abril de 1976 murió en la Ciudad de México. Adolfo Sánchez Rebolledo apunta que, durante su sepelio en el Panteón Francés, Enrique González Rojo expresó en su oración fúnebre:

José Revueltas representa en México la honestidad, y cuando digo honestidad hago referencia a la rectitud política, la rectitud literaria, la rectitud humana. Esa sencilla e inconfiscable lección dejada por Revueltas a la izquierda se sitúa en las antípodas del cálculo político y el filisteísmo que en nuestros días han crecido exponencialmente, pero tampoco es neutral ni se refugia en la opacidad de las conductas respetables, codificadas según los catecismos ideológicos en boga.

En México y en el mundo, sabemos de los casos de escritores e intelectuales que sufrieron una dura persecución. En Argentina, el escritor Rodolfo Walsh fue desaparecido durante el régimen militar, el intelectual marxista Silvio Frondizi fue asesinado por la Alianza Anticomunista Argentina. En Chile, Pablo Neruda vivió en la clandestinidad y en el exilio. En la URSS, Aleksandr Solzhenitsyn fue condenado a trabajos forzados y a la censura de sus escritos. En Estados Unidos, Lillian Hellman fue acusada por el Comité de Actividades Antiamericanas en 1952 por sus tendencias de izquierda. Y ya no hablemos de Cuba, cuyos escritores Reynaldo Arenas, Jesús Díaz y Amir Valle se vieron obligados a salir de la isla.

En nuestro país, al igual que José Revueltas, Víctor Rico Galán, Luis González de Alba, Adolfo Gilly y otros más, sufrieron la privación de su libertad. En una misiva que Rico Galán envió al director de la revista Siempre!, en agosto de 1966 desde Lecumberri escribió lo siguiente: “No, nuestro delito no es incitar a la rebelión; ése es el delito del régimen”.

Por Roberto Espinosa de los Monteros Hernández
INEHRM