Por Manuel Pedrero
RegeneraciónMx. Luego de beber un litro de pozol, comerme unos deliciosos tacos de cochinita y poco después de pasar un rato en la mecedora, mientras disfrutaba el cálido viento que nos abraza aquí en Comalcalco, estuve reflexionando y llegué a la conclusión de que AMLO es el peor dictador del mundo.
Veamos cómo llegué a ese punto.
Muchísimo antes de que AMLO llegara a la presidencia, distintos grupos de poder (que se encontraban enquistados en México) se encargaron de construir una narrativa artificial donde se imponía una frase con espeluznantes tintes publicitarios: “AMLO es un peligro para México”. Hoy en día, debido a la falta de creatividad o al exceso de estupidez, esa narrativa continúa siendo difundida. Pero ya no es impulsada desde el poder, sino desde las tribunas opositoras.
Hace 15 años, el poder político y empresarial se dio a la tarea de reunir a algunas de las mentes de comunicación política más influyentes del momento. Estos personajes, como se sabe, se dejaron apapachar por el dinero. Los primeros pagaban y los segundos difundían. Y así, montados en ese rol, se invertían millones de pesos en eslóganes publicitarios, campañas de mercadotecnia y pautas en radio y televisión.
De esa manera, nuestro país (que aún no veía nacer el boom de las benditas redes sociales) fue bombardeado con estas tendenciosas campañas de desinformación por el único sistema de comunicación que, hasta ese momento, trató de esclavizar, tanto intelectual como informativamente, a la población. A la cabeza marchaba el duopolio conformado por Televisa y Televisión Azteca.
Durante las 24 horas del día, desde Baja California hasta Quintana Roo, se difundía aquel mensaje de pánico social que, al carecer de otra alternativa informativa, tanto perturbó a la población. Frases como “Vamos a ser como Venezuela”, “si tienes dos casas, AMLO te quitará una”, “el comunismo vendrá a México” intentaban impedir que López Obrador llegara a la Presidencia.
La difusión masiva de estos eslóganes publicitarios, ahora mismo, continúa siendo impulsada desde la trinchera neoliberal. Se entiende: quieren regresar al poder. Lo que no se comprende es que estas consigas basura sean adoptadas por algunos como si fueran sinónimo de la realidad.
En 2018, como se sabe, AMLO arrasó en las urnas, propiciando que el PRI y el PAN fracasaran estrepitosamente. Pero, en vez de preparar una nueva narrativa opositora en la que se llevara una agenda propia y personalizada, estos dos partidos, en alianza con sus partidos rémora de siempre (y recibiendo financiamiento de empresas y organismos nacionales y extranjeros), decidieron continuar alimentando aquella propaganda atestada de falsedades.
AMLO, decían (y siguen diciendo) es la reencarnación de Stalin; Hugo Chávez renació en la figura de López Obrador; y AMLO, claro, es un dictador. Y de ahí, desde hace quince años, no pasan.
Ahora bien, si me permiten, y a riesgo de padecer una pérdida masiva de neuronas, solicitó su anuencia, queridas lectoras y estimadísimos lectores, para tratar de emular las expresiones, aferradas y ahogadas por la sinrazón, que todos los días esgrimen la oposición antiAMLO.
Ahí les voy.
En voz de los intelectuales que ya no reciben adjudicaciones directas:
¡López Obrador es un dictador, un pendejo y un petulante! ¡Viaja en aerolíneas comerciales! ¡Tiene programas sociales para sacar de pobres a los pobres! ¡Qué es eso de apoyar a los jodidos! ¿Y por qué ahora tenemos que pagar impuestos? ¿Y los fideicomisos que nos gastábamos a manos llenas? ¿Y los contratos millonarios y sin licitación que nos daban nuestros amigos los expresidentes? ¿Y las becas para estudiar en el extranjero que nos dieron a nosotros y a nuestros hijos, ya no se las van a dar a nuestros nietos? ¿Y los cargos públicos que nos daban para que repartiéramos a nuestros familiares, amigos y concubinarios? ¿De eso ya nada? ¡Qué iniquidad! ¡Qué desfachatez! ¡Este tipo es un peligro para México! ¡Hay que debilitarlo, revocarle al mandato!
En voz de los “periodistas” que ya no reciben moches ni chayos:
¡Amigos y amigas de nuestro fino y acaudalado auditorio! ¡Déjenme contarles que esta mañana mandé a uno de nuestros reporteros (que no reciben paga, pero los adiestramos para ser periodistas muy libres, como nosotros) a cubrir la Mañanera¡ ¡Sí, adivinó usted muy bien: ése show de un solo hombre, ese circo que todos los días (yo no sé cómo se levanta tan temprano el Mesías) encabeza el supremo dictador¡ ¡Y qué creen! ¡Nuestro reportero (que es muy opinador y muy arrojado y ya trae respuestas a las preguntas que hace) increpó durante cuarenta minutos ininterrumpidos al dictador! ¡Sí, sí! ¡Nuestro enviado especial es un valiente! Y con esa bizarría que lo caracteriza, responsabilizó al déspota de la falta de medicamentos (aunque nuestro reportero no tiene ni Seguro Social ni Infonavit ni nada, porque no hemos podido darlo de alta). ¡Y no paró ahí la cosa, elegantes amigas y selectos caballeros que componen nuestro acaudalado auditorio, ya desde hace tantas décadas, en este monopólico corporativo televisivo! ¡Le ordené, perdón: nuestro valiente reportero acusó al dictador de ser un sujeto balbuceante que inhibe la libertad de expresión y estigmatiza a los periodistas! ¡Y nuestro reporterazo (que sigue al pie de la letra nuestras órdenes editoriales) recibió a cambio una sonrisa ¿comprensiva? ¡No, no! ¡Fue una burla! ¡Sí! ¡El tirano se burló! ¡No le dijo nada, pero interpretamos que nuestro corresponsal fue víctima del sarcasmo, de la ironía y de la mofa! ¿O por qué cree usted que sonrió! ¡Ay, estamos ante un dictador burlón y sanguinario! Haciendo acopio de fuerza, nuestro bizarro compañero le gritó al tirano (por espacio de veinte minutos más) que estaba equivocado (porque, claro, sus cifras no se parecían a las que nosotros le dimos). Y aunque el presidente más tiránico de la historia del mundo lo escuchó con esa (odiosa) paciencia infinita y trató de explicarle, mostrándole datos y estadísticas que el equivocado era él (y también nuestro medio de comunicación), nuestro periodista independiente le gritó ante todo el auditorio de Palacio Nacional que era un mandatario fallido, que su gobierno era un fracaso. Y sí. ¡Es un dictador, amigas y amigos! ¡No lo duden! ¡Es un dictador! ¡Y no nos dejaremos callar, porque somos muy temerarios y muy echados pa delante! ¡Y no le cambien porque vienen cuarenta minutos de lo más selectos infomerciales de nuestros millonarios patrocinadores que, ay, ahora el malvado tirano que tenemos por presidente, por cierto, quiere que nuestros sufridos patrocinadores contraten, metan en nómina y basifiquen a toda la horda de Godínez! ¡Ay, la dictadura!
En efecto, AMLO es un dictador que llegó al poder democráticamente con más de 30 millones de votos, un tirano que está dispuesto a que su mandato termine prematuramente a través de una revocación, un dictador que promueve ejercicios democráticos, un déspota que redireccionó el poder para que sirviera a los más pobres y no a los más ricos, un opresor que deja que lo insulten, un absolutista que prefiere que el Ángel de la independencia explote antes de disparar una bala a un manifestante para reprimirlo, un opresor comunista que se reúne con el presidente de Estados Unidos en la Casa blanca, un tirano comunista que le compra refinerías al país más capitalista del mundo, un autócrata que permite que un grupo tenga casitas de campaña afuera de sus oficinas en el corazón del país, un opresor que promueve la paz y la empatía. Sí, no hay duda: Andrés Manuel López Obrador es el peor dictador del mundo.
O… tal vez, el mejor presidente de la historia moderna de México.
* Estudiante de politología, es autor del libro “La era del político”, colaborador del programa Sin Censura y conductor de la emisión Sin Máscaras.
Sigue a Manuel Pedrero en Twitter como @YosoyPedrero