Como a Obama, hay que pedirles cuentas a Putin sobre espionaje por Edward Snowden


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En este artículo, el ex analista de la NSA (Agencia de Seguridad Nacional) de EU) cuestiona a Putin sobre la política de espionaje masivo de Rusia. En la TV rusa le preguntó del tema.

Edward Snowden/Sin Permiso

 

Regeneración, 28 de abril de 2014. El jueves pasado [10 de abril] cuestioné en directo en televisión la implicación de Rusia en el espionaje masivo. Le hice al presidente de Rusia, Vladimir Putin, una pregunta que no puede responder negativamente de un modo creíble ningún líder que dirija un programa moderno e intrusivo de vigilancia: «¿Intercepta [su país], analiza o almacena las comunicaciones de millones de individuos?»

Puse luego en tela de juicio que, aunque ese programa de vigilancia fuera efectiva y técnicamente legal, pudiera llegar a estar alguna vez moralmente justificado.

La preguntaba estaba concebida como espejo de la hoy tristemente célebre conversación en las sesiones del Comité de Inteligencia del Senado norteamericano entre el senador Ron Wyden y el director de la inteligencia nacional, James Clapper, acerca de si la NSA [Agencia de Seguridad Nacional norteamericana] había recopilado el historial de millones de norteamericanos, e invitaba a ofrecer un reconocimiento importante o una clara evasiva (compárense las preguntas: Wyden: “Lo que quisiera ver es si podrían darme una respuesta, sí o no, a la pregunta: ¿recopila la NSA alguna clase de datos de millones o cientos de millones de norteamericanos?” Snowden: “¿Intercepta, almacena o analiza Rusia de algún modo las comunicaciones de millones de individuos? ¿Y cree usted que simplemente con incrementar la efectividad de la inteligencia o de los organismos que hacen cumplir la ley se puede justificar que se ponga a la sociedad, más que al individuo, bajo vigilancia?”).

La mentira de Clapper –al Senado y a la opinión pública– constituyó un impulso considerable que motivó mi decisión de salir a la palestra y un ejemplo histórico de la importancia de rendir oficialmente cuentas.

En su respuesta, Putin negó la primera parte de la pregunta y esquivó la segunda. Hay graves inconsistencias en su negación –ahora vamos a ello–, pero no fue la respuesta lo que criticaron muchos expertos sino que yo hubiera decidido hacerle una pregunta. 

Me sorprendió que gente que había sido testigo de que yo había arriesgado mi vida por denunciar las prácticas de espionaje de mi propio país no pudiera creer que pudiese yo criticar también las políticas de espionaje de Rusia, un país al que no he jurado lealtad, sin ulteriores motivos. Lamento que mi pregunta pudiera malinterpretarse, y que le permitiera a muchos ignorar lo substancial de la pregunta –y la respuesta evasiva de Putin– a fin de especular, de modo descontrolado e incorrecto, acerca de mis motivos a la hora de formularla. 

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El periodista de investigación Andrei Soldatov, quizás el crítico más destacado del aparato de vigilancia ruso (y alguien que me ha criticado repetidas veces el año pasado), describió mi pregunta como algo «de extremada importancia para Rusia». De acuerdo con The Daily Beast, Soldatov afirmó que podría levantar la prohibición de facto de hablar públicamente sobre las escuchas del Estado.

Hay otros que han señalado que la respuesta de Putin parece ser la más contundente negativa de implicación en vigilancia masiva ofrecida por un dirigente ruso, una negativa que es probable, dicho sea con generosidad, que reconsideren los periodistas.

De hecho, la respuesta de Putin fue notablemente parecida a las negativas iniciales y generalizadas de Barack Obama sobre el alcance de los programas de espionaje masivo de la NSA, antes de que esa postura se demostrar después tanto falsa como indefendible. 

Así pues, ¿a qué vienen todas esas críticas? Me esperaba que hubiese quienes pusieran objeciones a mi participación en un foro anual que se compone en buena medida de preguntas mullidas a un dirigente poco acostumbrado a que le pongan en tela de juicio. Pero, para mí, la rara oportunidad de levantar el tabú de discutir la vigilancia del Estado ante un público que ve primordialmente medios de comunicación estatales pesaba más que ese riesgo. Además, tenía la esperanza de que la respuesta de Putin –fuera la que fuese– daría la oportunidad a los periodistas serios y a la sociedad civil de impulsar un mayor debate.

Cuando vuelva a celebrarse este acto el año próximo, espero que podamos escuchar más preguntas sobre programas de espionaje y otras controvertidas medidas políticas. Pero  no tenemos que esperar hasta entonces. Así, por ejemplo, los periodista podrían preguntar que se clarificase cómo es que no se interceptan, analizan o almacenan  millones de comunicaciones particulares, cuando eso es lo que tienen que hacer, por lo menos técnicamente hablando, los sistemas existentes para poder funcionar. Podrían preguntar si dicen la verdad las empresas de redes sociales que informan de que han recibido peticiones de recogida al por mayor por parte del gobierno ruso.

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Si di la voz de la alarma sobre las prácticas de espionaje de la NSA no fue porque pensara que los Estados Unidos son el único país culpable de ello sino porque creo que la vigilancia masiva de inocentes –la construcción de inmensas máquinas del tiempo de espionaje que pueden retrotraer los detalles más íntimos de nuestras vidas– supone para todo el mundo una amenaza, doquiera que se encuentre, no importe quien las controle.

El año pasado puse en riesgo a mi familia, mi vida y mi libertad por contribuir a iniciar un debate global que hasta el mismo Obama reconoció que «fortalecerá a nuestro país». No estoy más dispuesto a trocar mis principios por privilegios más de lo que lo estaba entonces.

Comprendo la preocupación de quienes me critican, pero existe una explicación más evidente a mi pregunta que un secreto deseo de defender la clase de medidas políticas por desafiar las cuales sacrifiqué una vida de comodidades: si vamos a poner a prueba la verdad de las afirmaciones de los funcionarios, hay que darles primero la oportunidad de hacer dichas afirmaciones. 

* Edward Snowden (1983), antiguo empleado de la CIA y la NSA de EU, en junio de 2013 filtró a los diarios The Guardian y The Washington Post, documentos que demostraban el espionaje masivo a través de programas como PRISM y XKeyscore.

(Traducción Lucas Antón)

Artículo tomado de Sin Permiso