Némesis opositora, por John M. Ackerman

Por: John M. Ackerman | La Jornada 

John M. Ackerman
John M. Ackerman

Regeneración, 28 de abril 2014.-Si todos los diputados y senadores de la oposición se unieran en contra del Partido Revolucionario Institucional (PRI), podrían aprobar por sí solos las leyes secundarias pendientes, en las materias electoral, de telecomunicaciones y energética, entre otras. Una coalición opositora evitaría peligrosos conflictos de interés a la hora de redactar las normas y daría una urgente lección de humildad democrática al nuevo partido de Estado.

La soberbia de Enrique Peña Nieto y el PRI aparentemente no tiene límites. Este sábado 26 de abril, tres de los principales operadores de la Presidencia de la República, el senador David Penchyna, el consejero jurídico Humberto Castillejos y el subsecretario Felipe Solís Acero, abandonaron intempestivamente la mesa de negociación de la reforma político-electoral en el Senado en protesta por un diferendo mínimo con el PAN y el PRD con respecto a la metodología para la discusión. Penchyna les reclamó a sus colegas senadores que el PRI no era un partido más, sino el partido en el gobierno y, por tanto, no tenía que someterse a la agenda de los partidos de la oposición.

El mismo día, el Estado Mayor Presidencial obstaculizó el paso a Los Pinos para la cadena humana organizada por políticos de PAN y PRD. Como un vil dictador, Peña Nieto cerró las vías de comunicación para evitar que los manifestantes pudieran acercarse a una residencia que no pertenece al Presidente en turno sino al pueblo. Recordemos que fue el Presidente Lázaro Cárdenas del Río, quien, en 1934, rompió con la tradición de que el primer mandatario ocupara el ostentoso e imperial Castillo de Chapultepec. En su lugar, Cárdenas habilitó Los Pinos (antes La Hormiga) como la residencia oficial, precisamente para estrechar los lazos con el pueblo.

Los antiguos griegos tenían un término que queda perfecto para caracterizar la actitud de Peña y sus operadores: hibris. Una persona incurre en hibris cuando sobredimensiona su propio poder, o incluso se coloca al nivel de los dioses y, por tanto, desprecia y humilla a los demás. Para los griegos, excesos de este tipo recibían duros castigos de parte de la diosa Némesis, quien era la que se encargaba de poner en su lugar a los infractores.

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El conocido relato de Ícaro y Dédalo ilustra con particular claridad los peligros de la arrogancia desbordada. Ícaro se sintió tan poderoso volando con las alas de cera y plumas, que su padre Dédalo le había confeccionado, que se acercó demasiado al sol. El calor derritió sus alas y el hijo cayó estrepitosamente a su muerte en el mar.

El PRI solamente cuenta con 42 por ciento de los 500 diputados federales y 40 por ciento de los 128 senadores. El partido en el gobierno no puede aprobar ninguna ley sin el apoyo de los otros grupos parlamentarios. Asimismo, los legisladores de la oposición no tienen necesidad alguna de involucrar al PRI en el debate o la confección de las nuevas normas, ya que basta con los votos de los no-priístas. Las alas del partido del Estado son de cera.

La construcción de una Némesis opositora, excluyendo totalmente al PRI de las negociaciones parlamentarias para las reformas pendientes, fortalecería la división de poderes y ayudaría a resucitar nuestra democracia fallida. Por ejemplo, evitaría los nefastos conflictos de interés que siempre surgen cuando quien implementa una ley es también el responsable de redactarla.

El principal propósito de Peña Nieto para todas las reformas es centralizar en el Poder Ejecutivo, o en sus representantes en los organismos autónomos o los estados, todas las decisiones clave en materia de telecomunicaciones, energía y elecciones. La agresiva propuesta priísta para una nueva ley reglamentaria del artículo 29 constitucional, con respecto al tema de las declaratorias de suspensión de los derechos humanos, tiene el mismo carácter al empoderar peligrosamente a la Presidencia de la República en la materia.

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La exclusión del partido en el gobierno de la redacción de las nuevas leyes garantizaría que las normas se diseñen en función de los intereses de quienes no ostentan el Poder Ejecutivo. Ello sería un gesto profundamente democrático, ya que la democracia siempre busca limitar los abusos de la autoridad y evitar la centralización del poder.

El PRI entonces ha hecho un gran favor a la patria con su retiro de la mesa de negociación de la reforma político-electoral. En lugar de suplicar el retorno de los representantes de Los Pinos, los senadores de la oposición deberían expulsar a los priístas de todas las mesas de negociación para todas las reformas pendientes. Esta acción contundente ayudaría a redignificar el Congreso de la Unión después de 17 meses de una unidad política que ha borrado al Poder Legislativo del mapa e impuesto una serie de reformas estructurales corruptas e impopulares.

No basta con señalar los múltiples defectos de las reformas, sino que también habría que proponer y experimentar con nuevos procedimientos políticos. Una alianza coyuntural entre PAN, PRD, PT, MC, PVEM y Panal para los próximos periodos extraordinarios sería muy difícil de manejar políticamente y sin duda generaría leyes problemáticas y contradictorias. Pero el resultado sería infinitamente mejor que la situación actual en que el virrey Peña Nieto y sus patrocinadores nacionales y extranjeros dictan todos los términos de la negociación y han cancelado el debate parlamentario y ciudadano.

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