El fenómeno en Argentina de Los Redonditos de Ricota es equiparable a The Grateful Dead en Estados Unidos o a El Tri en México; todos ellos representantes de una época y con gran éxito al interior de su país y enorme penetración entre las clases populares.
Por Miguel Martín Felipe
RegenerciónMx, 27 de febrero de 2022.- El conocimiento que en México tenemos sobre el rock argentino está sumamente condicionado por la campaña comercial llamada Rock en tu idioma, a través de la cual Luis de Llano escogió a los exponentes más vendibles de la escena rockera iberoamericana, mientras dejaba fuera a todos aquellos que más se alejaban de su entendimiento, o bien, del pop, que a fin de cuentas ha sido siempre una fórmula infalible para el mercado musical. De esta manera, nos perdimos a glorias españolas como El último de la fila, Ramoncín, Gabinete Caligari, Rosendo, así como Loquillo y los trogloditas, entre otros. En cuanto al rock argentino, sorprende que, pese a su calidad, quedaran fuera Luis Alberto Spinetta, Pappo, Los ratones paranoicos o la banda de pintoresco nombre que hoy nos ocupa: Patricio Rey y sus redonditos de ricota.
Patricio Rey y sus redonditos de ricota se trata de una agrupación que nace en un contexto de experimentación artística en la ciudad de La Plata en 1976. El corazón de la banda desde un primer momento fueron el guitarrista Skay Beilinson y el enigmático cantante Carlos ‘Indio’ Solari, quienes como dueto compositivo e interpretativo definieron el concepto de ‘Los Redondos’, que es como se les conoce cariñosamente. Inicialmente se presentaban en pequeños clubes como parte de una compañía de rock teatral y circense, en donde las canciones se alternaban con poesía, monólogos, obras teatrales o de malabarismo.
El nombre surge dentro de ese mismo concepto, ya que Patricio Rey es referido como un personaje místico inventado por El Indio, y que, según el cantante de eterna cabeza rapada y lentes oscuros, era una presencia espiritual que les daba consejo y los guiaba como banda. Los redonditos de ricota eran unos panecillos rellenos de queso preparados por ‘El Doce’ o ‘El Docente’, cocinero de la banda, cuando ésta se circunscribía a la comunidad hippie llamada La cofradía de la flor solar. Durante las presentaciones, dicho cocinero repartía los panecillos ataviado a la usanza turca.
Los redondos dominaron durante toda la década de los 80. Paulatinamente se fueron volviendo un fenómeno de masas. Una de las claves del éxito fue el saber conectar con ‘la afición’ (más que el público), ya que la forma en que su legión de fans –primero bonaerense y al final argentina en su totalidad– tiene todas las características de la ‘hinchada’, saltos masivos coordinados (pogos), cánticos, banderas, mantas y gritos de guerra como: «¡Aguante Los Redondos!» o «¡Indio para presidente!». La única feliz salvedad de este inmutable fanatismo y que lo diferencia del ámbito del fútbol, es que ir a un concierto de Los Redondos implicaba ingresar al estadio sabiendo desde un principio que no habría incertidumbres y que al final vendría el clímax en el que entonar los himnos rockeros eternos era el equivalente a levantar la copa.
La obra de Los Redonditos de Ricota es vasta y de muy alta calidad, más que discos, vale la pena destacar temas emblemáticos como Ji ji ji, con un ritmo punk-rock y una letra que a día de hoy sigue siendo un criptograma que pareciera hacer alusión a temas como el accidente de Chernóbil, la cocaína o un asesinato múltiple. El propio Indio Solari siempre cerró los conciertos advirtiendo con esta canción que se venía lo que él denominaba como “el pogo más grande del mundo”; una marea embravecida de ‘hinchas’ saltando y coreando incluso el potente solo de Skay a la guitarra. Las letras de Solari son en general enigmáticas, y pueden abarcar sentimientos que van desde la melancolía hasta la euforia, pasando por francas cartas de amor.
Un ángel para tu soledad, Un poco de amor francés, Flight 956, Juguetes perdidos, To beef or not to beef o La bestia pop; son canciones que se han erigido como himnos dentro de la sociedad argentina de finales del Siglo XX. Sorprende también el hecho de que, si bien Los Redondos se gestaron dentro de un ámbito totalmente apegado a la literatura y a las artes en general, la calidad de las canciones las hace tan universales que predominan los estratos más populares de la sociedad como la fanaticada que llena estadios y que profesa la religión de Los Redondos, de la que sin duda es El Indio un enigmático pontífice, pues siempre se mostró generoso en los escenarios y se brindaba entero a los ‘ricoteros’, mientras que para la prensa siempre tuvo un hermetismo desconcertante que alimentó la leyenda de ser poco menos que un eremita del rock.
Sorprendentemente, Los Redonditos de Ricota no han sido en general un gran producto de exportación. Aunque la abrumadora cantidad de ricoteros bastó para llenar estadios y no tener la necesidad de salir de Argentina. De hecho, se daban el lujo de dar solo tres conciertos por año hasta su disolución en 2001. Posteriormente, tanto Skay como El Indio siguieron con proyectos en solitario. Aunque ciertamente Solari mantuvo parte de la mística al interpretar el repertorio ricotero con su banda de apoyo llamada Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado, al menos hasta 2018, en que el mal de Parkinson lo alejó de los escenarios, para solo aparecer de manera virtual con la banda en vivo interpretando ciertos temas.
El fenómeno de Los Redonditos de Ricota es equiparable a The Grateful Dead en Estados Unidos o a El Tri en México; todos ellos representantes de una época y con gran éxito al interior de su país y enorme penetración entre las clases populares, pero con una discreta proyección internacional.
Nunca es tarde para embarcarnos en una nueva aventura musical. Desde los primeros riffs de Skay y las primeras frases cantadas por El Indio, podrán ustedes saberse encaminados hacia un viaje sin retorno. 2022, como cualquier otra época cuando de obras atemporales se trata, es un excelente año para que nos volvamos ricoteros.