#Opinión: La universidad de la 4T

Por Ramiro Padilla Atondo

RegeneraciónMx.- ¿Cómo dar una opinión?

«La opinión pública está influida

por los medios de comunicación

y los medios están en manos de quienes mandan

y los que mandan favorecen a los que dicen

lo que a ellos les conviene y

borran todo lo que no les conviene.

Así que la opinión pública es,

sobre todo, opinión mediática»

José Luis Sanpedro

Verán ustedes, hace mucho leí en un libro de Umberto Eco que decía que aparecer en televisión era una grosería. Obviamente lo dijo por allá de los sesenta. También dijo que la opinión de los idiotas antes se quedaba en una reunión o en una cantina. Hoy esa opinión banal puede encontrarse amplificada por muchos de los canales de las redes sociales. Hacerse viral, pues.

No es raro entonces que la banalización de la opinión esté en su punto más alto. Se opina con base en prejuicios, y esta opinión se propaga como un virus. No necesita ser comprobada bajo ninguna forma, es axiomática. Para los que escribimos en medios impresos y electrónicos o somos invitados a programas de YouTube es importante conocer el contexto de lo que se va a decir.

Por ejemplo, la red social X antes llamada Twitter, es una verdadera caja de resonancia del odio, donde no hay lugar para posiciones moderadas. Todos los días asistimos al espectáculo de la degradación humana. Aunque tengo que decirlo, no necesariamente refleja la opinión mayoritaria del país. Leí a un experto que decía que esta plataforma sirve para sentar las bases de la discusión política del país.

Puede ser cierto hasta cierto punto, el problema son los “trascendidos” y las opiniones baratas que no permiten entender la verdadera circunstancia histórica del país. Entonces, dar una opinión informada puede ser una tarea casi imposible.

No faltan los críticos ad hominem, esos que te critican a ti como persona, pero no critican el argumento porque, para empezar, no lo entienden. No los culpo totalmente porque es lo que llamo la “cultura televisiva” trasladada a las redes sociales. Se privilegia el espectáculo sobre la objetividad. Así que si me permiten, hablaré un poco de cómo he ido formando mi opinión a través del tiempo.

Crecí en un hogar conservador y católico de clase media. Mi padre siempre fue un admirador de la cultura norteamericana al grado de querer darse de alta en su Ejército. Mi madre siempre desconfió de todo lo que oliera a norteamericano.

Como lo he venido diciendo, después de quemarme las pestañas por un largo tiempo, descubrí que la mayor parte de la opinión que recibimos proviene de un sesgo promovido por los medios hegemónicos de los Estados Unidos. Así que cuando leí a Enrique Dussel y su Filosofía de la liberación, no hice sino reafirmar mi posición:

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Entendemos por cultura imperial o del centro la que do-

mina el orden vigente. Es la refinada cultura de las élites

europeas, norteamericanas o rusas. Esta es la cultura con

la que se pretende medir a todo otro grado cultural. La

Gioconda mide a todo otro cuadro; la Quinta sinfonía

de Beethoven clasifica a toda la música, Notredame es el

prototipo de toda iglesia. Esta cultura tiene además los

medios colectivos de comunicación en sus manos (Estados

Unidos colabora y emite más del ochenta por ciento del

mensaje que se consume en América Latina por radios,

revistas, diarios, cine y televisión).

A esto le agrego yo la irrupción de las redes sociales donde la censura campea a sus anchas.

Es por ello que cargamos ya con un sesgo de origen. Es quizá el punto ciego de la absoluta mayoría de la supuesta élite intelectual mexicana, tan afecta a copiar las formas culturales europeas y norteamericanas, sin detenerse a pensar que este eurocentrismo no refleja nuestra rica tradición cultural. Los programas de opinión en la televisión abierta reflejan este conjunto de valores tan ajenos a nuestra idiosincrasia, como si quisieran encajar algo que no funcionará por más que lo intenten.

Como bien lo plantea Dussel, que se recrudeció en la larga noche neoliberal, fue lo que bien atinó en definir como “oligarquía gerencial”. Los mismos intelectuales mexicanos no generan ideas, generan empresas, como se ha señalado desde el principio de este sexenio, y de lo cual ya teníamos evidencia de mucho tiempo atrás.

Yo bromeaba un poco con el tema del legado. No imagino a ninguna universidad abriendo un centro de estudios para la interpretación del pensamiento de ninguno de estos “intelectuales” porque no han producido nada que sea original. Sólo interpretaciones sesgadas. Obviamente llegamos al punto donde ustedes se preguntarán si es imposible opinar, así que propongo un ejercicio.

Goebbels decía, palabras más palabras menos, que repetir una mentira mil veces puede convertirla en verdad. Así que hay que entender cómo funcionan los ciclos mediáticos; vean ustedes cualquier información. Sobre todo la que viene de ese bloque de medios opositores al Gobierno. En el Pequeño chairo ilustrado planteaba la importancia de entender la fuente de la información, ¿Quién lo dice? ¿por qué lo dice? y ¿desde dónde lo dice?

Hay una necesidad de opinar a botepronto. Por eso de repente algunos comunicadores y youtubers, en su afán de informar de manera inmediata, no esperan a que lo que circula madure. Y luego viene la contradicción de suma cero donde nadie gana. Porque la información falsa habrá logrado su cometido. No importa que se le desmienta, lo importante es sembrar la duda.

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¿Un familiar de la presidenta es corrupto? Esa pregunta gracias a las redes bien organizadas de los medios hegemónicos encuentra un cauce porque la respuesta viene hasta la siguiente Mañanera. Imagínense ustedes que la presidenta no diera sus conferencias. Podemos citar los ejemplos de muchos países para entender esta situación.

En la campaña para la Presidencia de los Estados Unidos se enfrentaban George Bush y John Kerry. El primero, un baquetón que no fue a la guerra gracias a sus influencias, el segundo, un héroe en combate. Los medios afines al republicano construyeron una campaña para engrandecer las virtudes del baquetón y desprestigiar al que sí combatió. Hay un término para eso: character asessination.

Los medios se dieron vuelo y lograron su cometido. Al final todos sabemos quién ganó. En México, uno de los ejemplos más recientes es la campaña contra el doctor Hugo López–Gatell, quien hizo un trabajo extraordinario frente a la pandemia. Los medios hegemónicos lo atacaron hasta nombrarlo “doctor muerte”.

Frente a estos mecanismos de propaganda no nos queda más que tratar de entender que opinar a la ligera no ayuda en la construcción de una cultura de la objetividad. Por eso es importante que siempre antes de opinar se pregunten basados en los principios socráticos, si esa opinión que están dispuestos a dar es para tratar de encontrar la verdad o es sólo una manera de expresar envidias o frustraciones. O es como en la mayoría de los casos de los periodistas a sueldo, una manera de hacerse millonario de manera rápida.

Los tres filtros

Un discípulo llegó muy agitado a la casa de Sócrates

y empezó a hablar de esta manera:

—¡Maestro! Quiero contarte cómo un amigo

tuyo estuvo hablando de ti con malevolencia…

Sócrates lo interrumpió diciendo: ¡Espera! ¿Ya

hiciste pasar a través de los tres filtros lo que me vas

a decir?

—¿Los tres filtros…?

—Sí –replicó Sócrates. El primer filtro es la ver-

dad. ¿Ya examinaste cuidadosamente si lo que me

quieres decir es verdadero en todos sus puntos?

—No… lo oí decir a unos vecinos…

—Pero al menos lo habrás hecho pasar por el

segundo filtro, que es la bondad. ¿Lo que me quieres

decir es por lo menos bueno?

—No, en realidad no… al contrario…

—¡Ah! –interrumpió Sócrates. Entonces vamos

a la último filtro. ¿Es necesario que me cuentes eso?

—Para ser sincero, no…. necesario no es.

—Entonces –sonrió el sabio–, si no es verdadero,

ni bueno, ni necesario… sepultémoslo en el olvido…