#Opinión: Rápido y encabronado

Por Fernando Paz

RegeneraciónMx.- “Les juro por la Santa Muerte y por los millones logrados traficando drogas, extorsionando, desapareciendo gente y asesinando, que el Chapito me dijo que nos reuniríamos con el gobernador de Sinaloa y con el exalcalde de Culiacán…” pudieran ser las palabras de “El Mayo” Zambada. “Yo sí le creo al señor empresario Ismael Mario Zambada García”, parece que son las de toda la oposición y del expresidenteFelipe Calderón.

Si el cinismo fuera deporte olímpico, la delegación mexicana, liderada por su capitán, el experimentado jefe del narcotraficante Genaro García Luna, se habría traído todas las medallas. El corto personaje inició sus prácticas en la peculiar disciplina cuando prometió -en noviembre de 1997 y a reto explícito de López Obrador- que su facción partidista (el PAN) no votaría a favor de la propuesta del PRI de no auditar el desfalco del FOBAPROA; un mes más tarde, exactamente el 12 de diciembre, día de la Virgen de Guadalupe —los “albazos” del PRI y del PAN ya eran arte refinado— esos partidos aprobaban en el congreso la no auditoría del FOBAPROA. 

Años después, Calderón rompió su propio récord con ese talento natural que empezaba a serle reconocido: “como dicen en mi pueblo, haiga sido como haiga sido”, sentenció cuando se robó la presidencia apoyado por la oligarquía y, cultivando el nefando amasiato, por el PRI. Muy poca gente lo supo entonces, pero ya como presidente, se ejercitaba en la especialidad ignorando a policías federales, colaboradores cercanos y hasta generales,cuando le sugerían revisar al ingeniero García Luna, secretario de Seguridad Federal, por su complicidad con el cártel de Sinaloa. Contra viento, marea y un tsunami de evidencias, el hoy llamado “comandante Borolas” calló y siguió fingiendo que combatía al narco. Insensible, dio carta blanca a un ejército y marina ávidos de guerra.

En 2011, me hice amigo de un piloto de helicóptero de la Marina Armada de México; en una reunión, me confió que, efectivamente, tenían órdenes de ni siquiera intentar disuadir o detener a los presuntos delincuentes, llevaban la encomienda de matar sin “veriguar”.

Así, el ejército llegó a entrar al Tec de Monterrey y ejecutar a culatazos a dos estudiantes becados, dizque por sospechosos. Ese grupo de infames sin un comandante supremo honorable también violó a una anciana de 73 años en la zona de Zongolica, Veracruz; “los soldados se me echaron encima” fueron las últimas palabras de Ernestina Ascencio, tenía el recto perforado y la cadera fracturada; murió de “gastritis crónica”, dijo el infame Felipe Calderón protegiendo a sus bestias verdes.

De eso estamos saliendo apenas, de una violenta espiral descendente a la que nos trajo un régimen de homúnculos codiciosos faltos de vergüenza y de amor por el país que los parió. Baste ver la cara aterrorizada del michoacano Calderón Hinojosa en su primera conmemoración a los Niños Héroes, al escucharse las estentóreas salvas de cañón. Ese es Felipe, cobarde, acomplejado; tuvo que enfundarse en una casaca militar y rodearse de armas con sus fálicas formas para sentir, en su nimiedad y perversión, seguridad y valía.

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Ya encarrerado, el narcopresidente no tuvo empacho en mostrar esa tendencia a la genuflexión de los conservadores mexicanos y fue al tío Sam para negociar la entrada de efectivos de la DEA (agencia antidrogas estadounidense) y armamento. 

Entre 2006 y 2007, bajo la administración Bush, se ejecutó la primera de cuatro operaciones de entrega de equipo estadounidense a México; fue llamada “Wide Receiver” (Receptor Abierto) y fue ejecutada en Tucson, Arizona, por la ATF (Agencia de regulación de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos).

En esa operación, cientos de armas de fuego adquiridas por compradores de poca monta fueron transferidas a intermediarios que luego las pasaron a México y a las calles de Estados Unidos. El pretexto (bastante ingenuo) de estos agentes y del director de la ATF era que, siguiendo el rastro del equipo militar mismo, se podía llegar al Cártel de Sinaloa.

El resultado final ya lo sabemos, los pertrechos “caminaron” y sí, terminaron en manos del famoso cártel, pero sin resultado favorable alguno. En el 2007 se dio el caso Hernández, en el que agentes estadounidenses supieron de una compra de 200 “dispositivos” por un tal Fidel Hernández y varios cómplices para introducirlos de manera ilegal a México.

Hernández fue arrestado en Nogales, Sonora y llevado a juicio en 2009; fue dejado en libertad porque las autoridades mexicanas que incautaron las armas se negaron a proporcionar información. Descarados, ¿no? 

En el 2008, el caso Medrano se dio de manera muy similar al anterior; esa vez fueron 100 equipos comprados al mismo vendedor cooperativo con la ATF durante la operación Receptor Abierto. Los compradores fueron arrestados y se lograron condenas de risa comparadas con el infierno desatado en México, condenas de 50 a 14 meses de cárcel; pero de capos, ni uno solo. 

El apocalipsis de la entrega de armas a los cárteles durante ese permisivo sexenio fue el operativo Rápido y Furioso, ejecutado de 2009 a 2011, ya bajo la administración de Barack Obama.

En este sonado caso, fueron casi 2000, principalmente AK-47, rifles Barret 0.50(esos que vimos montados en camiones de redilas de 3.5 toneladas durante el fallido operativo para detener a uno de los Chapitos), rifles para francotiradores, AR-15, pistolas calibre .38 y escuadras FN Five-Seven las que estuvieron involucradas en compras permitidas, con todo y los avisos de los dueños de armerías, a contrabandistas mexicanos;otra vez, al parecer, pensando en seguirles la huella y llegar no solo al cártel de Sinaloa, sino también a la recién formada Familia Michoacana.

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Pero los corruptos agentes estadounidenses ya habían aprendido el caminito y las otras agencias también querían su rebanada del pastel. Esa vez, además de la ATF se involucraron la DEA, el ICE (Inmigración y Aduanas) y hasta el FBI (Buró Federal de Investigaciones). 

El problema de todas estas operaciones encubiertas fue que, una vez entrando a México, los propios agentes estadounidenses se hacían como el “tío Lolo”, so pretexto de la corrupción rampante entre la Policía Federal Mexicana, de la colusión del secretario de Seguridad con el cártel de Sinaloa y del “desorden” dentro del Ejército Mexicano. 

Cuando todo ese arsenal empezó a aparecer en escenas de crímenes violentos en México principalmente, pero también del lado estadounidense, en donde un agente de la Patrulla Fronteriza murió a manos de supuestos migrantes, sonaron las alarmas en el Sistema Judicial del vecino país.

Demasiado tarde, las armas se habían perdido, algunos agentes se habían enriquecido y los dueños de armerías “cooperativas” con la ATF, ni se diga. Solo mandos bajos fueron indiciados por el Departamento de Justicia allá y eso por la perseverancia de algunos congresistas, principalmente del partido republicano. Por supuesto, ni Barack Obama ni su fiscal general supieron nada, igual que Felipito.

Que no me salga el narcotraficante Zambada con que su palabra tiene algún valor, que no me salga el gobierno estadounidense con que son “los buenos de la película”, y menos que me salga hoy la nefasta oposición, Felipe y adláteres con que ya se olvidaron de su nalgaprontitud para con la DEA y demás agencias corruptas del “país-policía mundial”. Por mí, Zambada y sus dichos, los políticos de oposición, Calderón, sus intelectuales orgánicos, Bush y Obama pueden ir de puntitas a importunar a su progenitora.