Por Miguel Martín Felipe
RegeneraciónMx.- Entre 2021 y 2022 comencé a escribir en RegeneraciónMX, portal que en el nombre carga con la responsabilidad histórica de continuar el legado de aquel diario de línea anarquista que fundaron los hermanos Flores Magón. Con lo publicado durante ese lapso de dos años pude estructurar mi primer libro. La compilación de artículos que lo compone se aboca a analizar diversos asuntos coyunturales de la escena política más inmediata, así como algunos fenómenos sociales que se suscitaron o tomaron fuerza a partir del ascenso al poder por parte de AMLO en 2018.
La premisa básica del libro, al que titulé La primavera digital mexicana, es tratar de entender bajo qué circunstancias se dio el importante proceso de politización de las masas, en el cual fue un factor crucial la virtual desertificación de los medios corporativos de comunicación, principalmente de las cadenas Televisa y TV Azteca como principales manufactureras del consenso y la opinión pública a instancias de los gobiernos neoliberales.
Sorprendentemente y pese a tener en contra diversos factores, una parte significativa de la sociedad mexicana pudo desafiar los pronósticos y de cierta manera cumplir el sueño de muchos teóricos y activistas. A través de otro medio masivo de comunicación, las redes sociales cibernéticas, cuya principal diferencia con los tradicionales es la interactividad por parte de los usuarios, las personas comenzaron a informarse acerca no solo del panorama político actual, sino de las condiciones y los actores políticos que nos situaron en dicho escenario.
Por fin las masas, otrora enajenadas, pudieron ver la otra cara de las televisoras y comunicadores que durante años les mintieron, así como las triquiñuelas y francos crímenes de Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña; pero no bajo el anodino cliché de “todos son iguales”, sino avizorando el verdadero cambio encarnado en la figura de AMLO.
El establishment tenía su gatopardístico plan bien trazado con las televisoras como segura fuente de información para la cobertura de las campañas electorales de 2018. Se consideraba en las cúpulas políticas y empresariales que las redes sociales eran simplemente una vía de entretenimiento y nunca les pasó por la cabeza que pudieran ser utilizadas como una herramienta para difundir la verdadera información y hacer que se descubriera el pensamiento comunitario, y por lo tanto, se tomara consciencia de lo importante que es razonar un voto en función de las condiciones socio económicas propias. Resultó entonces que precisamente había una oferta que satisfacía esas nuevas necesidades y la gente quería saber más y más acerca de ello.
Esto propició el nacimiento de comunicadores independientes, algunos operando rudimentariamente con los medios que tenían a la mano y otros con más visión y presupuesto, articulando medios y reuniendo a comunicadores de izquierda que en su momento fueron relegados por el régimen neoliberal.
Llegamos entonces a un punto en que se vuelve altamente probable el encontrar en la calle al azar a alguna persona que nos pueda dar una cátedra pormenorizada sobre el panorama histórico y político del país, así como una reivindicación del régimen actual y de su forma de gobernar que difiere totalmente de aquellos que pretenden regresar al poder y a quienes hay que combatir a diario.
Podemos ver cuánto subestimaba ese grupúsculo en el poder el cambio social que era capaz de lograr el pueblo a con las redes sociales, por medio de una escena en la película La dictadura perfecta (2014), donde un político corrupto, interpretado por Damián Alcázar, al ser informado sobre la relevancia de sus escándalos en redes sociales, exclama: «¡”Trending topic”, mis huevos punto com!». A la postre, y aunque para ese momento aún conservaba su fama de contestatario.
Estrada terminaría alineándose con aquello que tanto criticaba, por lo que, vista desde la perspectiva actual, esa línea de diálogo era más una proyección de su propio pensamiento que una intención por retratar al político marrullero e ignorante de la vieja escuela.
Pese al panorama actual, que parece conducirnos hacia un horizonte bastante halagüeño y que no tiene precedentes, se logran entrever algunos remanentes de lo que a primera vista parece pensamiento reaccionario, pero que al final solo es ignorancia. Los trabajadores sindicalizados disfrutan de beneficios laborales producto de luchas libradas en tiempos pretéritos por líderes y gremios que se organizaron para exigir y garantizar las prestaciones de las que ahora gozan.
Estas organizaciones tuvieron siempre una estructura e ideario de naturaleza progresista. Los países donde el capitalismo se ha implantado sin restricciones tienen muy pocas empresas paraestatales y sindicatos. Resulta paradójico que muchos de quienes gozan de estabilidad laboral y económica, y en muchos casos con horarios que han resistido los efectos de la reforma laboral del 2012; constituyan un sector donde comúnmente podamos encontrar a personas que profieren odio contra AMLO y son capaces de creer cuanto infundio se vierte sobre él en los medios corporativos o en espacios de redes sociales en que las fake news son el pan de cada día.
Cuando hablamos de que sobrevino una especie de primavera impulsada por las redes sociales, podemos pensar que el efecto politizador permeó hacia todos los sectores. Sin embargo, el proceso socio-histórico que vivimos es muy complejo y no funciona igual en todos los grupos y capas de la sociedad.
A causa de diversos factores, relacionados todos ellos con el impacto del neoliberalismo en Latinoamérica, mucha gente abandonó las pantallas de la televisión, pero eso no implicó que mágicamente cambiara sus esquemas o prioridades de entretenimiento, por lo que en las redes sociales cibernéticas buscaron la oferta más compatible con su bagaje cultural, de manera que han encumbrado a los famosos “influencers”, quienes igualmente forman parte de ese sector hedonista e individualista que promueve el mensaje de ignorancia política, el cual mantiene esas masas en el desconocimiento total sobre los asuntos más trascendentes del país.
Ya muchos intelectuales y no tan intelectuales de décadas pasadas sentenciaban que la verdadera evolución del pueblo mexicano estaría dada en función del abandono de las pantallas televisivas, pero ahora también debemos avizorar un estado óptimo de politización en que se deje a un lado el entretenimiento barato y ese movimiento compulsivo del dedo pulgar para ir pasando reels, shorts y TikToks que simplemente son basura despolitizante, al menos en su mayoría, porque ciertamente también hay mucho contenido valioso en estos medios, pero al famoso algoritmo no le es prioritario que se conozca.
Debemos decir que el panorama es mucho más halagüeño de lo que parecía en épocas televisivas, puesto que ahora las pláticas sobre política son un tema recurrente en cada vez más situaciones cotidianas. Mucha gente está descubriendo que la postura “de centro” solo es producto de no estar informados, de manera que, como lo dice AMLO, son tiempos de definición y esto aplica sin importar en qué estrato social nos encontremos. También es muy válido ser de derecha y argumentar en favor del poder económico, pero con bases y no solo por simpatía o por odio a la facción contraria.
En tiempos en que contamos con toda la información del mundo en el bolsillo, es un despropósito no estar politizados, pues ahora contamos con todos los elementos necesarios para ello. Claro que formarnos un criterio para la criba de la información no es nada fácil, pero esto no tiene por qué ser un proceso individual, sino colectivo, es decir; para eso somos entes sociales, para poder discutir y aprender unos de otros.
Los mexicanos, que somos un pueblo caracterizado por ser platicador y retórico, debemos volvernos a acercar a nuestro entorno inmediato y socializar los temas relevantes, pues eso, y no la destreza en el movimiento de pulgar, es lo que garantizará la continuidad de este cambio tan deseado y que lo estamos logrando gracias a nuestro despertar inicial. No hay por qué ser pesimistas cuando la tendencia es positiva. Solo hay que tomar la responsabilidad de informarnos e informar a otros.
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