Se cumplen 75 años de la muerte de Antonio Machado, poeta y militante

Estos días azules y este sol de la infancia, último verso escrito por el autor sevillano

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Madrid (febrero 20, 2014).- Todo pasa y todo queda, escribió Antonio Machado en unos famosos versos que años más tarde cantaría Joan Manuel Serrat. El sábado se cumplen 75 años de la muerte del emblemático poeta de la generación del 98, un referente lírico e intelectual que analizó como pocos al hombre y la España de su época.

A finales de enero de 1939, unos días antes de que las tropas del general Francisco Franco tomaran Barcelona, Machado emprendía el rumbo a la frontera francesa. Comprometido con el tiempo que le había tocado vivir, defendió hasta el final en sus escritos el gobierno de la República, aun sabedor de que la Guerra Civil (1936-1939) ya estaba decidida.

Gracias a la ayuda de otros escritores, el poeta, su hermano José y su madre llegaron al pequeño pueblo costero de Colliure, donde falleció apenas un mes después. En el bolsillo de su abrigo se encontraron poco más tarde unas anotaciones: Estos días azules y este sol de la infancia, decía el verso suelto que pasó a la historia como el último que escribió.

Dolor por Leonor Izquierdo

Antonio Machado Ruiz nació en Sevilla el 26 de julio de 1875, pero ocho años más tarde la familia se trasladó a Madrid, pues su abuelo había sido nombrado profesor en la Universidad Central. Cursó sus primeros estudios en la célebre Institución Libre de Enseñanza y luego en varios institutos, mientras nacía su afición al teatro y comenzaba a visitar las tertulias literarias de los cafés.

A finales de los 90 viajó a París, donde vivía su hermano Manuel, y comenzó a trabajar como traductor para la editorial Garnier. En sus varias estancias en la capital francesa en contacto con Óscar Wilde y Rubén Darío, con el que trabó gran amistad, además de estudiar filosofía con Henri Bergson. De regreso a Madrid publicó sus primeros poemarios, los intimistas Soledades (1903) y Soledades, galerías y otros poemas (1907).

Ese mismo año obtuvo la cátedra de profesor de francés en Soria. En la pequeña ciudad castellana, Machado conoció a la que sería el gran amor de su vida: la joven Leonor Izquierdo. Se casaron dos años después, cuando ella tenía 15 y él 34, pero la felicidad del matrimonio duró poco: Leonor enfermó de tuberculosis y murió en 1912, sumiendo al poeta en una profunda depresión. ¡Ay, lo que la muerte ha roto, era un hilo entre los dos!, escribió en su poema Campos de Castilla.

Considerada una de sus obras más emblemáticas, en el poemario Machado se distancia del simbolismo para acercarse a la generación del 98 con versos que, por un lado, buscan la exaltación nostálgica de la naturaleza y, por otro, ponen de manifiesto la preocupación por los problemas de su tiempo. Como en El mañana efímero, donde denuncia esa España de charanga y pandereta, cerrado y sacristía, frente a la España de la rabia y de la idea.

Tras este poemario, en el que después se incluyeron sus Proverbios y cantares, publicó Nuevas canciones (1924) y dos ediciones de sus Poesías completas, ingresó en la Academia de la Lengua y conoció a Pilar de Valderrama –la Guiomar de sus poemas–, con quien mantuvo una relación secreta durante años. Entre tanto, escribió varias obras de teatro junto a su hermano Manuel y lanzó la colección de ensayos Juan de Mairena: sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo.

Dpa/La Jornada, p. 8