La vigencia de Mariano Azuela, en su 70 aniversario

A través de una novela, Mariano Azuela se encargó de pronunciar un largo desacuerdo con Francisco I. Madero, quien decidió incorporar en su gobierno a antiguos porfiristas. Hoy recordamos al médico y cronista, a 70 años de su muerte.

Hoy recordamos al médico y cronista Mariano Azuela a 70 años de su muerte. Aunque algunos lo niegan fue, en estricto sentido, un maderista.

Por Ricardo Sevilla

RegeneraciónMx, 01 de marzo de 2022.- Mariano Azuela, además de médico, novelista, cuentista y cronista notabilísimo, también participó álgidamente en la política. En 1901, el escritor tapatío fue regidor del ayuntamiento de Lagos de Moreno, donde encabezó las comisiones de Policía, Salubridad y Panteones. Ahí trabó amistad con Gustavo A. Madero, quien, por cierto, había sido regidor del mismo municipio durante los dos periodos previos: de 1899 a 1901 y de 1901 a 1903.

Pese a que todavía hay pazguatos que lo niegan, Mariano Azuela fue, en estricto sentido, un maderista.

El jalisciense Mariano Azuela González y el coahuilense Francisco Ignacio Madero González no sólo fueron contemporáneos, sino que nacieron el mismo año, en 1873. Pero, más allá de ese dato curioso, ambos personajes fueron antiporfiristas y, en cierto punto, compartieron los ideales de libertad y democracia, de igualdad y desagravio que oprimían a Los de abajo, parafraseando el libro más reconocido del médico Azuela.

Cabe recordar que en su libro, La sucesión presidencial en 1910, Madero lanzó una convocatoria para que los mexicanos  lo siguieran en su cruzada contra esa especie de ogro filantrópico encarnado precisamente en la figura del pantagruélico Porfirio Díaz.

Hoy recordamos al médico y cronista Mariano Azuela a 70 años de su muerte. Aunque algunos lo niegan fue, en estricto sentido, un maderista.

Mariano Azuela se tomó tan en serio este llamado a la Revolución que, en 1911, cuando Madero triunfó y decidió incorporar en el gobierno a algunos antiguos porfiristas, el escritor se sintió desencantado y, a través de una novela, se encargó de pronunciar un largo desacuerdo con el líder revolucionario.

La obra se llama, como algunos saben, Andrés Pérez, maderista. El protagonista central es un periodista escéptico y convenenciero, al que un golpe de suerte lo encumbra como héroe.

Novela preñada de escenarios geográficos ficticios, la trama se desarrolla tanto en la capital del país, en la hacienda La Esperanza, como en una población del México profundo cuyo nombre, en un alarde  de misterio, el autor decide no mencionar.

En cierto sentido, la novela de Azuela es un ajuste de cuentas contra Madero. Es importante mencionar que, antes de haber publicado la obra, el doctor Azuela había renunciado como jefe político de su tierra, una vez que el movimiento maderista había conseguido la renuncia de Porfirio Díaz. Mariano Azuela, por lo demás, llegó a decir que su renuncia se debió a la presión que ejercieron los caciques de Jalisco, concretamente los de Lagos de Moreno.

Hoy recordamos al médico y cronista Mariano Azuela a 70 años de su muerte. Aunque algunos lo niegan fue, en estricto sentido, un maderista.
Fotos: Especiales

De ahí que, en esta novela, veamos a los terratenientes que apoyaron a Madero divididos en dos categorías: quienes realmente siempre estuvieron convencidos de que era necesario un cambio de rumbo en la manera de conducir la nación mexicana, y aquellos que, después de haber sido enemigos de Madero, de la noche a la mañana, decidieron transformarse en «revolucionarios».

Escrita mediante un estilo sobrio y siguiendo una estructura lineal, la obra está dividida en una veintena de pequeños capítulos, bastante ágiles, donde apenas hay lugar para las metáforas.

Aunque se puede leer de un tirón, y como si fuese un simple relato de aventuras, la novela esconde una denuncia contra los falsos maderistas.

El personaje principal, Andrés Pérez, un periodista huraño y calculador, es quien nos conduce por esta trama que, como telón de fondo, nos obsequia un paisaje con tintes costumbristas, que no en pocos episodios nos recuerdan a Zola, uno de los ídolos literarios de Azuela.

Ahora bien, el escritor tapatío, quien murió un día como hoy, 1 de marzo, pero de 1952, hace énfasis en la actuación de un hipócrita hacendado lagunense llamado Manuel Rincón Gallardo, quien precisamente se declaró «maderista» sin haberlo sido nunca. Al narrador Azuela, que en ese momento se sentía desdeñado por las huestes maderistas, le interesaba que el público lector conociera el oportunismo que, debajo de la máscara revolucionaria, animaba a la mayoría de los hacendados.

Hoy recordamos al médico y cronista Mariano Azuela a 70 años de su muerte. Aunque algunos lo niegan fue, en estricto sentido, un maderista.
Mariano Azuela con su familia / Mediateca INAH

A lo largo de la novela, Azuela denuncia, y no se cansa de hacerlo nunca, que el movimiento maderista fue secuestrado por un grupo de porfiristas. Haciendo gala de una serie de descripciones punitivas, también acusa que “el fracaso” de la Revolución, en buena medida, se debió al servilismo de los peones, y que, realmente, en el caso de Lagos sí fue un hecho definitorio.

Por otra parte, en esta obra, Azuela fustiga a los intelectuales, particularmente a los periodistas, a los que describe como hipócritas desfachatados. 

En esta novela, hay que decirlo, se enfrentan dos puntos de vista: por un lado, el del escéptico Andrés, quien realmente no cree que la Revolución triunfe, puesto que está convencido de que quienes siempre han vivido en la esclavitud a lo más que pueden aspirar es a cambiar de amo; y por otro lado, la percepción del idealista, encarnada en un personaje llamado Octavio, quien asegura que la raza, los atavismos y la herencia acaban, siempre, imponiéndose al individuo y lo obligan a olvidarse de su ser individual e irse con sus iguales a la batalla.

Hay que insistir, finalmente, en que Andrés Pérez, el falaz protagonista de esta historia, es un héroe por accidente; y las circunstancias que terminan orillándolo a encabezar un supuesto movimiento social, emanado de las bases populares, lo superan por completo. Y lo rebasan porque, en realidad, este periodista trapero y mercenario es un personero que representa a los grupos de interés que quieren perpetuarse en la élite porfirista. Sin duda, una novela que, a 70 años de la muerte de Mariano Azuela, continúa siendo terriblemente actual.