Amado Nervo, su aniversario luctuoso

El  27 de agosto de 1870 nació en Nayarit, el poeta y prosista Juan Crisóstomo Ruiz de Nervo y Ordaz, mejor conocido como Amado Nervo.

Comenzó sus estudios eclesiásticos, los cuales tuvo que abandonar debido a diversos problemas económicos en su familia, y comenzó a ejercer el periodismo, trasladándose a la Cuidad de México en 1894. Perteneciente a la movimiento modernista fue un miembro importante de la Academia Mexicana de la Lengua.

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En 1900 viajó a París, enviado como corresponsal del periódico El Imparcial a la Exposición Universal. Allí se relacionó con personalidades como Catulle Mendès, Moréas, Valencia, Lugones, Oscar Wilde y Darío, con quien estableció una fraternal amistad, pero posiblemente le influyó más su primer encuentro con Ana Cecilia Luisa Daillez, el gran amor de su vida, cuya prematura muerte, en 1912, le inspiraría los poemas de La amada inmóvil, publicado póstumamente en 1922.

Nervo falleció en Montevideo el 24 de mayo de 1919, a los 48 años.

Entre sus obras encabeza la lista,  “En paz”, del poemario Elevaciones (1915) el más célebre poema del autor.

 

Aquí 5 poemas para recordarlo 

 

En paz
Artifex vitae artifex sui

Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, Vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;

Porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
que si extraje las mieles o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales coseché siempre rosas.

Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!

Hallé sin duda largas las noches de mis penas;
mas no me prometiste tan sólo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas…

Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!

 

El metro de doce

El metro de doce son cuatro donceles,
donceles latinos de rítmica tropa,
son cuatro hijosdalgo con cuatro corceles;
el metro de doce galopa, galopa…

Eximia cuadriga de casco sonoro
que arranca al guijarro sus chispas de oro,
caballos que en crines de seda se arropan
o al viento las tienden como pabellones,
pegasos fantasmas, los cuatro bridones
galopan, galopan, galopan, galopan…

¡Oh metro potente, doncel soberano
que montas nervioso bridón castellano
cubierto de espumas perladas y blancas,
apura la fiebre del viento en la copa
y luego galopa, galopa, galopa,
llevando el Ensueño prendido a tus ancas!

El metro de doce son cuatro garzones,
garzones latinos de rítmica tropa,
son cuatro hijosdalgo con cuatro bridones,
el metro de doce galopa, galopa…

 

La sombra del ala

Tú que piensas que no creo
cuando argüimos los dos,
no imaginas mi deseo,
mi sed, mi hambre de Dios;

ni has escuchado mi grito
desesperante, que puebla
la entraña de la tiniebla
invocando al Infinito;

ni ves a mi pensamiento,
que empeñado en producir
ideal, suele sufrir
torturas de alumbramiento.

Si mi espíritu infecundo
tu fertilidad tuviese,
forjado ya un cielo hubiese
para completar su mundo.

Pero di, ¿qué esfuerzo cabe
en un alma sin bandera
que lleva por dondequiera
tu torturador ¿quién sabe?;

que vive ayuna de fe
y, con tenaz heroísmo,
va pidiendo a cada abismo
y a cada noche un ¿por qué?

De todas suertes, me escuda
mi sed de investigación,
mi ansia de Dios, honda y muda;
y hay más amor en mi duda
que en tu tibia afirmación.

 

XXIV de Perlas negras

¡Toca, toca! Tus manos de nieve
son magas creadoras.
A su impulso, ¡qué lánguidas surgen
del piano las notas!
y llenando la estancia quieta
de voces melódicas,
fingen himnos, sollozos, gorjeos,
sinfonías del viento en las hojas,
cuchicheos discretos de brisas
y plañidos lejanos de olas…
¡Toca, toca! Tu música inspira
mis más bellas trovas;
al oírla, reviven en mi alma
las viejas memorias,
y parece que ausentes venturas
riendo retornan,
¡que me besa como antes mi madre,
que como antes me quiere mi novia!
¡Toca, toca…! y después, cuando expiren
temblando en l’alcoba
los acentos postreros, ¡oh virgen!
acércate, apoya
en la pálida frente del bardo
tus labios de rosas,
y qu’el ritmo del beso corone
de tu Liszt la potente Rapsodia,
de tu Schumann los vagos Nocturnos;
y que vuelen, cantando, las horas,
la canción de la esperanza,
tenue, blanda, misteriosa…

 

Es un vago recuerdo

Es un vago recuerdo que me entristece
y que luego, en la noche, desaparece
que surge de un ignoto pasado;
que viene de muy lejos y como muy cansado;
que llega a las sombras de un tiempo indefinido;
un recuerdo de algo muy bello, que se ha ido
hace ya muchos siglos, hace como mil años.
Sutiles añoranzas y dejos muy extraños…

Es un vago recuerdo que me entristece
que luego, en la noche, desaparece…

Es una vieja esencia que el alma me perfuma,
y que se desvanece después entre la bruma,
es el matiz de un pétalo de rosa desvaído;
es un resabio como de un gran amor perdido
del tiempo en la frontera,
donde está lo que ha sido,
lo que fue y lo que era…

Es un vago recuerdo que me entristece
y que luego, en la noche, desaparece…