#Opinión: A cincuenta años

Por Fernando Paz

RegeneraciónMx.- En nuestro país el 2018 ha quedado establecido como un parteaguas. Para todo México es una marca incólume, como una roca en un lindero; y desde la cual podemos decir, ahora sí, pueblo, a partir de aquí, a escribir la neohistoria.

Suena raro, ¿no? pero solo si lo pensamos con base en la definición de historia. La llamo neohistoria porque la forma de escribirla está siendo otra; más rápida, más documentada, menos susceptible de anclarse en el personaje, con esa costumbre del poderoso de enjaretarle un disfraz.

Más allá de la enorme interacción generada por las redes sociales y sus efectos (por cierto, no todos positivos como quisiéramos, dada la inmadurez -que no precisamente juventud- de quienes más éxito han tenido al usarlas y de un público plagado de millennials y centennials poco afines al análisis y al respeto), está el hecho de que podamos rebatir y exhibir a quienes tenían el monopolio de la información y de la opinión.

LEER MÁS:  #Opinión: La nueva campaña libertaria

Si un simple mortal quería hacerse oír había qué pertenecer a un medio, fundar uno (con la enorme inversión que eso significaba) u organizar una manifestación construyéndola desde las bases, caminar las plazas y hacer trabajo casa por casa. Lo primero, en el México de la historia a secas, significaba sujetarse a una línea editorial con la consecuente no libertad para el periodista; claro, algunos escogían ser libres, pero para morir de inanición dando voces en el desierto.

Hoy, a seis años del inicio de la neohistoria mexicana, usted y yo podemos decir a los émulos de Denegri y de Zabludovsky lo ridículos que resultan sus bulos, sus falacias y sus sofismas; lo ruidoso de sus estómagos hambreados, que no hambrientos, y lo patético de sus salivantes bocas de retórica engañabobos y de sonrisas de artificio.

LEER MÁS:  ¡Otro traidor! Alito Moreno pide intervención extranjera mientras enfrenta acusaciones de corrupción

Querido pueblo, que este triunfo sobre los grandes medios no nos distraiga, sigamos forjando el México que millones hemos soñado, aun bajo el humo de la pólvora, aun con la amenaza de manos hipócritamente tendidas y de presuntos días soleados en grises octubres.