Nací para enseñar: Adolfo Mondragón, por Elena Poniatowska

En esta columna, Elena Poniatowska narra el proceso del maestro Adolfo Mondragón y las reflexiones sobre la enseñanza y la reforma educativa.

 

FOTO: ARTURO PÉREZ ALFONSO /CUARTOSCURO.COM

Por Elena Poniatowska | La Jornada

Regeneración, 15 de julio de 2018.- En 2015, cuando fui a Nuevo Laredo invitada para dar una conferencia, todos los votos eran para Margarita Zavala y recuerdo que a todos les caí mal por hablar de López Obrador. “Es que aquí todos son panistas”, me explicó mi anfitrión, el maestro Adolfo Mondragón, quien me honra con su amistad.

En 2018 volví a Nuevo Laredo, visitamos a Ninfa Cantú Deándar, dueña del periódico El Mañana, y en la tarde hubo un mitin en torno a un quiosco del lado estadounidense en el que habló Andrés Manuel López Obrador. Desde el quiosco de la plaza de San Agustín vi al maestro Mondragón entre los escasos espectadores. Pensé que ante tan poco público, Andrés hablaría unas cuantas palabras y regresaría al Laredo mexicano. No fue así, su discurso fue largo y fogoso.

Acompañado por Beatriz, su esposa, a las dos nos subieron sillas al quiosco. Por eso, la exclamación unos días antes del maestro Mondragón cambió por completo mi ánimo: “Aquí todos van a votar por Andrés”, cuando antes me había asegurado: “Elena, aquí no pega tu candidato”.

Un mes antes del primero de julio, el maestro Mondragón me llamó: “Está ganando López Obrador”. Me quedé de a seis. “El PAN sacó su verdadera cara traicionera, de gente que no tiene principios ni ideales; son más corruptos que los del PRI. Nos desilusionamos y eso permitió que creciera Morena.

“El magisterio, por primera vez en la historia, ha sufrido de la falta de pago. Hay maestros que tienen todo el año sin cobrar y eso nunca había sucedido.”

–¿Adolfo, cuál es tu formación? ¿Cómo te hiciste maestro?

–Soy maestro desde que salí del cascarón, nunca tuve duda alguna, nací para enseñar y, aunque estudié en una normal en Ciudad de México, quise de inmediato salir al campo. Aunque en Nuevo Laredo tenemos la Escuela Normal Cuauhtémoc, con excelentes maestros que nos enseñaron tanto a trabajar como a ser leales a nuestra profesión, vengo de Ciudad de México.

“En Laredo casi todos fuimos maestros por necesidad. La vocación la adquieres a los tres años de carrera y la mística magisterial más tarde. Me di cuenta de lo que significaba al ir a un rancho perdido en la sierra, en mi caso, un pueblo de pescadores muy pobres, en La Pesca, en Soto la Marina, en Tamaulipas.

“Todavía se hacen dos horas y media de carretera para llegar. Cuando fui por primera vez tardé un día completo de Victoria a La Pesca y me quedé muchos meses sin salir, porque no había más que camiones pesqueros para hacer el trayecto. Ahí sí descubrí la mística magisterial al entregarme a la comunidad, ver por las criaturas, mejorar hasta su forma de vida, despertarles ilusiones.

“A mí me cabe el gusto de que muchos de mis alumnos finalmente se hicieron maestros en ese rancho, en el que no había un solo profesionista de ninguna índole. A uno, ahijado mío, quise llevarlo a Laredo a estudiar con otros tres niños, pero finalmente su papá se decidió por Ciudad Victoria; su vida cambió y ahora los cuatro son maestros. Es uno de los logros más importantes de mi primer año de trabajo.

“Mi formación fue humanista, me despertaron el cariño por la profesión y por el niño. Nadie puede ser insensible frente a la sonrisa y menos ante la lágrima de una criatura. En el primer año pedí que me enviaran a la escuela Carrillo y me dijo la directora de Educación, Elvira Charles: ‘Mira, muchachito, ¿no quieres que te ponga en la escuela en la esquina de tu casa? ¡Váyase a enseñar y a aprender al rancho!’ Qué bueno, porque así me hice maestro.

“La mística se ha perdido mucho, por una razón muy simple, el maestro ya no cuenta con el respeto que tenía en la sociedad. Si un maestro aplica un correctivo, los padres se le echan encima y lo hostigan.

Hay muchos casos de maestros hostigados por los de Derechos Humanos, que los acusa de crueldad si corrige al estudiante que echa relajo en clase. Un buen maestro está atado de manos y nada puede decirle al alumno.

–¿Tú crees que una nalgada a tiempo marca a un alumnito?

–Creo que le sirve a todo el grupo pero ahora los maestros me dicen: “Profe, es que ya no se puede. Los padres de familia no apoyan; siempre están en contra de nosotros”.

“Se ha ido creando una corriente en contra del maestro al que se le tilda de flojo, faltón e incumplido, si el niño fracasa. Recuerdo que en mi época, en vacaciones de Semana Santa nos quedábamos a trabajar con las criaturas. Era fácil pasar el sábado a la escuela y encontrar a un maestro frente a su clase con niños con algún atraso; el maestro era muy entregado.

“Siento que si López Obrador logra derogar esa maldita reforma educativa, que no es educativa, sino laboral y terriblemente punitiva, el maestro recuperará su dignidad y volverá a ser lo que era”.

–En Oaxaca, gracias a Guillermo Quijas, director de la Feria del Libro y de la excelente editorial Almadía, me reuní con maestros que han escrito cartas bellísimas sobre su situación. En cada línea permea su generosidad y su capacidad de entrega.

–En mi generación, los maestros icono eran los de Oaxaca. Los admirábamos profundamente, eran un modelo a seguir por ser los más sacrificados. Tenían que caminar distancias a lomo de mula y luego seguirle a pie para llegar a sus escuelitas con niños que ni siquiera hablaban español. Sacaban adelante a sus grupos trabajando con las uñas. Los admirábamos mucho.

“Todos esos maestros de comunidades tan pobres en Guerrero, en Chiapas, Oaxaca, Puebla, y de gente perdida en la sierra en Chihuahua, son verdaderos héroes, y resulta que ahora son los maestros más denigrados y ofendidos.

“Una de las críticas a la reforma educativa es que no toma en cuenta las diferencias de nuestro país. Yo creo que en todo el país hay buenas escuelas, porque todavía hay buenos maestros que salvan la profesión.

“En Laredo, admiro profundamente a varias escuelas, porque pese a estar enclavadas en sectores muy pobres, son verdaderos oasis de belleza: niños limpios, madres de familia que colaboran en la alimentación de las criaturas, salones en buen estado.

“Es indispensable la colaboración de los padres de familia, que entiendan a los maestros y se den cuenta de que un castigo al alumno es por su bien. Puedo asegurarte que cuando un niño es un buen estudiante es por herencia, no porque el maestro lo haya enseñado.

“La esencia de un buen alumno está en su casa. Si el niño en su casa recibió principios, valores, orden y disciplina, con un buen maestro, pues ya tienes ganada la batalla. He trabajado con gente humilde y no tienes idea lo que significa que te llegue un niño con un jaboncito Palmolive envuelto en papel de estraza el Día del Maestro”.