‘No me quiero volver a casar nunca más’

La historia de Asma, una niña que alcanzó la felicidad una vez que su marido la abandonó poco después de contraer nupcias.

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Regeneración 30 de abril del 2016.- Asma tenía 16 años cuando su esposo la abandonó. Vivían en un barrio pobre de Bangladesh. Pero en lugar de hundirse en la tristeza y darse por vencida, su vida, de hecho, mejoró sustancialmente.

“Si me preguntan por mi esposo, les digo que no tengo. Les digo que está muerto“, dijo Asma. “Mi vida era dura antes de casarme pero no mejoró en absoluto con el matrimonio. Él solía golpearme en la cabeza con un cuchillo, especialmente después de haber estado bebiendo. Todavía tengo las marcas”.

Asma nació en Bhola, una localidad costera de la nación asiática, pero tras una serie de inundaciones la casa de su familia y la tierra que cultivaban quedaron destruidas.

Como muchas familias en la misma situación, se tuvieron que mudar a la capital, Daca, a buscar trabajo. Pero terminaron en Duaripara, un barrio empobrecido a las afueras de la ciudad.

Allí viven más de 40 mil personas. Sus calles pequeñas están repletas de casitas humildes hechas de hojalata.

 

15 años

El padre de Asma es sordo y no pudo encontrar trabajo en la ciudad. Su madre tuvo que salir a mendigar.

“Mis padres son pobres”, cuentó. “Yo esperaba que una vez estuviera casada, su sufrimiento terminaría, pues iban a tener que alimentar sólo a mi hermanito”.

No pasó mucho tiempo desde que habían llegado a Dhaka, cuando un hombre de 27 años le propuso matrimonio a Asma, quien solo tenía 15 años. Aunque renuentes, los padres tuvieron que aceptar. Con frecuencia, las niñas son vistas como una carga en ciertos sectores de la sociedad de Bangladesh y se les obliga a casarse cuando están muy jóvenes.

Poco después del matrimonio, el esposo de Asma comenzó a atacarla y dos meses después de la boda, pidió una dote de unos 250 dólares, aunque cuando se acordó el matrimonio no se habló de ningún tipo de dote.

No había manera de que la familia pudiese reunir esa suma de dinero. Después de cinco meses juntos, su esposo le informó que la abandonaba y que no regresaría hasta que ella tuviera el dinero que estaba pidiendo.

“No lo he visto desde que se fue. Recuerdo que me dijo: ‘Si te veo en la calle, no te reconoceré’. No sé qué está haciendo ni si se volvió a casar.

“Sus amigos me dijeron que si me ve, me golpeará“.

 

Matrimonio infantil

Bangladesh tiene una de las tasas de matrimonio infantil más altas del mundo.

Legalmente a las niñas no se les permite casarse hasta que cumplen los 18 años, pero una de cada cinco jovencitas se casa antes de cumplir los 15 años.

“El matrimonio infantil coloca a las mujeres y a las niñas en un riesgo cada vez más alto de sufrir actos de violencia a lo largo de sus vidas“, de acuerdo con la organización no gubernamental Girls Not Brides (Niñas, no novias).

Para estas niñas es más probable que su primera experiencia sexual sea descrita como una violación.

Asma regresó a vivir con su familia y empezó a buscar trabajo. Había dejado la escuela a los 10 años, por lo que sus opciones eran limitadas, sin embargo, al mes ya estaba empleada.

“Le pregunté a todo el mundo y después vi una fábrica de ropa que había abierto”.

Trabaja como cortadora de hilo. Los turnos son largos y la paga baja. Pero aun así, su salario, unos 38 dólares al mes (alrededor de 650 pesos), es de lejos más de lo que sus padres pudieran ganar y es suficientes para que la familia pueda comer tres veces al día.

 

Libertad

“Mi madre estaba muy feliz. Le dije que se quedara en la casa y cuidara a mi padre y a mi hermanito, le dije que yo soy el hombre ahora. Hago el mismo trabajo que hace un hombre, yo estoy a cargo del hogar. Conseguir un trabajo y verme a mí misma como un hombre significa que cuando hablo, todo el mundo escucha. Ahora me siento persona“.

“Si Dios me hubiese hecho hombre, sería tan feliz y no hubiese tenido que casarme”.

Antes de su matrimonio, Asma era vista como una joven “elegible”, pero ahora, dos años después, los hombres están menos interesados en ella.

La presión para encontrar un esposo ha desaparecido y como consecuencia Asma se siente liberada. Cree que tiene la libertad de escoger su propio futuro.

“No me quiero volver a casar nunca más”.

En la fábrica, Asma ha hecho amigos. “Me dicen que los vea como mis hermanos y mis hermanas. Si el jefe me regaña y lloro, me consuelan y me hacen reír”.

Cuando proyecta su futuro, piensa en todo lo que quiere aprender y progresar. “Quiero ser una supervisora (en la fábrica)”.

Vía Animal político