Por Miguel Martín Felipe
RegeneraciónMX.-Pocas veces ocupo este espacio para referirme a una persona en particular. Sin embargo, el caso tan curioso y atípico que representa este político mexicano, hace que rompa un poco la inercia y dedique unos párrafos a sus peripecias, las cuales, afortunadamente, no llegan a tener resonancia fuera de redes sociales.
Como sabemos, las facciones ultraconservadoras que surgieron en México dentro del contexto del sexenio cardenista permanecieron durmiendo el sueño de los justos durante varias décadas y solo se visibilizaron en etapaspuntuales como en los momentos más convulsos de la guerra fría y después durante el lamentable sexenio de Vicente Fox.
Para el proceso electoral de 2012, Elba Esther Gordillo aprovechó sus abundantes recursos, producto de la corrupción, así como su estructura política consolidada como presidenta del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación; para formar un partido político capaz de competir en las elecciones de ese mismo año, en que se enfrentarían Andrés Manuel López Obrador (PRD), Josefina Vázquez Mota (PAN) y Enrique Peña Nieto (PRI). El partido en cuestión se llamó Nueva Alianza y el candidato de “la maestra” fue Gabriel Quadri.
Quadri se presentaba como un “científico”, con formación como ingeniero civil por parte de la Universidad Iberoamericana y posgrado en economía por parte de la Universidad de Texas. De familia acomodada y amplia trayectoria en temas de sustentabilidad y medio ambiente dentro del ámbito empresarial. Aunque en ese entonces no estaba tan en boga el discurso de la anti política, en el primer debate se despachó con ataques en contra de AMLO, puesto que lo calificó como una opción “populista y mediocre”, mientras que a sí mismo se caracterizó como una opción “liberal, moderna y ajena a los políticos de siempre”. Asimismo, ya enarbolaba la misma bandera chovinista que actualmente caracteriza al PAN: «toda mi vida he trabajado por México», decía.
Evidentemente, su participación era simbólica y los debates transcurrieron sin que algún otro candidato aludiera a él o a sus propuestas. Todo quedó en un anecdótico experimento de Elba Esther Gordillo al tratar de colocar a un alfil en las altas esferas del poder que cada vez más le eran vedadas. El 2.9% de la votación obtenido en esas elecciones dejó muy claro que no era momento ni para “el científico” ni para “la maestra”.
Durante el sexenio de Peña, Quadri perdió relevancia. Después vino el auge de Twitter, una red social con cierto aire snob que resultó muy propicia para acunar a gran parte de un sector privilegiado y reaccionario que se trenzaba, ya desde entonces, en cruentas batallas con el progresismo, cruzando a veces datos duros y teorías elaboradas, mientras que en otras, sarcasmo, insultos y memes.
En dicha plataforma, Gabriel Quadri ha encontrado un reducto perfecto para dar rienda suelta a sus filias y fobias más radicales, las cuales se exacerbaron desde que AMLO ascendió a la presidencia. Oculto del grueso de la población mexicana, aquel que solo acude a la información política en tiempos electorales, el ahora diputado del PAN por la alcaldía Coyoacán se despacha con comentarios que manifiestamente están pensados para herir sensibilidades. «Si México no tuviera que cargar con Guerrero, Oaxaca y Chiapas, sería un país de desarrollo medio y potencia emergente… », escribió en enero de 2019. Su clasismo y racismo llegan a un grado tal que es capaz de desconocer el pacto federal en detrimento de los estados que, dados sus índices de pobreza, considera que afectan al resto del país.
Contradictorio, como todo ser humano, pero expuesto como figura pública, Quadri se ostenta, por un lado, como ecologista y se ha desempeñado en el campo de “lo verde” (discurso que ha acompañado desde siempre al neoliberalismo a manera de placebo); mientras que, por otro lado, no pocas veces ha hecho férreas defensas de la tauromaquia, enarbolando el mismo discurso de los ibéricos reaccionarios: «La fiesta brava es arte, pasión, libertad, valor y entrega. El toro de lidia existe gracias a ella, pasa toda su vida en libertad, y a diferencia de todos los demás animales domésticos, muere con casta y dignidad…», escribió en enero de 2018 y luego, como en todos los casos, sobrevino una avalancha de repudio, pero asimismo, otra de vítores, pues, ciertamente, sentimientos oscuros que dormitaban en el interior de muchos internautas, afloran con preocupante vigor ante manifestaciones de gente como Gabriel Quadri, en quienes encuentran un eco de sus pasiones y prejuicios.
Otro ejemplo de lo anterior es el episodio en que Quadri llamó “señor” a la diputada trans Salma Luévano en plena sesión de la cámara de diputados en marzo de 2022. Su actitud retadora y transfóbica fue tan flagrante que incluso mujeres integrantes de la bancada del PRI lo increparon y le exigieron disculparse en ese mismo momento, a lo cual accedió como buen demagogo.
Igualmente, su empeño por reivindicar a personajes históricos venerados tradicionalmente por la derecha, como Hernán Cortés, Agustín de Iturbide o Porfirio Díaz, causa justamente el revuelo que él espera. Por ejemplo, en agosto de 2022 posteó una foto en la que posa junto a la tumba de Porfirio Díaz en Francia. La imagen era acompañada del siguiente texto: «Rindiendo homenaje al gran Porfirio Díaz, cementerio de Montparnasse, París. En 2024 lo repatriaremos…». Cuando Hernán Gómez lo entrevistó y le preguntó directamente si se trataba de una provocación, Quadri le contestó: «Twitter para eso es; para generar polémica y provocar cosas», normalizando y a la vez minimizando el alcance de todas sus declaraciones digitales cual si se tratara de un juego consensuado e inofensivo.
Otra cuestión paradójica es que Gabriel Quadri reivindica a figuras como Mussolini, Franco o el propio Porfirio Díaz, mientras que, por otro lado, últimamente se empeña enllamar “Calígula” al presidente AMLO en alusión al emperador romano al que históricamente se asocia con la etapa de decadencia de dicho imperio. Aunque, bueno, no se sabe si eso es mejor o peor que cuando simplemente lo llama “López” para aludir a que, según la noción heredada por Fox y compartida por muchas personas clasistas en Latinoamérica, un apellido “común”, a diferencia de algún otro de origen no hispánico, abarata la investidura de cualquier cargo y más aún de la presidencia.
Tal vez Gabriel Quadri sería una curiosa pieza de museo si su forma nociva de pensar, que sin tapujos expresa a diario, no encontrara eco en sectores de la población mexicana que poco a poco se radicalizan más y se agrupan en contra del movimiento que a día de hoy encabeza AMLO. Pero nos toca estar en trincheras contrarias y por eso seguiremos combatiendo todas estas ideas que pretenden hacer retroceder al proceso de transformación. Tal vez los tuits impresos y mostrados públicamente en los debates de procesos electorales venideros hagan que gente como Quadri lo piense dos veces antes de externar cínicamente su odio por aquellos que, aunque les pese, definiremos el rumbo del país enarbolando la simple -pero imbatible- bandera del humanismo.
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