5% tiene ingresos iguales al 95% en Brasil: Pochmann [entrevista 2]

Presentamos la segunda parte de la entrevista a Marcio Pochmann sobre la situación de Brasil y el desarrollo de la tecnología y el trabajo

IHU On-Line. ¿Cómo entiende la llamada Revolución 4.0?

Márcio Pochmann. El progreso tecnológico ha sido utilizado como una ideología para acomodar a la clase trabajadora frente a la gravedad socioeconómica en la que vive el país.

Porque al adoptar el terrorismo de datos no comprobados de destrucción de empleo, pretende someterse a la pacificación a través de la intensificación de la competencia individual.

Esto dentro del mundo del trabajo da falsas salidas de calificación y la flexibilidad de los contratos de trabajo, todos ellos de bajo nivel de vida y de trabajo.

Resulta que los países con mayor avance tecnológico en la actualidad (EE UU, Alemania y China) no son los que tienen las tasas de desempleo más altas, al contrario.

Tienen problemas debido a la precariedad de los empleos generados por las recetas neoliberales, pero no por el desempleo tecnológico.

Países como Brasil, por ejemplo, con un desempleo masivo y que tienen 1/3 de la fuerza laboral en busca de una ocupación, no se distinguen por los avances tecnológicos.

De hecho, en Brasil los pocos sectores con alguna inversión tecnológica fueron los que más empleos crearon.

Son los casos de los sectores financiero (loterías, fintech y otros) y de telecomunicaciones (call center, televisión por suscripción y otros).

Empleos precarios como los que se están ampliando con la adopción de las nuevas tecnologías de la comunicación y la información en la movilidad de personas y bienes, como el Uber y otras modalidades.

En resumen, la tecnología no determina el empleo, sino la política de compartir las ganancias de productividad que abre la posibilidad de gestionar mejor la relación entre la vida y el trabajo, permitiendo una jornada laboral más corta y retrasando la edad de entrada en el mundo del trabajo.

Durante la primera Revolución Industrial y Tecnológica (RIT), a lo largo del siglo XIX, el tiempo de trabajo heterónomo (aquel realizado para financiar la supervivencia) comprometió 2/3 del tiempo de vida humana, en general.

Durante el siglo XX, con la segunda RIT, la política de redistribución de las ganancias de productividad posibilitadas por la innovación tecnológica, permitió que el tiempo de trabajo ocupara en promedio el 40% del tiempo de vida.

Si no fuera por el terrorismo practicado por la retórica actual de la tecnología de decaimiento del empleo, cuyo objetivo es impedir que el poder de los trabajadores se traduzca en poder político, capaz de reconfigurar la política de redistribución de las ganancias de productividad, el trabajo heterónomo podría significar alrededor de una quinta parte de la vida, con la entrada en el mundo del trabajo tras la finalización de la educación universitaria, la educación para la vida y una jornada laboral semanal de 12 horas.

Sin que el poder de los trabajadores se convierta en poder político, el salto en las ganancias de productividad seguirá siendo favorable a una mayor concentración del ingreso, la riqueza y el poder.

En Brasil, sólo el 5% más rico tiene la misma proporción de ingresos que el 95% de la población, y sólo seis hombres blancos y ancianos concentran, en conjunto, una cantidad de riqueza equivalente a la suma de lo que gana la mitad de la población brasileña.

IHU On-Line. En las últimas décadas, muchos economistas han llamado la atención sobre la desindustrialización brasileña y la falta de inversión en ciencia y tecnología.

Al mismo tiempo, muchos apuestan a que el futuro de la economía dependerá de los avances de la llamada Revolución 4.0. Frente a este contexto, ¿sigue teniendo sentido que Brasil se preocupe por el fenómeno de la desindustrialización?

Márcio Pochmann. La industrialización es la columna vertebral de un país desarrollado.

Con la precoz desindustrialización brasileña, Brasil vuelve a la condición de procesión de milagros descrita por Sergio Buarque de Holanda en su libro «Visão do Paraíso», que prevaleció entre el inicio de la colonización lusitana (1500) y el final de la Vieja República (1889-1930).

En otras palabras, la dependencia externa determina el tipo de producción interna que debe promoverse para la exportación, como lo demuestran los anteriores ciclos económicos del azúcar, el oro, el caucho, el café y ahora los bienes agroindustriales basados en la explotación de los recursos naturales y la mano de obra barata.

Resulta que Brasil, con una población de casi 210 millones de habitantes, concentra su población en más del 85% de las ciudades.

Y en las ciudades impera la transición a la sociedad de servicios anticipada, cuya mayor ocupación es la que depende de la riqueza de los ricos, más aún en una economía aprisionada en el rentismo generado por el sistema de deudas patrocinado por el Estado.

Las familias de más altos ingresos en Brasil tienen, en promedio, cerca de 25 empleados distribuidos en las actividades de piscinas, paseadores de perros, asistentes, jardineros, conductores, guardias de seguridad, entrenadores financieros, de relaciones y profesionales, camareros, mucamas, entrenadores deportivos, estilistas, condominios, entre muchos otros.

La reproducción de esta sociabilidad perversa acaba sofocando la cohesión interna, generando una intensa polarización entre los excluidos.

Por eso, el Estado policial actual busca «pacificar» a través de la represión, el encarcelamiento y la muerte.

Hoy en día, Brasil representa el 14% de todos los homicidios en el mundo y ocupa el tercer lugar en términos de la población carcelaria mundial.

26/09/2019

Márcio Pochmann es profesor del Instituto de Economía y del Centro de Estudios Sindicales y de Economía del Trabajo de la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp).

Texto completo: https://www.vientosur.info/spip.php?article15153