“Cuando cumplí 10 años mi padre, en vez de Mujercitas, me regaló el Manifiesto del Partido Comunista”

La periodista y escritora Yolanda de la Torre, recuerda a su padre Gerardo de la Torre, autor de El Vengador, como un padre liberal, un hombre congruente, divertido y un intelectual riguroso y de izquierda, que hasta el final de sus días se dedicó con ahínco a escribir y a militar a lado de las clases desfavorecidas; el autor es recordado por su hija como un hombre al que le gustaba escribir en una Olivetti azul al esplendor de una luz blanca, y que deseaba siempre poder hablar con alguien

Gerardo De la Torre (izq.) y su hijo José. Cortesía Yolanda de la Torre. 

Por Martha Rojas

RegeneraciónMx.Gerardo de la Torre conoció la vida de los obreros a muy temprana edad, producto de una casualidad fortuita o de un severo castigo. En 1953, Gerardo, quien más tarde se convertiría en narrador, periodista y guionista, asistía a la secundaria encantado por la lectura y decepcionado de las reglas. Una buena tarde decidió que no era necesario asistir a clases si podía presentar exámenes finales así que se quedó en casa, pero al poco rato, fue descubierto por su papá mientras leía en la azotea. Ese mismo año dejó la escuela y se enlistó en las filas obreras de la refinería 18 de marzo de Pemex, en Azcapotzalco.

“Mi papá pensaba que podía dejar de ir a la escuela, un día dejó de ir y su papá lo descubrió  en la azotea leyendo y lo mandó a trabajar a la refinería de Pemex que estaba en Azcapotzalco, ahí fue cuando conoció de cerca las preocupaciones de la clase obrera, el mismo provenía de una familia trabajadora que, poco después de que él entró a trabajar, se quedó sin el sustento. Su abuelo perdió su trabajo, y mi padre, Gerardo, se convirtió en el sustento de su familia. Al tiempo que escribía, realizaba trabajos informales; odiaba la injusticia y celebraba que, por primera vez, en la historia, los mexicanos tuvieran un gobierno que pone en primer lugar a la clase obrera”, recuerda su hija Yolanda de la Torre, en entrevista con RegeneraciónMx, a 8 días de que el intelectual, escritor y periodista Gerardo de la Torre falleciera a causa de una insuficiencia cardiaca, complicada por padecimientos hepáticos y fallas en su sistema respiratorio.

 

Gerardo de la Torre es recordado como el autor transgresor e izquierdista de El Vengador, un volumen de cuentos protagonizado por un personaje que buscaba la justicia en medio de un desolador paisaje político, económico y social. Gerardo fue un autor inagotable: experimentó con el cuento, el ensayo, la novela y el guion, que durante muchos años constituyó una de sus fuentes de ingreso. 

Yolanda lo evoca como un padre riguroso y recto, que desde muy temprana edad le enseñó a leer, recuerda haberlo visto sentado en su escritorio, al fulgor de una luz blanca, escuchando la 9 Sinfonía de Beethoven, escribiendo en una Olivetti azul, que era su preferida.

“Cuando era niña era difícil entender a qué se dedicaba mi padre. Las maestras me preguntaban y yo decía que de escribir, y era extraño y especial la manera en que eso me hacía sentir, pensaba que no había ningún otro papá que se dedicara a lo mismo que el mío”, dice Yolanda, quien heredó de su padre la vocación por las letras y la militancia izquierdista.

“Yo recuerdo a ese hombre sobre su escritorio, con su luz blanca sobre la máquina que era una Olivetti, color azul, que el amaba profundamente. Bueno, lo recuerdo mucho cuando escribía, lo que probablemente venía de El Vengador, en esa temporada también hacía guiones para Plaza Sésamo, para mí era algo extraordinario ver a ese hombre hacer algo que nadie más hacía.

“Lo recuerdo en la penumbra con un vaso de vino o whisky, o cerveza escribiendo sobre la oscuridad de su cuaderno mientras escuchaba la Sinfonía de Leningrado; recuerdo mucho esos momentos también, ya adolescente, en que mi papá llegaba de trabajar con unos tragos encima, y ese hombre hosco y duro que era cuando estaba sobrio se transformaba en el hombre más amoroso y divertido del mundo”

José, Yolanda y el escritor Gerardo de la Torre.

Yolanda también recuerda el día que falleció su padre, ese mismo día, horas antes, un doctor le había dicho a Gerardo que padecía una insuficiencia cardiaca, que su dificultad para respirar y mantener el equilibrio no era una secuela del Covid-19, como llegó a creer sino una afección grave.

Saliendo de una consulta médica, en un hospital privado, de Cuautitlán Izcalli, Gerardo fue a comer, sintió un mareo. Un primer infarto lo mandó al hospital, donde lograron reanimarlo, horas después sufrió un segundo infarto fulminante.

“Mi padre ya había tenido un infarto ocular, algo peligroso para un hombre que, como mi padre a los 83 años, se negaba a dejar de trabajar, aunque en el último ciclo no obtuvo ninguna beca y nadie lo quiso contratar, él trabajaba como freelance, hacía guiones se dedicaba a su escritura. Seguía trabajando correcciones de estilo, enfermo, ya sin la visión en un ojo, perdió el ojo izquierdo a causa de un derrame ocular, siguió trabajando con una enorme fortaleza y vitalidad.  

“No tuvimos la oportunidad de llevarlo a un médico tan rápido como hubiéramos querido, es decir, a un buen médico, acudía a médicos cerca de su casa, pero nunca lo diagnosticaron. El 6 de enero íbamos a ir al médico, no se pudo, se pospuso para el 7, ese día fue con uno de mis sobrinos al Star Medic de Cuautitlán para ver a un médico de una manera más seria, le hicieron estudios y le dijeron que tenía una insuficiencia cardiaca, complicada por factores hepáticos. Él le dijo al doctor que quería vivir, que quería estar en este mundo, comió allí y cuando se iba a su casa se desmayó, se desvaneció, eran alrededor de las 10:11 pm, tuvo un primer infarto, lo reanimaron y luego otro que ya no aguantó.

“Ni cuenta se dio de lo que le pasó, después de la primera reanimación, él nunca volvió a tener conciencia de lo que le pasaba y afortunadamente no sufrió, entonces cuando dices que la muerte es triste, pienso en que lo es sobretodo con el paso de los días cuando se siente la ausencia, pero también es un suceso liberador. Mi padre se fue tranquilo y sin sufrir”.  

Ilustración de Gerardo De la Torre. Cortesía Yolanda De la Torre.

 

EL PADRE LIBERAL Y MAESTRO DE IZQUIERDA

El día que los hermanos Yolanda y José, anunciaron el deceso vía redes sociales, las condolencias no se hicieron esperar, amigos y compañeros de Gerardo de la Torre lamentaron su partida. Yolanda le conmovieron las despedidas de los alumnos, los adioses la hacían pensar en el hombre amable y maestro riguroso que había sido su padre.

“A él le gustaba tener con quién hablar, a veces llegaba con unos tragos de más y me despertaba a las tres o cuatro de la madrugada, le importaba un rábano que fuera a la escuela, a el le gustaba platicar conmigo, teníamos una relación de mucha complicidad, él fue quien me enseñó la música; el amor por la escritura que tengo, de cierta manera, lo heredé de él, siempre he pensado que sin su narrativa sería muy difícil entender parte de la narrativa mexicana de la segunda mitad del siglo XX. A parte de escritor fue un gran maestro que enseñó a más de 50 generaciones de escritores, y que fue más que un autor de La onda, como se insiste, y más que un escritor de relatos sobre obreros.

“El, de alguna manera, fue un padre liberal que desde muy joven militó con el Partido Comunista Mexicano, al que se unió cerca de 1959. La adolescencia que había transcurrido en una refinería, rodeado de hombre rudos y excluidos, por el sistema lo habían hecho comprometerse con la izquierda. Era tan de izquierda que regaló al Partido Comunista la primera máquina de escribir que pudo comprarse, cuando yo cumplí 10 años, en vez de regalarme Mujercitas, me regaló una edición del Manifiesto del Partido Comunista. Escuchaba lo mismo a Mozart, que le encantaba, que los Rolling Stones, él me los enseñó”, recuerda Yolanda, que por muchos años se desempeñó como periodista cultural en la Agencia de noticias 22 y el Canal 11.

Para ella la obra de Gerardo de la Torre, refleja el compromiso que el autor de El Vengador tenía hacia las clases de los oprimidos, su enojo contra la desigualdad y su anhelo de transformación lo llevaron a sumarse al movimiento del 68.

Una experiencia que marcó sus preocupaciones literarias y políticas, ambas radicales, congruentes y necesarias en la lucha obrera.