El despertar de los pueblos




 

 

Se quejaba Ricardo Flores Magón de la inocencia de los pueblos. “La historia, decía, es para ellos un librote de hojas manchadas de tinta. Todo lo esperan de las leyes y de los nuevos gobiernos.” Los de entonces, como los de ahora, se han dedicado a cobrar más y más impuestos al pueblo; atormentarlo con la presencia amenazante de soldados y policías en todas las calles; desprotegerlo frente a los ataques de malvados delincuentes, desastres climáticos, la pobreza y el desempleo.

Nada deben esperar los pueblos de sus gobiernos, de esa maquinaria corrupta en que el poder se usa para oprimir, para vejar, para promover el enriquecimiento de unos cuantos. “Los pobres, dice Flores Magón, tienen que conquistar su bienestar, y hoy es el momento oportuno. No pensemos en quién va a ser el nuevo amo, sino en negar al capital el derecho a explotarnos. Basta ya de dar la vida por encumbrar ambiciosos…”

Pero si la revolución de las conciencias impone movimientos prácticos para la liberación de los oprimidos, todos tenemos tareas que cumplir, sin egoísmos ni mezquindades. “Todos se entusiasman ante la idea de llegar a vivir felices en la tierra que los vio nacer; pero pocos, muy pocos son los que ayudan de una manera efectiva para que la revolución se robustezca”: escribió en Regeneración, el 4 de febrero de 1811.  Luchemos pues, por el cultivo de la memoria, por la superación del conformismo en aras de encontrar la verdadera libertad: ésa que sólo el pueblo puede dar al pueblo.