Fascismo: fase superior del neoliberalismo

El fascismo no necesariamente viene vestido con símbolos suásticos ni acompañado del boato militarista mussoliniano, sino que en tiempos modernos, está representado por las campañas de linchamiento mediático dirigidas por voceros del sistema, por discursos académicos elegantes en instituciones “respetables” en donde se adoctrina y se influencia a las élites, y por personajes en cargos gubernamentales vestidos con traje de seda y oropel.

 

Retén antimaestros
Retén antimaestros

 

 

Por Sergio Barbosa.

 

El proceso liberalizador de la economía mexicana se dio a partir de la incorporación de nuestro país al “área de influencia” de los Estados Unidos, bajo la firma de los acuerdos GATT (Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio), en el periodo del sexenio de Miguel de la Madrid, y posteriormente, el TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte), durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari.

Para México, dichos acuerdos significaron un cambio de paradigma de la manera en que habíamos hasta ese momento conducido nuestra política económica bajo la guía del “estado proteccionista”, que con cierto bemoles fue manejando por gobiernos inspirados en logros sobresalientes de la Revolución, como fueron las conquistas agrarias y laborales, la soberanía sobre los recursos naturales y minerales, la participación en política exterior bajo premisas basadas en el respeto mutuo internacional, y la educación y enseñanza cívica de la juventud, entre otras.

A partir del colapso del modelo “soviético” con la caída del muro de Berlín como símbolo, los propagadores del liberalismo (neoliberalismo) al estilo británico –como en México lo fue Octavio Paz- dieron un salto espectacular y se dedicaron con vehemencia a difundir la doctrina de “el fin de la historia”, esa que enuncia que frente al derrumbe comunista, el neoliberalismo se impuso, llegó para quedarse, y no hay marcha atrás. Ello se vio reflejado con mayor ahínco en los cambio a la política económica, que para el caso de México, significaron una brutal expoliación de la “capa protectora” estatal, que dejó vulnerable el tejido social, al permitir la penetración de “microorganismos de origen privado”, que vinieron a parasitar en todo aquello que alguna vez fue la “materia” abundante de la economía, sin “antibiótico” regulador algún que los detuviera.

En ese proceso de liberalización económica se vendieron, desparecieron o desincorporaron más de mil empresas paraestatales del país, la cuales acorde al manual, primero fueron deliberadamente descapitalizadas, luego desmanteladas y al final las volvieron inoperantes, lo cual, bajo un discurso repetitivo y legitimador pugnó y “justificó” su privatización/modernización/desincorporación.

El resultado de la liberalización económica (neoliberalismo) de 1983 al presente ha sido bastante magro e insuficiente. Datos de los propios organismos impulsores de dicho proceso, tales como el FMI, la OCDE, el BM, etc. indican que desde que México abandonó la política proteccionista estatal, nuestra economía ha crecido en promedio 2.36%, y en cambio, el crecimiento de las obligaciones financieras tan solo de la deuda pública se ha incrementado hasta ser hasta de 50% del PIB, según consta en el reporte de 2015 del FMI.

No obstante los pésimos resultados, la incompetencia con la que se ha conducido la economía física, y el despilfarro que ha significado el pago del costo financiero de la deuda (actualmente absorbe entre 70-75% de lo recaudado con la reforma fiscal), quienes conducen la economía del país, siguen empecinados en sostener dicho modelo de distribución injusta de la riqueza, promoviendo y justificando la desigualdad y el acaparamiento/entrega de lo mucho a sólo unos cuantos, excluyendo a las gran mayoría.

Para muestra de ello fue la imposición por el actual gobierno de las llamadas “reformas estructurales”, que vinieron a coronar tres décadas de saqueo, privatización y “liberalización” en un momento en que la caída en la producción real, el desgaste en la infraestructura física y la explotación del recurso humano, ha sido intenso, sistemático y excesivo. Estas reformas llegan en un momento en donde ya no hay “libras de carne” que ofrendar para pagar las deudas, como las exigidas por el Shylock del drama shakesperiano “El mercader de Venecia” a sus deudores.

En ese proceso de liberalización económica equivalente a una dictadura financiera, se exhibió, cada vez más ostensible y abierto, el verdadero rostro fascista de quienes lo impulsaron; aquellos que controlan los medios de producción, que controlan los principales medios de comunicación globales, quienes dirigen las instituciones académicas de corte liberal y antinacionalista (como el ITAM), y por supuesto, en la mayoría de los casos quienes manipulan a su antojo a los gobiernos sátrapas como el de Peña Nieto que sólo sirven como meros ejecutores y administradores de ese saqueo descomunal.

El caso de México es paradigmático por muchas razones, la principal de ellas, porque es un ejemplo de lo que el neoliberalismo, llevado tercamente a la práctica, conduce hacia un repugnante y palpable fascismo en los principales ámbitos de la vida pública. El ejemplo de la reciente masacre ejecutada contra los pobladores de Nochixtlán, Oaxaca, quienes salieron en defensa del gremio magisterial erigido como un firme opositor de “Reforma Educativa” (que implica entre otros la cesión de derechos y conquistas obtenidas a lo largo de luchas sociales y triunfos políticos), demuestra la imposibilidad de la imposición de esas “reformas liberalizadoras” por la vía pacífica, y todo lo contrario, han demostrado que la única manera de poderlas imponer es recurriendo a la brutal represión, la mano dura, la exhibición de fuerza, y a aplicación de medidas legales de intimidación y chantaje contra cualquier opositor.

El fascismo no necesariamente viene vestido con símbolos suásticos ni acompañado del boato militarista mussoliniano, sino que en tiempos modernos, está representado por las campañas de linchamiento mediático dirigidas por voceros del sistema, por discursos académicos elegantes en instituciones “respetables” en donde se adoctrina y se influencia a las élites, y por personajes en cargos gubernamentales vestidos con traje de seda y oropel.

Es ese es el verdadero rostro del fascismo que enfrentamos y que habremos de derrotar para que haya un cambio real en este México tan lastimado.