La corrupción desde la neurociencia

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Javier Duarte padece una involución cerebral. Y no es broma. Como otros políticos corruptos, Duarte insensibilizó la parte más inteligente del cerebro, perdiendo los límites de sus actos y experimentó la sensación de ejercer su voluntad por irracional que fuese, sin el menor remordimiento. Esta involución cerebral explica porque al ser cuestionados, los políticos se vuelvan violentos, caprichosos y manipuladores. Así lo plantea la neurociencia.

Félix Santana Ángeles

Regeneración, 2 de mayo de 2017. Frente a la vergonzosa numeralia nacional, en la que 12 exgobernadores priístas y panistas se encuentran algunos detenidos y otros investigados por actos de corrupción, lavado de dinero, delincuencia organizada, narcotráfico, enriquecimiento ilícito, tráfico de influencias y desvío de recursos públicos; vale la pena preguntarse, si esta es la peor generación de gobernantes que por excepción no tocó, o por el contrario, será la regla en la que toda persona que asume un espacio de poder público, es susceptible a corromperse sólo porque puede hacerlo.

Para intentar responder a esta pregunta, utilizaremos conceptos provenientes de la neurociencia que nos permita superar las filias y fobias políticas, y así ubicarnos en un escenario de mayor objetividad.

De acuerdo al doctor Eduardo Calixto, la respuesta a esta interrogante se encuentra en las ocho características de la forma en la que funciona el cerebro de los políticos, el cual trabaja de manera diferente al de otros seres humanos. Siendo más precisos, el área responsable del robo de miles de millones de pesos, se encuentra en la corteza prefrontal del cerebro, en donde se desarrollan complejos procesos congnitivos implicados en las tomas de decisiones, relacionados con la personalidad y el comportamiento social que implica el proceso de aprendizaje, es decir un proceso biológico es condicionado por un proceso social y viceversa.

Es así como, a medida que el ser humano asume responsabilidades públicas o poder político sobre una población, su cerebro comienza a desensibilizar la parte más inteligente del cerebro (corteza prefrontal), perdiendo los límites de sus actos y experimenta la sensación de poder ejercer su voluntad por irracional que esta sea, sin la menor consecuencia de sus actos.

La primera característica de estos personajes que advierten estos procesos de involución cerebral acelerado, es que no hablan de su entorno personal, ni sus gustos, aficiones o temores, incluso llegan al ridículo de referirse a ellos mismos en tercera persona.

Una segunda pista que denota a una persona afectada por la asunción del poder, es que, al sentirse supervisados, dan explicaciones sin que se las pidan.

Por el contrario, la tercera característica es, cuando toman una decisión, no explican su razonamiento, sino que justifican sus acciones, escudándose en el cargo que ostentan, algo así como, es que soy el presidente, o lo tuve que hacer por el bien de todos. Además, la cuarta aparece, cuando se les cuestiona su proceder, normalmente son violentos, caprichosos y manipuladores.

Una característica más, que los hace un objeto de estudio divertido, es que son personalidades con doble moral, es decir, exigen conductas intachables a la población para pagar impuestos u observar la ley, sin embargo, están conscientes de los fraudes, trampas y robos, pero lo toman como parte de la normalidad en el ejercicio del poder público.

En sexta posición está que cuando intentan enfatizar su posición, resultan ser histriónicos o caricaturescos en extremo y en situaciones complejas, tienden a victimizarse.

Como número siete, tienden a sobre estimar sus capacidades individuales, sobredimensionando su actuar y convirtiéndose al menos para sí mismos y para su círculo más cercano, en el eje y centro de todas las atenciones, menospreciando a quien emite una opinión crítica o cuestionadora.

Así arribamos a la otava característica de estos simpáticos personajes, quienes asumiendo el poder construyen una personalidad narcisista, que, en el extremo del ridículo, tramitan ante el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI) su nombre como marcas registradas.

Con base en esta descripción, se podría asegurar que el prolongado proceso de degradación social y gubernamental que se vive en México, no es sólo culpa de las instituciones educativas que fueron incapaces de inculcar valores a sus alumnos que posteriormente, se convertirían en funcionarios públicos; sino también es culpa, de las “neuronas espejo” alojadas en la corteza prefrontal que al incrementar el poder público, perdieron sensibilidad y con ello anularon progresivamente la parte más inteligente de su cerebro.

Sin embargo, no comparto la visión de aquellos que consideran que la corrupción es parte inherente al ser humano, por lo que, si partimos de la premisa que las averías cerebrales de los exgobernadores tienen su origen en el ambiente social, entonces debe ser en él, donde se construyan y afinen los mecanismos reguladores de vigilancia sobre la clase política, resulta un avance el instrumento 3 de 3 de las declaraciones patrimoniales, fiscales y de intereses de los gobernantes, pero no son suficientes, el sistema anticorrupción debe ampliarse a un análisis desde la neurociencia que permita evaluar la condiciones de normalidad, de aquellos que aspiran a administrar miles de millones de pesos desde los cargos públicos, para evitar trastornos cerebrales por culpa del poder.