Marisela Escobedo: un año y siempre

Por Víctor M. Quintana S.*

La placa colocada frente al Palacio de Gobierno de Chihuahua reza claramente: “Aquí cayó asesinada el 16 de diciembre de 2010 Marisela Escobedo, por denunciar el feminicidio de su hija Rubí”. Placa que había sido quitada una y otra vez cuando las organizaciones sociales chihuahuenses la mandaban a hacer en latón, en acrílico, en papel adhesivo, pero que se quedó fija, en cantera, desde que Javier Sicilia, en nombre de muchos del México doliente e indignado, la plantó, frente a la puerta principal del palacio, el 9 de junio pasado.
 
Ahí en la banqueta, yace la memoria de piedra de Marisela, de Rubí, de todas las víctimas de tantos feminicidios en Juárez, en Chihuahua, en México entero. Pero la memoria no es para enterrarse ni para que se quede fijada, así sea frente al centro del poder. La memoria se siembra, se cultiva, se abona para que germine, crezca y dé los frutos que siempre demandaron, imaginaron, soñaron aquellas y aquellos que ahora conmemoramos.

Por eso este 16 de diciembre las organizaciones de derechos humanos, de mujeres, sociales, gremiales, de Chihuahua, van a renovar la memoria de Marisela Escobedo, de su hija Rubí y de los miles de mujeres víctimas del feminicidio, con la instalación de un tribunal de conciencia y varios otros actos públicos. Su principal objetivo es alimentar la memoria histórica, no permitir que el olvido o la costumbre erosionen ni los feminicidios ni las agresiones a defensoras y defensores de derechos humanos; crear y recrear símbolos, y con ellos desarrollar una pedagogía ciudadana a favor de la justicia y en contra de la impunidad.

Porque la justicia está muy lejos de completarse tan sólo en lo que se refiere al caso de Marisela: ni siquiera se ha comenzado por aclarar suficientemente todo el proceso seguido a Sergio Barraza, presunto asesino de Rubí. Mucho menos se ha esclarecido el artero homicidio de Marisela. Y Juan Manuel, hijo de ella, gravemente amenazado en México, sigue viviendo a salto de mata en Estados Unidos, sin ninguna protección del consulado mexicano en El Paso, mientras que su abogado, Carlos Spector, tramita su asilo en aquel país.

La impunidad es lo que ha permitido que los 29 feminicidios que se comenzaron a denunciar en 1993 se hayan convertido hasta finales de noviembre en 339. (datos de Justicia para Nuestras Hijas) Es lo que ha provocado que se multipliquen las desapariciones forzadas, sobre todo de muchachas. Es también la impunidad que busca reproducirse lo que posibilita que se haya asesinado en Chihuahua, además de Marisela, a otras defensoras de los derechos humanos como Susana Chávez (ultimada en enero de este año), a Josefina Reyes, a Paz Rodríguez, y que el pasado fin de semana se haya atentado contra la vida de Norma Andrade.

Por eso el tribunal de conciencia. Porque por más que se ha apelado a las leyes, han sido torcidas por el poder o interpretadas al antojo de éste. Porque, como se ha demostrado en el caso de Rubí, los prejuicios sexistas comienzan desde que se llega a denunciar a la barandilla. Porque incluso cuando se ha acudido a instancias internacionales, como es el ya célebre caso del Campo Algodonero, el Estado mexicano opera con la máxima mezquindad para cumplir el mínimo de la letra de la resolución, así se traicione al espíritu de ésta. Porque el tribunal puede demostrar que la tan promovida cultura de la legalidad del gobierno es hueca, pues se desentiende de los valores que fundan y deben orientar la aplicación de la ley.

Nadie podrá decir que el tribunal es un acto revanchista, nadie podrá alegar objetivos políticos o de ataque. No se trata de generar una nueva correlación de fuerzas políticas, ni de medirlas con nadie. El tribunal es un acto fundamentalmente ético que va a lo más profundo de lo que debe ser la política, a la conciencia de quienes la practican.

El tribunal del próximo día 16 también se concibe como un acto de pedagogía ciudadana. Porque no sólo en los tres órdenes de gobierno campea la cultura sexista y violenta. Hay también crisis de conciencia en amplios segmentos de la sociedad. De quienes en su interior han naturalizado los feminicidios. De quienes los ven como bajas inevitables en este proceso, con más retrocesos que avances, de modernización capitalista, de individualismo consumista, hedonista hasta el extremo, sexista en muchas expresiones. De quienes venden la violencia de género como espectáculo. De quienes no entienden o no entendemos que la violencia que mata ya está en germen en el golpe verbal, en la actitud sometedora.

Hace un año, cientos de personas anónimas rompieron su rutina navideña para venir a colocar y encender una vela en el lugar donde cayó Marisela. El tribunal y los actos del próximo viernes buscan que las velas sigan encendidas siempre, sobre todo en las conciencias.
 
* Publicado en La Jornada http://www.jornada.unam.mx/2011/12/09/opinion/026a1pol

Recibe el boletín semanal Regeneración:

Correo electrónico:

¡Contáctanos!