(Des)montajes: Cacao: Un dulce regreso a la infancia

Por Alexandro Guerrero

RegeneraciónMx.- Entre las presencias más entrañables, además de ejemplares, de mi reciente viaje a París, sin duda destaca el testimoniar lo que como artista y empresaria, así como portadora en términos estéticos de nuestra cultura, implica la figura de Marisa Rubio en aquella ciudad, aquel tan referencial para el arte y la cultura del país.

Marisa Rubio, actriz de trayectoria notable, tomó la decisión de radicar desde hace ya una década en el idealizado, histórico, bello, catacúmbico y complejo entorno que atraviesa el Sena.

La creadora comparte para RegeneraciónMX la vía exegética que da cuenta de su experiencia que se torna inspiración para otras y otros artistas de México y Latinoamérica. De igual manera es un modelo de producción autogestiva invaluable en el entretejido de las creaciones que implican a estos tiempos convulsos y de reflexión indispensable cuando se enfocan en el arte creado para la infancia del mundo.

Justamente creadoras como Marisa Rubio y Odille Lauria nos llevan a mirar en nuestros orígenes, en nuestra propia historia como pueblos y familias, en las raíces que paradójicamente implican un futuro posible desde la conciencia.

Marisa nos cuenta: «yo llegué a Francia hace 10 años; primero estuve aquí por vacaciones, después conocí a un francés con quién comencé una historia de amor. Siguieron muchos viajes, México-París y de regreso. Tras un par de años decidimos casarnos e instalarnos finalmente en París. Desde entonces vivimos aquí. 

Cacao, es un proyecto personal y un renacimiento completo como artista. En el contexto francés es indispensable hablar muy bien la lengua para desempeñarme como actriz. Tomando en cuenta que en México me antecedían 20 años de trayectoria, de experiencia, esto implicó prácticamente empezar desde cero. Me convertí en mamá, otro trabajo que requiere mucho tiempo y energía.

Cacao era una idea que me daba muchas vueltas, no como conceptualización final, sino porque yo guardaba la ilusión de poder hacer un proyecto acerca del chocolate, pues yo nací en Mérida, Yucatán, y en mi familia se hacía chocolate artesanal, mis tías abuelas, las hermanas de mi abuela que vivían en la casa contigua a mi casa.

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Mis tías abuelas nos cuidaban a mí y a mis hermanos, por eso nosotros crecimos viendo la elaboración del chocolate en la casa. Eso tenía una carga en sentidos múltiples: familiar, afectiva, gastronómica, cultural, alimenticia, local, histórica, artesanal, muchas cosas que en ese momento no tenía en cuenta pero que estaba absorbiendo siendo niña de esta historia familiar.

Lo hice en complicidad con mi colega, compañera, amiga y actriz mexicana también radicada en París, Odille Lauria. Nos conocemos desde hace muchos años y ella está en París desde hace veinte. Es a Odille a quien se le da la posibilidad de presentar un cuento sobre nuestra cultura. Sería en 2020 en una ciudad del interior de Francia y en el contexto del “Festival de Cine: Viva México”.

El proceso de escritura fue muy reflexivo, de recuerdos familiares. Sin embargo, al principio yo pensaba abordar la historia del chocolate y me puse a investigar sobre el cacao, no pensé que fuera a hablar de mi familia y de esa historia.

Sobre el cacao hay diferentes leyendas, además son sangrientas, diría que muy gore como para presentarlas al público infantil en Francia; “se van a espantar”, pensé. En la mesa de trabajo y platicando de mis recuerdos de niña en Mérida fue Odille quien me dijo: “¡Esa es la historia, eso es lo que tienes que contar!»

Comencé entonces a observar mi experiencia en una narración. Viajé mucho a mi primera infancia y le agregamos los ingredientes de la leyenda mexica de la planta del cacao donde ésta es un alimento divino para los dioses. Cacao se produjo con nuestros propios recursos y fue Odille Lauria quien estuvo en escena en un primer momento.

Para mí era demasiado fuerte el peso de todo el trabajo, tanto físico como interior, por eso me concentré en la dirección y el texto. Con nuestras propias manos ambas hicimos los elementos que aparecen en escena: la marioneta, la caja, la reproducción de las tablillas de chocolate, todo fue un trabajo artesanal. No fue fácil porque le dedicaba a la obra y sus requerimientos el tiempo en que mi hijo estaba en la guardería. Cacao fue el proyecto del cual me sostuve cuando me angustiaba no poder ser actriz de tiempo completo como cuando vivía en México.

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Ahora Cacao es la primera creación de un proyecto mayor titulado “Agua fuerte: historias vivas” en el que trabajamos Odille Lauria y yo, Marisa Rubio, cuyo eje temático son las materias primas mexicanas. A “Cacao: un dulce regreso a la infancia” se suma “En la ruta de la vainilla”, en torno a la materia prima que proviene de Papantla ,Veracruz. Hay que decir que Francia produce vainilla para su consumo en Madagascar, pero el origen es la planta traída de México.

Ambos, Cacao y Vainilla, son obras artísticas de reivindicación en las que se abordan las relaciones familiares, los miedos y la ecología. Seguimos también buscando otras historias entrañables, concluye desde París Marisa Rubio. Cacao se ha presentado en distintos festivales en ciudades del interior de Francia y por supuesto en París entre 2020 y 2024.

El año pasado hubo dos representaciones en el Museo du Quai Branly, uno de los más importantes en Francia y el mundo. En el museo las funciones acompañaron una exposición de piezas prehispánicas pertenecientes a la colección del Templo Mayor, sitio emblemático de nuestro país.