Por Fernando Paz
Babilonia. Circa 550 a.C. Tarde. El grabado
El rey Belsasar es proclive, como su abuelo Nabucodonosor, a gobernar escuchando a sus consejeros; pero más, rige bajo las interpretaciones de sus sueños. Esa tarde de oniros y visiones, el rey departe con sus príncipes, esposas y concubinas. Bebe de su copa cuando ve que una mano grande y extraña graba algo en el enyesado del muro frente a él. “Mene, Mene, Tekel, Uparsin”, es lo esculpido. Asustado, con gran voz hace traer a sabios, adivinos, magos y astrólogos para que interpreten lo escrito, pero nadie puede darle respuesta.
Su madre, la reina, le habla de un varón que había servido a su insigne abuelo, y que fue grande en su gobierno porque los dioses santos lo habían usado para revelar lo que al gobernante acontecía. El hombre, hebreo de nación y de nombre Daniel, es llevado ante Belsasar.
Ciudad de México. 2024 d.C. Tarde. La fotografía
El viejo camina de un lado a otro de la sala. Su mente divaga y se rehúsa a olvidar cómo era antes, cómo fue ese tiempo dorado en que los presidentes venían a él. Espera. Se sienta y lee el papel que su mano se niega a doblar y guardar. Se pone de pie; va y viene por la sala con las húmedas manos detrás. Claudio X. González Laporte relee mientras deambula con pasos sofocados por la suave alfombra. Sin darse cuenta, es inmortalizado en sendas fotografías por Luis Castillo del periódico La Jornada. Se vuelve a sentar. Lee. Espera.
Babilonia. Circa 550 a.C. Noche. La revelación
Dice Daniel a Belsasar: “contra el Señor del cielo te has ensoberbecido e hiciste traer los vasos sagrados de Su templo y has bebido vino en ellos con tus príncipes, esposas y concubinas; alabaste, además, a dioses de plata, oro, bronce, madera y piedra, que ni ven, ni oyen, ni saben; y no has honrado al Gran Espíritu de quien son todos tus caminos y en cuyas manos está tu vida. Así que de Su presencia fue enviada la mano que ha grabado esa escritura en el muro… y esta es su interpretación: Mene: “Contó el Gran Espíritu tu reino y le ha puesto fin”. Tekel: “Pesado has sido en balanza y fuiste hallado falto”. Uparsin: “Tu reino ha sido dividido y dado a los medos y a los persas””. Esa misma noche muere Belsasar, rey de los caldeos.
Ciudad de México. 2024 d.C. Noche. La cosecha
Después de una larga espera, y de quizá decenas de repasadas a su discurso impreso, el anciano ve que la puerta se abre. Se pone de pie, dobla el papel y se lo guarda en el bolsillo del saco. Camina intentando apurar a sus piernas negadas. El otrora poderoso empresario es atendido, sin hacerlo pasar, por el coordinador de la transición entre gobiernos, Juan Ramón de la Fuente: la virtual presidenta electa no lo recibirá, pero si desea, con mucho gusto le puede dar su mensaje.
Tartamudeando, Claudio X. González Laporte se despide del coordinador. La puerta se cierra con un silencio cómplice. Apenas se da la vuelta y las luces de la sala pierden su intensidad; la penumbra parece enmarcar su devenir. Un ligero sismo hace sonar la cristalería de la mesa de centro. El viejo voltea hacia el techo con la boca entreabierta. Algo le hace meter la mano al bolsillo del saco, sus dedos tiemblan mientras desdobla la hoja. Plasmada entre las arrugas y la humedad del pequeño pliego hay una inscripción manuscrita en grandes letras cursivas: Tekel.