Nace Sor Juana en Estado de México [fragmento poema de amor]

Sor Juana desde muy pequeña mostró un verdadero interés por el estudio, lo que la llevó a ser una de las mujeres más admiradas por los virreyes

12 de noviembre de 2019. Nace en la hacienda de San Miguel Nepantla, hoy Estado de México, Juana de Asbaje, mejor conocida como Sor Juana Inés de la Cruz: “La Décima Musa”.

Sor Juana Inés de la Cruz es una de las imágenes más representativas de México en el ámbito de la literatura.

Desde muy pequeña mostró un verdadero interés por el estudio, lo que la llevó a ser una de las mujeres más admiradas por los virreyes.

Puesto que su nivel de erudición abarcaba diversas áreas del conocimiento, su poesía es todo un clásico de la literatura hispana.

La fecha de nacimiento de Juana Ramírez de Asbaje -nombre real de Sor Juana Inés de la Cruz- aún es debatida por sus estudiosos.

Se ha considerado aceptable señalar que nació el 12 de noviembre de 1651, pero hay quienes consideran que Juana de Asbaje nació en 1648.

De lo que sí estamos seguros, es que Juana Ramírez de Asbaje nació en la hacienda de San Miguel Nepantla, en el Estado de México.

Sor Juana Inés pasó su infancia en la Hacienda Panoayan, donde mostró su gran habilidad para el aprendizaje.

A los 3 años ya sabía leer, apoyada por los libros de su abuelo, Pedro Ramírez de Santillana.

El primer escrito del que se tiene registro de Juana de Asbaje es una loa al Santísimo Sacramento en Amecameca que contiene 360 versos en español y náhuatl.

Para 1659, se trasladó con su familia a la Ciudad de México en donde aprendió a hablar latín y 4 años más tarde comenzó a trabajar como empleada doméstica de la marquesa de Mancera.

Ella, después sería su base para ser presentada ante la corte de la Nueva España.

Su gran intelecto y dominio de diversos temas pronto la llevaron a ser una de las mujeres más admiradas por los virreyes.

[Fragmento poema]

Amor empieza por desasosiego

Amor empieza por desasosiego,
solicitud, ardores y desvelos;
crece con riesgos, lances y recelos;
susténtase de llantos y de ruego.

Doctrínanle tibiezas y despego,
conserva el ser entre engañosos velos,
hasta que con agravios o con celos
apaga con sus lágrimas su fuego.

Su principio, su medio y fin es éste:
¿pues por qué, Alcino, sientes el desvío
de Celia, que otro tiempo bien te quiso?

¿Qué razón hay de que dolor te cueste?
Pues no te engañó amor, Alcino mío,
sino que llegó el término preciso.