#Opinión: Escoria

Por Fernando Paz

RegeneraciónMx.- Quienes buscan el poder por el poder suelen disfrazar su ambición con la trillada, que no vulgar palabra: democracia. Agregan, cínicos, antifaces de amor a la patria o a la etnia a la que dicen pertenecer (cuando así convenga, claro), velos semitransparentes de apego a los principios del partido, y capas recubiertas con bisutería de la presunta honestidad que les inculcó algún patriarca o mejor, la abuela, figura insigne por antonomasia en las familias latinas.

Pero ¿qué hacer cuando eres oposición en un país democrático y en el que esa democracia por fin compensa al grueso de la población luego de décadas en que los únicos que se beneficiaban eran unos cuántos de la élite, sus compadres y amigos y los medios de comunicación «subvencionados»? 

Ya probaron llamando dictador y autoritario al expresidente López Obrador, no les funcionó; pero como son afectos al ridículo y a la estupidez, hoy repiten la burda estrategia con la presidenta Claudia Sheinbaum; y al parecer, han tenido otra «maravillosa idea», aprovechando la figura del fanfarrón que ocupará la Casa Blanca en los próximos cuatro años.

Así, tenemos al líder panista, a senadoras de dudosa cordura, a desesperados políticos sin cargo, a la diáspora del extinto PRD, a chayoteros en obligada abstinencia y a otros pervertidos arquetipos de la patética oposición, cabildeando en los Estados Unidos de América una posible intervención. En el pleno del Congreso de la Unión, en las redes sociales y en los espacios de los lectores de noticias, se desgañitan porque se tipifique el narco como terrorismo y puedan entrar a nuestro territorio las «buenitas, éticas y libertarias» tropas estadounidenses (americanas, les encanta decir a los acomplejados). 

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Conocemos de sobra las relaciones del PAN y del PRI con el narco. Estos últimos supieron medio esconder sus credenciales de miembro activo de esa camarilla, mientras que los primeros hasta pusieron al servicio a un presidente y a un secretario de seguridad. En ese tenor, hoy siguen confabulando y crean un clima, junto al brazo armado de su funesta sociedad delincuencial, de temor e inseguridad entre la población, e insisten en que sea llamado narcoterrorismo.

«Calentar la plaza» ha sido parte de esa malévola y desvergonzada manera del prianismo de, antaño, conservar el poder amedrentando a los votantes en épocas de elección; y hoy, no sabiendo ser oposición política verdadera, o por lo menos patriota. Sus esbirros matan, queman locales comerciales e incendian autos, sus periodistas afines inflan el escándalo y avivan el fuego, mientras ellos, desde tribuna, desearían ser una especie de dragones verbales para que su diatriba quemara el pleno, empezando con la bancada elegida por la mayoría de los mexicanos. 

Lo que no saben estos apátridas, y no conocen porque ellos mismos han decidido permanecer ignorantes desde que les fascina leer a sus historiadores y a sus intelectuales, todos adaptadores tramposos de la Historia, es que, si bien al principio los «liberadores» aparentan dejar que los miembros de la nobleza (la oposición en nuestro caso) del país respectivo conserve —o recupere— sus privilegios como sugiere Maquiavelo, también terminan de siervos del invasor, ya sea tributando en demasía o convertidos en títeres, con hilos de plata quizá, pero títeres al fin.

La oposición, en su desesperado afán de recuperar sus exiguos cotos de poder, soslaya, por poner solo un ejemplo, los documentados abusos de los soldados estadounidenses en Centroamérica, cuando los gobiernos de esos países «los dejaron entrar» para combatir al Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional en El Salvador, y al Frente Sandinista de Liberación Nacional en Nicaragua en los años 80.

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Además de masacrar a presuntos revolucionarios y de ejecuciones sumarias, llegaron a abusar sexualmente hasta de los niños huérfanos de la guerrilla; religiosos y miembros de instituciones internacionales de ayuda humanitaria registraron casos en que los niños llegaban con manchas de semen en el cabello. A la caterva de traidorcetes del prianismo y a sus adláteres en los medios acostumbrados al soborno, no les importa nada, ni siquiera los más vulnerables. 

A quienes sí amamos este país que tanta sangre y sufrimiento de los más desprotegidos ha costado, a quienes no tergiversamos ni manipulamos la Historia, nos toca señalar, sin disfrazar nada ni escatimar adjetivos, a esos malnacidos vendepatrias y escoria de la política mexicana. Digámosles sus verdades y cuidemos la integridad y el nombre de quien hoy nos representa dignamente en Palacio Nacional, pero especialmente, con todo lo que podamos y en contra de quien sea que ose hollar nuestro suelo, defendamos a nuestro pueblo y al futuro de México, su niñez. 

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