Sergio Ramírez: El sandinista prófugo

El escritor Sergio Ramírez fue exiliado de su país por la dictadura de Daniel Ortega (y Rosario Murillo). Su delito: Escribir. Tongolele no sabía bailar


Por Mauricio Elí 

RegeneraciónMx.- “La ambición de una tiranía es la de que tu propio país se te vuelva extraño, pero entonces uno vuelve a la poesía”. Con solemnidad daba inicio la edición 2021 de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, en voz del escritor Sergio Ramírez (Managua, 1942), quien desarrolló su discurso a través del poema Alta Traición de José Emilio Pacheco.

Visita la capital jaliscience exiliado de su país por la dictadura de Daniel Ortega (y Rosario Murillo). Su delito: Escribir. Tongolele no sabía bailar (Alfaguara, 2021) sería el texto que le costaría una orden de arresto —que le impide regresar a su Managua natal— acusado de “incitación al odio y la violencia, menoscabo de la integridad nacional y otros que no he tenido tiempo de leer”, denunciaba el Premio Cervantes.

«“madre, que dar pudiste de tu vientre pequeño / tantas rubias bellezas y tropical tesoro / tanto lago de azures / tanta rosa de oro / tanta paloma dulce, tanto tigre zahareño…”, dice Rubén Darío. Tres o cuatro ríos, lago de azules, tigres y palomas, la casa en que naciste, la casa en que viviste, las calles que anduviste, los libros que dejaste atrás. Y como hoy estamos entre libros, en esta gran catedral que se monta y se desmonta cada año, y he allí su permanencia de décadas en la cultura mundial, no puedo sino pensar en la biblioteca que he dejado atrás en Nicaragua, una casa dentro de otra casa, construida a lo largo de muchos años, desde que mi afición impenitente por la lectura me llevó a juntar libros», recuerda el novelista.

La presencia de Ramírez no podría pasar desapercibida. El mundo hispano reaccionó enseguida ante la persecución de Ortega contra quien fuera su mano derecha en el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en la década de los 80, movimiento del que emanarían tanto el dictador como el escritor, vicepresidente de su país entre 1985 y 1990.

“En el año 1977, la familia Somoza me acusó por medio de su propia Fiscalía, y ante sus propios jueces, de delitos parecidos a los de ahora: terrorismo, asociación ilícita para delinquir, y atentar contra el orden y la paz, cuando yo luchaba contra esa dictadura igual que lucho ahora contra esta otra”.

Las letras no gustan a la pareja dictatorial nicaragüense.

La FIL tampoco se salvó del mal ojo nacional. Un iracundo López Obrador criticaba al encuentro y lo calificaba —qué novedad— como conservador.

“No estoy generalizando, pero cada vez que llega Vargas Llosa, pues recibe un trato especial y sería bueno que informaran cuánto le pagan, o sea: históricamente cuánto han destinado a Vargas Llosa”, cuestionó el mandatario mexicano. La FIL reviró: “queremos enfatizar que ni a Mario Vargas Llosa, ni a ninguno de los autores que nos han acompañado en estos 35 años de actividad, se les ha pagado un solo centavo por concepto de honorarios”.

Y es que, pudiendo criticar a Vargas Llosa por su apoyo a Keiko Fujimori o por la carcajada que le arrancó el lenguaje incluyente en una entrevista con Jorge Ramos, deciden hacerlo por lo mejor que le ha dado al mundo: su participación en las ferias que promueven lo mejor de las letras, y sus libros que le merecieron el Premio Nobel en 2010, el Cervantes en 1994 y el Príncipe de Asturias en 1986 (hoy Princesa de Asturias).

Del otro lado del ring están, por ejemplo, quienes por fines meramente publicitarios escriben historia sin saberla, o por lo menos sin revisarla. Ahí circula un libro bastante tendencioso que replica mentiras bajo el escudo de “promover a las mujeres en la historia mexicana”. Al ser cuestionado el autor por algunas de sus elegidas —con datos y no con panfletos—, prefirió el silencio.

Bien habrían de hacer quienes editan esos textos en preguntar lo que nos cuestionamos los periodistas. Si en algo tiene razón el presidente de México es en que la transparencia es para todos, principalmente para quienes tienen voz pública, y en ese sentido también debemos observar con más cuidado los equilibrios en la FIL. Porque la idea es poner a la pluralidad en el centro, no construir nuevos “clubes de Toby” intelectuales.

“Hacerse de una biblioteca que se convierte en un verdadero bosque frondoso toma tiempo, o toma toda una vida”, dijo Ramírez en la inauguración. Ese bosque, tan parecido al de Birnam de Otello, se mueve y asusta a quienes prefieren el silencio cómplice.

Ese no lo encuentran en Ramírez, ayer vicepresidente de Ortega y hoy, su más duro crítico. A él no lo pudieron —ni podrán— tapar con un “Árbol de la Vida” como intentó Murillo con Sandino. Por más chillante que sea el color, esa silueta está ahí, en La Loma, resistiendo como resisten las letras de Nicaragua y de América Latina, mientras la potente voz del ahora Honoris Causa de la Universidad de Costa Rica cruza el continente.

Mucho en común tienen los que detestan las letras. Lo primero es que no las comprenden. Luego, que las pocas que entienden les resultan repulsivas porque, para nuestra mala suerte, las encuentran en el periodismo y ese no le gusta a los autócratas.

“Hay que acabar con todos los periódicos, pues no se puede hacer una revolución con libertad de prensa”, decía Ernesto Guevara. En México se pregunta “¿apoco matan periodistas?”.